+ Ciudadanía, política… ¿y partidos parasitarios?
Una de las tantas versiones que existen sobre la puesta en marcha de la estrategia de combate al crimen organizado, por parte del gobierno del presidente Felipe Calderón Hinojosa, señala que ésta fue implementada como una bien enmascarada estrategia de movilización política, para evitar que las discordancias postelectorales surgidas de los comicios presidenciales de 2006, pudieran devenir en un movimiento beligerante, o en una respuesta violenta por parte de la ciudadanía.
A partir de esa posibilidad, hoy pueden entenderse a la perfección situaciones tan particulares como la de Andrés Manuel López Obrador, y la del recién cambiado de denominación Movimiento Ciudadano, que hasta hace unos días se llamaba Partido Convergencia.
Esa versión, que es una de las tantas conocidas sobre el origen de la sangrienta guerra anticrimen que hoy libra el gobierno federal asegura, entre otras cosas, que este plan fue delineado por el gobierno de Estados Unidos de Norteamérica, que a finales de 2006 estaba preocupado por las altas posibilidades de que el resultado de los comicios presidenciales de ese año, pudiera devenir en un conflicto violento —ya fuere porque AMLO llamara a una especie de resistencia o desobediencia no pacíficas, o porque otros grupos, beligerantes, aprovecharan la ocasión para desencadenar algún tipo de revuelta o asonada violenta.
Se asegura que, derivado de esa preocupación, el gobierno estadounidense ideó las generalidades del plan, el cual incluiría el aprovisionamiento por parte de ellos hacia el gobierno mexicano, con tal de que éstos iniciaran una ofensiva sin precedentes en contra de los cárteles mexicanos.
Tal plan, luego denominado Iniciativa Mérida, tendría dos objetivos: el primero, visible, ir a combatir frontalmente a las bandas criminales, que no sólo provocan problemas en México, sino también en los Estados Unidos. Y el segundo —aparentemente invisible, pero que sí claramente perceptible por parte de la población— iría encaminado justamente a desmovilizar a la ciudadanía que hasta entonces pudiera encontrarse inconforme.
Esto último, evitaría los riesgos de asonadas o revueltas, al infundir miedo a la población a través de la presencia policiaca y militar en las calles; en el mediano plazo, aislaría a los adversarios políticos del gobierno del presidente Felipe Calderón, y los disminuiría; y globalmente, daría seguridad a los Estados Unidos de que sus intereses e inversiones en el país se mantendrían a salvo.
De todo esto, hoy llama la atención que todos los efectos de ese supuesto plan estadounidense —que no es nuevo ni desconocido, aunque nunca oficial— parecen estarse cumpliendo a la perfección. A simple vista puede verse que la guerra anticrimen (y no sólo la presencia criminal en las calles, sino también la policiaca y militar) mantiene en el terror a docenas de ciudades y comunidades en todo el país, que prefieren no salir a las calles —y mucho menos manifestarse— para no ponerse en riesgo, ni toparse con esas personas a las que, sean militares o criminales, los consideran un cáncer y un peligro para la sociedad.
En el caso de las efervescencias políticas, hoy ocurre exactamente lo mismo. Independientemente de cuál sea la razón específica, seis años después de aquellos comicios en los que López Obrador estuvo a punto de ganar (y también a punto de convertirse en un icono de la política mexicana, un referente indispensable dentro de su partido, y un líder indiscutible de la oposición, etcétera), lo que más bien vemos es a un candidato desprovisto de una parte importante de la fuerza que se le vio hace seis años, e incluso buscando un partido político que le permita postularse, en una segunda posibilidad, para acceder al poder presidencial.
PARÁSITOS MUTUOS
Quién sabe si Andrés Manuel López Obrador sepa lo que realmente representa Movimiento Ciudadano en cuanto a fuerza real y presencia electoral en el país; quién sabe si, al contrario, Movimiento Ciudadano sepa que AMLO hoy no es lo que fue en 2006, y que hoy sus posibilidades de repetir una hazaña como la de hace casi seis años, es mucho menos probable. Quién sabe, aunque seguramente ambos están concientes de lo que son. Y si es así, ¿entonces para qué se buscan mutuamente?
Queda claro que Convergencia cambió de nombre para poder entregarse a López Obrador; del mismo modo, queda claro que éste conformó a su Movimiento de Regeneración Nacional, y está aceitando sus estructuras electorales, justamente para ocupar la plataforma que significa un partido político (nada menos que ser uno de los privilegiados que tiene la posibilidad de beneficiarse del monopolio de acceso al poder público) que le permita la postulación presidencial, y nuevamente posicionarse ante el electorado como un líder de izquierda, aunque ya no necesariamente como un potencial ganador de los comicios federales.
¿Y qué busca Movimiento Ciudadano? Más claro, ni el agua: busca subirse al trampolín lopezobradorista para, a partir de él, generar las condiciones que le permitan ya no digamos que ganar muchas diputaciones o senadurías, sino simplemente sobrevivir y conservar su registro como partido político. Saben que preservando esto último, tienen la garantía de prerrogativas por tres años más, posibilidad de postular a cuadros no partidistas, e incluso de que las familias que hoy se ostentan como dueñas de esa “franquicia democrática” puedan seguir viviendo y aprovechándose de ella.
Pareciera que ambos, López Obrador y Movimiento Ciudadano, se encontraron bastante lejos de la senda del verdadero provecho común de las alianzas. Más bien, lo que claramente buscan es su provecho particular mutuo, y pasar satisfactoriamente la prueba de la preservación del registro como instituto político.
Pareciera que no buscan ganar mucho; pero en realidad sí se llevarán lo suficiente como para seguir esperando a la siguiente forma de reinventarse. Queda claro que no es el poder; es la supervivencia.
ADIÓS AL BULLICIO
Con la celebración de la Octava del Lunes del Cerro, Oaxaca prácticamente cierra el ciclo de las actividades más coloridas y atractivas del año. Ojalá que independientemente de eso, siga la promoción intensa a la cultura y a todos los atractivos que tiene nuestra entidad, que tiene para mucho más que seguir siendo un destino de ocasión, y de un par de noches de hotel. Ojalá tengan la visión, en el Gobierno del Estado, para conseguir ese objetivo.