CONTRAFUEGO || Ciro y Epigmenio, amores perros

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Aurelio Ramos Méndez

Entre los periodistas, históricamente, rigió el pacto de paz y silencio cómplice condensado en la máxima de perro no come perro. Vino después un periodo de rigurosa supervisión intragremial y hoy incluso comunicadores de un mismo espacio periodístico protagonizan entre sí perrunas peleas. El rating manda. Ningún beneficio le ha reportado a la sociedad semejante transformación.

En los 60 y 70 del siglo pasado sólo de modo excepcional y casi siempre azuzados por el gobierno de turno, algunos mastines salían de sus cubiles –NovedadesEl HeraldoEl UniversalLa Prensa– para tarasquear un congénere.

Fresca carne de chucho fueron esos dos aliados político-periodísticos y hasta compadres, directivos de EXCELSIOR, Julio Scherer García y Regino Díaz Redondo.

A partir del 8 de julio de 1976 –asentado en los anales del periodismo como “el golpe a EXCELSIOR”–, tras un pleitazo entre aquellos socios y amigos del alma, el adagio comenzó a ser soslayado y Díaz Redondo convertido en perro del mal, al cual a diario le ladraba una furiosa jauría schererista. 

En ese entonces los popes del gremio comenzaron a tomarle gusto al can en diversas preparaciones y así inició el tránsito de la prensa por el tamiz de la valoración profesional.

Algunos diarios destinaron espacios fijos a la crítica sobre otros medios y hasta surgieron publicaciones –Etcétera, una de ellas—especializadas en ofrecer un vasto menú de perro. Autocrítica cero, naturalmente.

Desde las páginas de diarios fundados a trasmano y con dinero público por funcionarios y políticos –algunos incrustados luego en consejos editoriales o como columnistas— se criticaba “el cuestionable periodismo” ajeno, sin reparar en la muy dúctil ética de los oficiantes propios. 

Corrió el tiempo y medios así fundados pasaron a manos de contratistas de servicios tales como publicidad, encuestas y estudios de opinión; obras públicas como hospitales, carreteras y reclusorios, o proveeduría de toda suerte de bienes a los gobiernos federal y estatales. 

En 2018 el Presidente López Obrador comenzó a levantarles la canasta y arrebatarles las máscaras a empresarios de la comunicación y “líderes de opinión”, y emprendió el esfuerzo de tratar de disolver el pernicioso amasiato gobierno-medios.

Valga esta breve recapitulación para deplorar el triste espectáculo montado por Ciro Gómez Leyva, el martes pasado, cuando fuera de sí, rojo de ira, vociferante y victimizándose de modo pueril, ¡arremetió en contra del colaborador de su programa radial!, Epigmenio Ibarra.

El pecado de Epigmenio fue haber escrito ese día en su columna de Milenio que Ciro y otros “líderes de opinión” como Raymundo Riva Palacio, de El Financiero, no reconocen como suyo el fracaso electoral de la derecha y tampoco han mostrado “ni un ápice de autocrítica” por su proceder.

El trabajo periodístico es público y el de Ciro está en los medios convencionales y en las redes sociales, disponible para el escrutinio de quien pueda interesarse en ello. El oso del martes puede ser visto y escuchado en Internet, así sea –ni modo, signo de los tiempos—abultando su monetización.

Al público le consta el papel descaradamente parcial del conductor de Radio Fórmula en favor de la derecha y en contra de todo lo que despida aun el más leve olor a 4T.

La ausencia de autocrítica de nuestros comunicadores es algo que les consta aun a las audiencias más desprevenidas. 

Es a las audiencias a las que Gómez Leyva les debe explicaciones, por más que se pregunte con agria exquisitez ante quién tiene que ofrecer disculpas por su claudicación ética.

Furioso, apropiado del micrófono, el periodista que quién sabe en qué libro aprendió que su papel es polemizar con sus colaboradores, como si la nación entera estuviese pendiente de su muy respetable criterio, ofreció acabado ejemplo de periodismo pendenciero.

Y de la repugnante editorialización, esa práctica en la cual Gómez Leyva es uno de los pioneros y que lamentablemente ha hecho carrera, consistente en que –contra toda ética y los cánones del oficio— se mezcla sin recato información con opinión.

Mencionado sólo de paso en su texto por Epigmenio, Riva Palacio también perdió por completo las formas. 

Le asestó feroces dentelladas de dogo al excorresponsal de guerra en Centroamérica, de quien en otro tiempo se decía admirador de su talento y temeridad con la cámara al hombro, lo mismo que por la regia cotización de sus imágenes en el mercado gringo de la información.

Rota las relaciones entre ambos por la ideología y la política, los une sin embargo el pasado común de haberle servido con eficiencia como propagandistas a Carlos Salinas de Gortari. 

Epigmenio laboró en el área de televisión de la Coordinación de Comunicación Social de la Presidencia y Riva Palacio fue director de Notimex, puesto en el cual él niega haber sido cancerbero de Salinas y afirma, contra toda evidencia, que hizo periodismo de Estado no de gobierno. Se vale reír.

A principios de los 80 Riva Palacio, hoy tan amiguis de los líderes de opinión, se mofaba soto voce de los periodistas mexicanos en misiones en el extranjero. 

Repostero que goloso engulle el pastel que hace, se ufanaba de la pretendida alta calidad de su trabajo en el exterior, para lo cual tenía una explicación asaz clasista:

“Los enviados a Estados Unidos, por ejemplo, apenas llegar botan la maleta y se van a hacer turismo. Yo, en cambio, voy a trabajar. ¿Sabes por qué? Porque he estado viajando, subiendo y bajando de aviones desde los nueve años”.

