Enrique Domville
Cuando hablamos de un ser vivo, el mismo desde antes de nacer, hasta su muerte pasa por diferentes, etapas, de su desarrollo físico, emocional, mental, se ha estudiado desde diferentes puntos de vista, primeramente desde el desarrollo orgánico en la etapa prenatal, en que se reconoce la parte, en que inicia la formación de órganos, una vez completa está entre las semanas once y trece, se inicia la segunda etapa, el crecimiento del bebé, (hasta la semana 32 aproximadamente) y luego la madurez que le van a permitir vivir fuera de la madre como el respirar. Con el nacimiento; se inicia otra parte de la vida: el desarrollo, que la divide en ocho etapas, cada fase con sus características y siempre van de una manera secuencial de la infancia a la senectud, en la infancia, que primeramente va los tres o cuatro años es de crecimiento, desarrollo con un aprendizaje de cosas básicas, como el hablar, el caminar y la posición erecta que nos caracteriza, el usar nuestras manos, y aprender sobre lo básico como el calor, el frío o sentir sensaciones como hambre o sueño, iniciamos el aprendizaje que habitualmente recae sobre los padres, más directo sobre la madre quien lleva el peso de cuidar, con amor y vigilar el desarrollo del bebé, sufrir cuando enferma, estar a la expectativa de las necesidades y salud. En la segunda etapa la preescolar, en la que existe voluntad, se distingue, en que se está formando una idea de yo y del tú, donde la curiosidad por aprender está presente, aprender a relacionarse, con la vigilancia de adultos, se inicia la práctica del respeto y la honestidad (principios éticos que deberá ejercer toda la vida) y se da cuenta de lo que no sabe.
De la niñez entre los seis y los once años, en que Piaget nos habla de operaciones concretas que puede aprender, e inicia a buscar acuerdos entre otros para llevar a cabo, en circunstancia como por ejemplo: las reglas de cualquier tipo de juego. Entre los once y doce años, hasta los 17, 18 sufre una serie de cambios; ya se tiene capacidad de análisis, las hormonas inician a funcionar con lo que se desarrolla la sexualidad, las inquietudes y deseos en este tema usamos la lógica y las capacidades de análisis y podemos desarrollar pensamientos negativos, como interpretación equivoca de una realidad, esta deformación, nos puede acompañar al entrar en la parte de ser adulto y continuar.
De los 18 A 35 años estamos en ejercicio pleno de nuestras facultades, físicas y mentales, se complementa con lo hemos llamado madurez, la que bien llevada nos acompaña el resto de nuestra vida, se nota lo que al principio aprendimos, valores, honestidad, respeto, comportamiento ético y sabemos lo valiosos que somos por ser dignos, a nuestro comportamiento le ponemos límites para no dañar, aprendemos a gestionar nuestras emociones, nuestra entereza se basa en las virtudes y valores personales, tenemos creatividad y nos olvidamos en muchas ocasiones del cuerpo que nos permite funcionar. La llamada madurez adulta de 50 a 65 años, etapa productiva, en la que la economía mejora y nuestras expectativas se ven estables, pero no sabemos de lo que en la realidad, pueden cambiar nuestra circunstancia. William Shakespeare dijo: “Es en nosotros mismos que somos de una forma o de otra. Nuestros cuerpos son nuestros jardines, en los cuales nuestras voluntades son jardineros”.
Por lo que no pensamos y debemos considerar como llegar a la tercera edad, misma en que nuestra energía decrece, nuestra salud se vuelve inestable, los excesos y falta de cuidados se tendrán que pagar, el final se acerca, y comenzamos a ser más espirituales, aquí la relevancia, de los valores, y de gestión en nuestro yo, para continuar siendo productivos con la estabilidad de las creencias y con la pérdida de muchos iguales, que su vida termino, por lo que la exposición al duelo es más frecuente.
Recordemos pues a Susan Gale que dijo:” A veces no te das cuenta de tu propias fortalezas, hasta que encaras tu mayor debilidad”. Un camino de todos.
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