+ Diputados sin proyecto, la triste constante
Dicen los diputados, en halago propio, que la LXI Legislatura del Congreso local “pasará a la historia” por ser la que concretó la transición a la democracia. En el remoto caso de que eso fuera cierto, sería tristísimo el destino que están teniendo los principales dirigentes camerales. Ninguno de ellos pinta para un futuro prominente. Y ninguno de ellos parece ser digno de la trascendencia propia, de quien en verdad es parte de momentos históricos. Vale la pena revisar por qué.
En efecto, dos personajes dan cuenta exacta de cómo las circunstancias no necesariamente hacen a un político. Uno de ellos es el presidente de la Junta de Coordinación Política, el perredista Emanuel Alejandro López Jarquín, y otro es el coordinador de los diputados del PRI, Francisco Javier García López. Uno y otro se fueron con la finta de que con el solo hecho de pertenecer a alguno de los órganos directivos del Congreso local los enfilaría, en automático, a otros cargos públicos.
No tomaron en cuenta que la política pocas veces premia las casualidades o los falsos liderazgos, y que en estos tiempos de laxitud política hace falta mucho más que ser “pastor” o “líder parlamentario”, para abrir brecha en el futuro político. En esto, la gris gestión de cada uno de ellos habla por sí sola, y da cuenta de cómo hoy es una mentira que “por compromiso” hayan decidido terminar su periodo como legisladores locales.
Vayamos primero al caso de García López. Éste llegó a la coordinación de la bancada priista respaldado por los reductos del ulisismo que aún tenían fuerza dentro del partido. Sólo que desde el principio, ese “liderazgo” al interior del PRI fue muy relativo, debido a varias circunstancias. Una de ellas, esencial, es que durante el primer año legislativo, el entonces coordinador Martín Vásquez Villanueva permitió que cada diputado priista actuara y decidiera según sus intereses. Ello generó una división dentro de la bancada, entre los priistas aferrados y los que de plano se echaron en brazos del gobierno estatal para dar sus votos a cambio de obras, recursos y privilegios.
Esa circunstancia fue determinante para que, en el segundo año legislativo, cuando la coordinación de la bancada recayó en García López por una presión política, la unión del la bancada fuera poco más que relativa. Cuando menos la mitad de los diputados del PRI no atendieron nunca los dictados de su dirigente, y sólo votaban en bloque cuando las negociaciones institucionales y privadas no eran suficientes para conseguir los objetivos (confesables y no) que se habían planteado.
Sin embargo, en términos formales García López era el coordinador de los diputados del PRI, y por eso habría de entenderse, casi por razón natural, que también tendría preferencia en la designación de candidatos a diputados y autoridades municipales, y que parte de ese privilegio podría recaer sobre él mismo para conseguir, de trámite, la postulación que le permitiera su continuidad en la escena política, ahora como Alcalde. ¿Por qué no lo consiguió? En realidad, fueron dos circunstancias que no debemos dejar de ver.
La primera es la personal. Pues digan lo que digan, lo cierto es que la bancada priista de la LXI Legislatura local ha sido, por mucho, la más plegada a los intereses gubernamentales, y una de las menos visibles en capacidad, propuesta y liderazgo político de la entidad. Por eso, si en general el PRI perdió la oportunidad de convertirse en una oposición vigorosa en estos casi tres años, en gran medida la responsabilidad de eso recae en sus representantes populares, que nunca tuvieron la convicción ni las ganas de no darse a los intereses del gobierno.
La segunda es una circunstancia política. Pues García López, en su estatura actual, no es sino una hechura del ulisismo que si en una región del Estado perdió fuerza, fue en el Istmo de Tehuantepec. Allá, los grupos opositores al del ex gobernador Ruiz dentro del mismo PRI, son los que finalmente tuvieron la venia para decidir sobre municipios como Juchitán de Zaragoza, por donde finalmente quería ser postulado García López.
Por eso, en el momento de las definiciones fue atajado de forma categórica por esos grupos priistas que no le permitieron el paso ni siquiera como precandidato. Sin embargo, si de verdad hubiera crecido políticamente y tuviera la estatura necesaria para no ser desplazado, no tendría por qué andar justificándose, hoy, afirmando que por “responsabilidad” se quedó en su cargo, y no por no tener de otra.
LA HISTORIA PERREDISTA
Alejandro López Jarquín llegó a la coordinación de los diputados del PRD, y a la Junta de Coordinación Política, también por una circunstancia. Cuando Carol Antonio abandonó su curul, en el PRD se enfrentaron a la triste realidad de tener muy pocas opciones para reemplazar al istmeño. El único que tenía cierta presencia (aunque el hecho de tener, no significa tener mucho) era López Jarquín. Por eso, en él recayó la conducción de la bancada y también la responsabilidad de la Jucopo.
Jarquín es eteco, y por eso no queda claro de dónde le nació el “arraigo” por Xoxocotlán, un municipio receloso, al que no pertenece, en el que no tiene presencia y que, además, está lleno de vicios y problemas. Intentó, sin ningún decoro, hacer presencia para luego convertirse en candidato por la coalición. Sólo que, como en el caso de García López, otros grupos se impusieron y son los que finalmente van a decidir el futuro político en esa demarcación. Este fue otro caso en el que la estatura no fue suficiente y el crecimiento político fue mínimo. Por eso, hoy en un intento de justificarse, también dice que prefiere terminar con la “responsabilidad” de la Presidencia de la Jucopo a irse de candidato… aunque en el fondo lo que hace es resignarse a que no le queda de otra.
PROSELITISMO ELECTORAL
Qué maldición que Oaxaca sea tierra de recurrentes prácticas de mapachería electoral. En la prensa de la Ciudad de México circula la versión de que el director de Liconsa, el oaxaqueño Héctor Pablo Ramírez Leyva protege a operadores electorales como Esaú López Quero (líder de la Juventud Popular de la CNOP) a quien nombró como director de Liconsa en Oaxaca, y que antes de las denuncias del PAN en Veracruz ya había sido denunciado ante la Fepade por utilizar los beneficios sociales para fines electorales. No lo cesó, dicen, sino que lo mandó a Puebla a trabajar con otros operadores en aquella entidad. ¡Vaya remedio! ¿Será?