Así decía el periodista emparentado con el héroe de la Independencia, Vicente Guerrero y él, en cambio, admirador hasta la adoración de todo lo gringo, del entramado institucional a la hamburguesa y la Coca Cola.

Hijo de gobernador, con una dinastía prendida a la ubre del servicio público desde hace 200 años, por aquel entonces pululaba en la redacción de EXCELSIOR burlándose de lo que consideraba deficiencias formativas de sus compañeros de periódico. 

“Fulano ¡no sabe lo que significa zafio!”, decía, por ejemplo, como si hubiera pillado a alguien diciendo –como en su caso– “balandronada” (así, con una primera y horrorosa N) o haciendo uso y abuso del adverbio “donde”, cuando toca “cuando”.

Más que de gramática, la cosa era grilla. Riva Palacio trataba de exhibir a quienes descreían de que, meses atrás, él hubiese sido secuestrado por guerrilleros en Colombia, y sostenían que más bien se trató de un autosecuestro. 

O, buscaba demeritar el trabajo de quienes competían con él en cronicar eventos políticos como… la campaña de Salinas.

Este periodista con estudios en Harvard tundió duro a su otrora amigo, Epigmenio. Lo acusó de timar “con su falsa congruencia y consistencia”, y hasta deslizó la vileza de ventilar su vida privada:

“La doble moral ha acompañado al iracundo guerrero del régimen que, también, ha tenido una doble vida”.

Amores perros, como en el tango y la película. Una diversidad de personajes ya desconocidos entre sí, cuyas historias sin embargo se concatenan.

BRASAS

Da grima el nivel de degradación hasta el cual legisladores que llevan tatuado el panismo han hundido al Senado.

El pasado jueves senadores que militan o han militado en el PAN protagonizaron una gresca, de la cual cobardemente culparon a morenistas.

El sainete blanquiazul comenzó cuando con léxico básico el panista chihuahuense Mario Vázquez Robles dijo en tribuna que a su copartidario veracruzano Miguel Ángel Yunes Márquez lo amenazaron y él cedió, votando a favor de la reforma judicial. “Las dio”, dijo con sorna.

El retoño del panista Miguel Ángel Yunes Linares es indefendible en muchos aspectos; mas, en su descargo, debe decirse que se necesitaría tener la sangre de atole para no encarar al deslenguado Vázquez.

Acompañado por el coordinador de Morena, Adán Augusto López, el junior Yunes se metió a la sección de panistas y le recriminó a Vázquez el haberlo insultado. 

El chihuahuense negó que su barriobajera expresión entrañara insulto alguno y afirmó que, en cambio, el veracruzano lo amenazó con “partirle la madre”.

El conato de bronca causó un alboroto en el cual se destacaros los gritos histéricos de “¡traidor!” proferidos por la panista Lily Téllez, las manazas del panista Enrique Vargas intentando zarandear a Adán Augusto, y los jaloneos del expanista Luis Fernando Salazar para evitar la agresión de Vargas.

Se necesita descaro para decir que el pleito fue iniciado por Yunes, no por quien en la tribuna lanzó la insultante expresión.

Los periodistas consultaron al chihuahuense acerca del significado de su dicho. “Significa ceder”, dijo Vázquez Robles con aire de filólogo.

Enterado de la inocencia e inocuidad de la frase, uno se siente autorizado a conjeturar quiénes del entorno familiar más cercano del lengüilargo panista, a cambio de qué y cuántas veces las han dado por gusto o bajo amenazas.

Percatado de que había metido las cuatro, Vázquez intentó anticiparse a las consecuencias de su atrevimiento. Les dijo a reporteros que presentaría denuncia ministerial porque Yunes “me amenazó de muerte”.

–¿Exactamente qué le dijo? –procuró precisión un periodista.

–Me dijo que iba a partirme la madre –repuso el de Chihuahua.

–¿Eso entraña una amenaza de muerte? –le insistió su interlocutor.

–“Sí”, dijo el panista con el aplomo de quien miente como respira.

¡Se entiende ahora por qué las sesiones ordinarias del Senado son cada vez más ordinarias!

RESCOLDOS

A la chita callando, Salinas de Gortari le asestó duro mandarriazo a Felipe Calderón. Le hizo declaraciones a Héctor Aguilar Camín sobre la relación comercial México-Estados Unidos; pero arrancó de modo más que elocuente: parafraseó el protocolo de presentación de Alcohólicos Anónimos: “Me llamo Carlos Salinas de Gortari y soy desempleado…”, dijo. Y luego se quejó de que “alguien” les quitó las pensiones a los expresidentes…

Lo dicho: Ricardo Salinas Pliego se prepara para intentar ser el Milei mexicano. Progresivamente radicaliza su perfil ultraderechista. Al ritmo que van sus fracasos económicos, sin embargo, quizá llegará al poder en la condición de un desdichado ganapán. En un solo día perdió por transa casi la mitad de su patrimonio, cinco mil de doce mil millones de dólares… 

aurelio.contrafuego@gmail.com

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente responsabilidad del autor y no reflejan necesariamente la postura o el pensamiento de “Al Margen”. La empresa periodística se deslinda de cualquier comentario o punto de vista emitido en este texto, ya que estos corresponden al criterio personal del articulista. 

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