Carlos R. Aguilar Jiménez.
Están por cumplirse 50 años de los trágicos acontecimiento de Tlatelolco, del conflicto entre estudiantes comunistoides y gobierno federal, que el 2 de octubre de 1968 terminó con cientos de muertos y también acabó con el Principio de Autoridad que hasta entonces se ejercía en México, porque si bien es cierto que no se justifica ninguna muerte en conflictos ideológicos, en algunos casos no queda opción, como sucedió durante la II guerra mundial cuando para vencer a Hitler fue indispensable enfrentarse a muerte contra sus despiadados ejércitos o en México, para derrocar a P .Díaz fue indispensable una revolución armada en la que murieron cientos de miles.
Por supuesto que no se justifican los muertos de Tlatelolco ni de ningún otro lugar, pero tampoco se justifica que los estudiantes en lugar de estar en salones de clase, estuvieran tratando hacer de México un país comunista al estilo cubano, asaltar la Secretaría de Relaciones Exteriores, boicotear las Olimpiadas Mexico 68 o lo que hayan pretendido, porque la obligación de todo estudiante es estudiar, porque supongo a eso los envían a la escuela sus padres, que han de sacrificarse para darles de comer y todo lo que necesitan mientras se forman académicamente, no a crear comités de huelga, convocar revoluciones, protestas o alzamientos sociales; pero, como haya sido, justificable o no, lo que en realidad trascendió política y socialmente después del 68, que dicen no se olvida, aunque la inmensa mayoría ni hubiera nacido hace medio siglo, es que se acabó, liquidó para siempre con la autoridad, la gobernanza, gobernabilidad y respeto, porque después del 2 de octubre del 68, todos los presidentes y demás autoridades que siguieron nunca más intentaron aplicar la ley a infractores o líderes que argumentan sus demandas o abusos son para dizque beneficio social, así que el Gobierno desde el 68, para no ser calificado de represor, tirano, déspota, autócrata o arbitrario, prefiere que las demandas, exigencias, delitos, abusos, arbitrariedades y lo que se haga fuera de la ley y debe ser sancionado o regulado, suceda libre e impunemente, porque es más cómodo dejar que acontezca cualquier cosa que resolverla recíproca y legalmente, para unos es más fácil destruir, gimotear u bloquear calles y para otros soslayar, en una dinámica política de impunidad que desde hace medio siglo socavó y derrumbó la Autoridad, porque ahora ya los maestros no pueden castigar alumnos, los padres no pueden regañar a sus hijos, los perros o alimañas tienen derechos casi como humanos y cada quien o grupo hace lo que quiere porque no hay gobernante, padre de familia, educador, director o simple policía, que con autoridad y Don de mando aplique la ley, porque lo condenarán como represor o abusivo y de inmediato aparecerán los Derechos Inhumanos que se dedican a defender delincuentes y líderes corruptos, antes que hacer respetar el derecho humano que todos tenemos a que se aplique la ley y justamente se castigue a los infractores, así sea un presidente o algún dizque estudiante que se dice redentor social y después es un adinerado convertido en lo que más odiaba, como los de aquel fatídico 68, que no olvidan los de odios largos.