Enrique Domville
El dicho popular nos dice: “Cada cabeza es un mundo”, tiene mucho de cierto y la realidad es que cada uno maneja sus intereses que están en cualquier actividad que cada quien desarrolla desde lo más simple hasta lo más complejo, relacionado con la personalidad individual y sus deseos; con estas ideas los individuos forman equipos y se reúnen para alguna tarea que se vuelve un objetivo personal, y del grupo. En primer lugar las ideas que se relacionan con las creencias religiosas y dedican su vida a este estilo de vida buscando hacer el bien para obtener la recompensa de una vida después de la física que disfrutamos de manera natural, con sus misterios, derechos y obligaciones; la vida ofrece un menú de opciones a qué dedicarse (dentro de lo moral y lo ético).
Cada ser en uso de sus facultades, de su libertad de pensamiento, tiene la posibilidad de elegir, el actuar con una motivación sólo personal o que involucra a la familia, a una sección de la sociedad o a toda: las leyes, los Derechos Humanos, los reglamentos o las instrucciones probadas en seguridad para operar algún equipo o dedicarse a ayudar a las carencias de otros. Esto parece un camino ideal a diferencia del pensamiento de Maquiavelo o Hobbes de que el hombre es malo por naturaleza, pero lo opuesto a estas aseveraciones es el pensamiento de San Agustín en que el hombre aprende la maldad dominado por sus pasiones como la ambición.
Saramago nos dijo “Aquello que más le cuesta a un hombre es reconocer sus debilidades y confesarlas”, con este estilo de pensamiento nos habla del avance de la tecnología pudiendo explorar la superficie de Marte y en cambio, menciona nuestra voluntad de no poder poner fin a las agresiones entre nosotros.
Una vez más caemos en el terreno de elegir de usar nuestro albedrío dentro de la premisa de no hagas lo que no quieres que te hagan, la historia tiene muchas historias de personajes que eligieron el camino de solo YO importo y mis ideas son las únicas que deben ser, como Nerón quemó Roma, Hitler con su pensamiento de raza superior exterminó a muchos millones de personas.
Cada uno de nosotros en uso de su voluntad hace o perjudica, somos débiles y rápidamente compramos alguna idea que nos dará un beneficio o la creencia de poder recibir es bien físico sacrificando lo más preciado que es la libertad de pensamiento, nos vendemos al mejor postor que ofrece comodidad y una felicidad que no se cumplirá.
Todos biológicamente somos iguales, solo cambian algunos aspectos como el color de la piel o de los ojos, o si se padece algún trastorno mental el cual nos limita y el albedrío razonado no existe.
Nassim Nicolás Taleb en su libro El cisne negro nos habla de los trastornos de la mente cuando entramos en contacto con la historia. En su opinión tiene tres posibilidades: “a) La ilusión de comprender, o como todos pensamos que sabemos lo que pasa en el mundo que es más complicado (o aleatorio) de lo que creemos, b) la distorsión retrospectiva, o cómo podemos evaluar las cosas sólo después del hecho, como si reflejaran en un retrovisor (la historia parece más clara y más organizada que en la realidad empírica) y c) la valoración exagerada de la información factual y la desventaja de las personas eruditas y con autoridad, en particular cuando crean categorías, cuando “platonifican” la realidad nadie sabe lo que pasa y cada uno lo interpreta a su manera es el vicio de pensar.” (Taleb, Nassim Nicolás, El cisne negro, Ed. Paidos, 2013, Cd. de México). Me queda claro
que cada uno va con las ideas que quiere, le conviene o los liberan de actitudes y le forman un nicho de conciencia agradable, exculpatorio con lo que pueden vivir sin reproches así mismo, usando su albedrío a lo que quiere y puede ser sólo una interpretación personal cómoda, acorde con la realidad que quiere vivir.
Sabemos que nuestras interpretaciones influyen en nuestras respuestas a la realidad por lo que justifica fácilmente cualquier decisión tomada no importando si es buena o mala, honesta o no, dañina a otros siempre estaremos en nuestro nicho, pudiendo ser una verdad no justa, honorable y honesta dentro de los cánones de la ética y la moral. Con esto invito a reflexionar para usar bien el albedrío.
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