Carlos R. Aguilar Jiménez.
Democráticamente nos guste o no, lo cierto es que los presidentes únicamente duran en el cargo seis años, tiempo que si bien al principio parece mucho, cuando transcurre el primer año los ciudadanos se dan cuenta de la realidad de las promesas cumplidas o no, sintiéndose satisfechos o decepcionados según las circunstancias o ideología de cada quien y, si para bien o mal durante el tiempo que estuvieron en el poder los partidos tradicionales hoy de oposición, su forma de gobernar se convirtió en una especie de tradición que facilitaba los errores, fraudes y corrupción, llevando al hartazgo a la población que optó por A.M. la realidad es que lo que prometió cambiar no ha cambiado y sigue igual o peor, excepto en la perspectiva de los beneficiarios de limosnas oficiales que reciben mensualmente del dinero de los impuestos de la gente que trabaja y regala el gobierno a ninis, así que en esta visión sexenal actual que culpa de todo al pasado, un año y medio del sexenio ya es parte del pasado y en poco tiempo terminará.
Terminará este sexenio como todos los anteriores cada uno con sus resultados, los anteriores con la tradición de gobierno que establecieron durante casi un siglo; el actual aun con ciertas posibilidades de cumplir con parte de lo prometido, no obstante, lo cierto es que empresarios nacionales e internacionales, por ejemplo, planean ya rehacer el aeropuerto internacional que se construía en Texcoco, porque al ser una obra de gran importancia nacional e internacional, resulta que los cuatro años y medio que le quedan a este sexenio son nada ante lo que durará décadas o siglos y de la misma forma como este gobierno decidió arruinar todo lo que se había edificado, debiendo incluso indemnizar a constructores e inversionistas por la cancelación de contratos aeroportuarios, la cuestión es esperar y ver que ante los estudios técnicos y científicos que se realizaron durante años para construir el aeropuerto original, para el próximo gobierno durante su sexenio, seguramente será igual de fácil dejar el aeropuerto de Santa Lucía al ejercito o para vuelos locales y rescatar el de Texcoco para utilizarlo como se planeó, del mismo modo que la cancelación o cierre de las refinerías de petróleo para producir gasolina, que en breve serán únicamente para la petroquímica y no para combustible de automóviles ante la próxima irrupción de vehículos híbridos y eléctricos.
Alabada sea la democracia y los periodos sexenales, porque así como al sector de la población que se hartó del PRI y del PAN y votó por A.M. no por Morena, de nuevo otro sector de votantes ya se desilusionó al quedarse sin empleo, al ver que no cesa la corrupción, que no sirve de nada la guardia nacional, se militarizó la policía y la inseguridad es cada vez peor, en una dinámica de polarización social y desilusión de la que no se dan cuenta algunos que siguen creyendo en promesas.