Carlos Villalobos
Hace unos días en un evento multinacional e híbrido, Estados Unidos, los miembros de la Unión Europea y 32 países, se reunieron en Washington D. C. para firmar la “Declaración para El Futuro de Internet”, acuerdo mediante el cual se está buscando poner metas y límites para poder acceder a un “internet libre, que sea una red abierta y que fomente competencia, privacidad y respeto por los derechos humanos”.
Dentro de las principales propuestas se buscará la protección de derechos, el impulso del flujo libre de la información, una conectividad inclusiva y promover un enfoque de gobernanza de múltiples partes interesadas en beneficio de todas y todos.
Algo en lo que históricamente expertos y autoridades ha coincidido, y que gracias a este acuerdo ha quedado un antecedente, es que se busca que el internet funcione como una red de redes única y descentralizada; todo esto para evitar posibles desequilibrios de poder entre quienes otorgan el servicio, quienes utilizamos el servicio y gobiernos.
El que los principales países en el mundo, entre los cuales México no fue requerido, se sienten a por fin poner un piso parejo para el uso de la red es un gran avance, ya que a partir de un consenso mutuo y general se podrán gestar avances en la materia; priorizando principalmente internet como un lugar seguro, de confianza, libre y que predomine la democracia y el bien de la humanidad.
Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas. Esta declaración es de carácter simbólico, y hasta político si usted lo quiere ver así, ya que dicha declaración no es jurídicamente vinculante, solo es un cúmulo de buenos deseos que los países firmantes se comprometen a compartir en sus territorios de la mano de empresas, organizaciones de la sociedad civil políticos y líderes de opinión.
Evidentemente y al estar en un contexto en donde la guerra en Ucrania ha impulsado que se parta el mundo en polos (Ucrania y el mundo contra Rusia), es claro que esta iniciativa forma parte de la agenda de posicionamiento en contra de Rusia y sus amigos. Tan es así, que, durante la conferencia de prensa de la presentación de la Declaración, se mencionó la “preocupación por la represión de las libertades en internet de ALGUNOS gobiernos autoritarios”.
Lo cierto es que hoy estamos en un mundo en donde China tiene su propio internet, en donde el gobierno tiene control absoluto en lo que se consume, en el cómo se consume y en él quien lo consume y ejemplos como ese podemos citar a Cuba, Venezuela y el más preocupante para occidente: Rusia, nación que ha amenazado desconectarse parcial o totalmente de la red mundial.
Lejos del discurso, la foto y cualquier tipo de palabrería inocua, un gran acierto es que por encima de cualquier punto está la agenda de derechos humanos y probablemente un punto que está pasando por debajo del radar, es la importancia de la apuesta por un internet global abierta y única.
Es un avance, definitivamente, sin embargo, es solo un avance simbólico. Este tipo de propuestas tendría que ir más allá, antes de que más naciones sigan fragmentando el internet, para que se puedan establecer estándares y prácticas comunes; lo que vendría a ser una especie de tratados internacionales pero en el “ciberespacio”, como dijeran los próceres del internet.
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