Alianza opositora: la alternancia, ¿y nada más?

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+ Desafío: bajar la pobreza y subir la democracia

Hasta ahora, todos los intentos por emprender y consolidar la llamada “Reforma del Estado” en Oaxaca, han sido banales, simulados o infructuosos. Hoy, cuando de nuevo la guerra por el poder está desatada, todos los partidos y aspirantes a la gubernatura hablan nuevamente de la democracia, el combate a la pobreza y la urgencia del desarrollo. Sólo que nadie ha mostrado disposición a explicar cómo, y en qué aspectos sustantivos, estará dispuesto a lograr tales misiones, y particularmente la de la democracia.

El asunto no es menor: hoy, cuando se encuentra prácticamente fraguada la alianza de partidos de oposición, en ella todos sus protagonistas se rasgan las vestiduras asegurando que esa será la pauta para el cambio democrático que necesita la entidad. Habría que comenzar a distinguir, en sus puntos más finos, en qué se diferencian la transición a la democracia, y la alternancia de partidos. Nadie en las fuerzas políticas y entre los aspirantes a la gubernatura, hasta ahora, se ha atrevido a abordar el asunto.

Existen, sin duda, diferencias sustanciales entre esos dos términos, y el caso de la democracia mexicana ofrece diversos ejemplos precisos de uno y otro. Pareciera una paradoja, pero a nivel federal ha ocurrido una transición democrática progresiva —por momentos a un grado de lentitud desesperante— que no necesariamente fue determinada por la alternancia de partidos en el poder presidencial.

¿Por qué? Porque la transición democrática que ocurre en México, no comenzó ni terminó con el arribo de Vicente Fox a la Presidencia y, de hecho, su presencia en el ámbito político fue un obstáculo y un fracaso para la democracia que va más allá de lo electoral. Esa transición democrática, pactada y paulatina, comenzó a ocurrir cuando se dieron hechos trascendentales, como la ciudadanización del Instituto Federal Electoral, el fortalecimiento a la independencia del Poder Judicial de la Federación, y la diversificación de las fuerzas políticas representadas en el Congreso de la Unión.

El problema, en el ámbito federal, es que el inicio de esa lentísima transición democrática, trajo como consecuencia una alternancia de partidos en los poderes federales –Ejecutivo y Legislativo- que no ha sido bien comprendida, y que tampoco ha servido como base para dar los siguientes pasos para la transición democrática.

Baste con ver que ninguna de las reformas trascendentales que se han planteado las fuerzas políticas nacionales —la fiscal, laboral, económica, petrolera y ahora política— ha podido transitar al menos parcialmente para adquirir la calidad de ley y, lo más importante, aplicarse. Todas esas reformas que se encuentran pendientes, tienen como común denominador las largas discusiones legislativas que no llegan a ningún lado, la excesiva mesura de los partidos, y la preponderancia que le dan todos a sus propios cálculos e intereses partidistas.

Así, ninguna reforma transcendental ha podido ocurrir tras nueve años de gobiernos federales panistas. Pero tampoco ha contribuido a eso, que el Congreso tenga mayorías relativas de Acción Nacional, del PRI o composiciones más heterogéneas. Es decir, que de todos modos el proceso de transición democrática se encuentra detenida en el país, y no existen visos de que algo trascendental pueda ocurrir para cambiar el estado de cosas en el mediano plazo.

¿Y OAXACA?

Ese referente federal, es preciso ser comprendido en Oaxaca porque aquí el atraso es todavía mayor. Esto, dicho en otras palabras, podría establecerse del siguiente modo: aquí, los poderes del Gobierno se encuentran supeditados por completo a la figura del Gobernador. El Poder Judicial no tiene independencia alguna respecto al Ejecutivo, y el Legislativo tiene una mayoría abrumadora que lo lleva exactamente al mismo punto de supeditación. Así, explicada la situación política de la entidad muy a grandes rasgos, ¿cómo hablar de democracia?

El problema, en realidad, no radica solamente en que los candidatos a la gubernatura, y sus partidos, aseguren que con la sola alternancia en el poder podrá ocurrir una transición a la democracia en Oaxaca, sino sobre todo en que éstos evaden cualquier planteamiento lógico y coherente sobre el asunto. Tal parece que no saben cómo conducir un proceso de esa naturaleza, o que precisamente se encuentran empecinados en que esa transición sea sólo discursiva, pero no real en el ejercicio del poder.

En un primer momento, quien asegure que la transición a la democracia ocurrirá con la sola alternancia, está totalmente equivocado. Dicho proceso tendría, en primer término, que estar enmarcado en una dominación opositora de los poderes Ejecutivo y Legislativo, y en la existencia de un planteamiento claro y aceptado desde ahora, de cómo tendría que ocurrir dicho proceso. Nadie sabe si en estas elecciones próximas, que serán las primeras concurrentes, podría ocurrir un triunfo opositor tanto en la gubernatura como en el Congreso del Estado. Y, además, el plan de transición democrática simplemente no existe.

El problema, en el otro escenario, es todavía más grave: ¿Qué haría un proyecto opositor que alcanza el poder y comienza a ejercerlo en las concentraciones actuales que existen? Seguramente, estaría decidido a no cambiar nada. El problema es que la ralea de buena parte de quienes hoy pretenden encabezar la alianza opositora, es justamente priista. Es decir, que todos traen, de un modo u otro, al tricolor en la sangre, y que un triunfo opositor en esas circunstancias les daría una doble legitimidad para continuar ejerciendo el poder del modo en como se hace hasta ahora.

TODOS CALLAN

Esta tendría que ser una discusión urgente y fundamental entre todos los que aspiran a alcanzar el poder gubernamental en Oaxaca. Sin embargo, todos prefieren omitir el tema porque saben que lo más cómodo y sencillo es seguir gobernando del mismo modo en como se hace, y únicamente envolverse en una casaca partidista distinta a la actual. Incluso, quienes se sorprenden, desde el oficialismo, por la aparición de alianzas como la que aquí ocurre, deberían voltear a ver en qué condiciones democráticas se ejercer el poder, y cómo ello se presta para que la manipulación haga su trabajo y sus detractores digan que van a propiciar la democracia, pero reservándose el cómo y el para qué. Esta es una feroz guerra por el poder, no por la democracia.

almargen@tiempoenlinea.com.mx

almargenoaxaca.wordpress.com

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