El eco de las alturas: Documentando la brigada de rescate del Socorro Alpino de México

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  • Texto y fotos:

Omar Rodríguez 

Recuerdo la primera vez que escuché hablar del Socorro Alpino de México, gracias a mi amigo Luis Fernando Covarrubias miembro de la patrulla 9 en ése entonces.

Una brigada de rescate única en su tipo, cuyos miembros han hecho del Parque Nacional Iztaccíhuatl-Popocatépetl su campo de batalla contra las inclemencias de la naturaleza. 

Decidí unirme a ellos como fotógrafo, no solo para capturar su labor, sino para vivirla, sentirla y comprender el latido de sus corazones en cada rescate, así comenzó esta aventura.

Esta brigada se formó hace más de cinco décadas, naciendo de la necesidad imperiosa de salvar vidas en las traicioneras montañas de México. Lo que empezó como un pequeño grupo de apasionados del alpinismo, con el tiempo se transformó en un equipo profesional y altruista, compuesto por doctores, paramédicos, arquitectos, ingenieros y un sinfín de profesiones diversas. Cada miembro aporta su talento y, sobre todo, su inquebrantable espíritu de ayuda, haciendo del rescate no solo una misión, sino una pasión.El primer encuentro con la brigada fue en un amanecer frío y nublado, en la base del Iztaccíhuatl.

La montaña, majestuosa y aterradora a la vez, se alzaba sobre nosotros como una guardiana de secretos antiguos. A medida que la niebla se disipaba, los rostros de los brigadistas emergieron, firmes y determinados, cada uno portando no solo su equipo, sino también la carga invisible de su compromiso con la vida.Uno a uno fui conociendo a los integrantes. Como un cuadro compuesto por pinceladas precisas, cada miembro representaba una pieza fundamental en el lienzo del rescate. Un doctor con manos firmes pero ojos amables, una paramédica cuya destreza solo era superada por su compasión, un arquitecto que construía puentes de esperanza en los abismos del miedo, y un ingeniero que, con precisión matemática, desafiaba las leyes de la física para salvar a quien lo necesitara.Al caminar junto a ellos, pude sentir la adrenalina que recorre sus venas en cada misión. La montaña no perdona errores, y cada paso es un baile delicado entre la vida y la muerte. Pero ellos, con su equipo a cuestas y su temple inquebrantable, se lanzan a la tarea sin dudar. Mis dedos capturaban la escena con precisión, pero mi corazón latía al ritmo de los suyos, acelerado por la incertidumbre y el peligro constante.

No estaba solo en este viaje. En el camino se unieron “Lucky”, un cachorro ágil y noble border collie, junto a su entrenador, conocido cariñosamente como “Tiburón” (Edgardo Melgoza Monterde). Juntos, comenzaron esta andanza con la meta ambiciosa de convertirse en el primer binomio K9 de búsqueda y rescate de la brigada. Hoy por hoy, son un equipo inseparable, habiendo elevado su potencial a nivel profesional. Ver a Lucky y Tiburón en acción fue como observar una danza precisa y coordinada entre hombre y animal, una sincronía que solo se logra con dedicación y un profundo entendimiento mutuo.

El Socorro Alpino de México no solo escala montañas, sino que también se enfrenta a los desafíos de la vida con una determinación que pocos poseen. Documentar su labor no fue solo un honor, sino también un recordatorio de que, en los rincones más inhóspitos del mundo, la humanidad siempre brilla más fuerte cuando se une por un propósito común. Mis fotografías no pueden hacer justicia plena a su esfuerzo, pero espero que transmitan al menos un destello de la luz que vi en sus ojos, una luz que ilumina incluso los rincones más oscuros de las montañas.

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