Reforma Política: ¿por qué son insuperables los enredos?

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+ Reducción del Poder Legislativo jamás será solución viable

Han pasado casi cinco meses desde que el presidente Felipe Calderón Hinojosa presentó un decálogo en el que resumió su proyecto de reforma política. Esa iniciativa de ley, que fue presentada a destiempo y sin cuidar las formas políticas básicas entre los poderes Ejecutivo y Legislativo federal, ha transitado por el camino que desde el principio se trazó. Es decir, el del fracaso. Mientras tanto, el Congreso de la Unión ha seguido haciendo alarde del inmovilismo y los vicios que lo han caracterizado desde hace tiempo, y se mantiene en un nivel de discusión intrascendente, improductiva y bizantina que resulta hasta preocupante.

¿De qué hablaba el famoso decálogo de la reforma política propuesto por el presidente Calderón? Proponía, entre otros aspectos, la reelección de gobernadores, alcaldes, y jefes delegacionales del DF, lo cual permitiría ejercer proyectos a largo plazo y un periodo de 12 años.

Contemplaba también la elección consecutiva de legisladores federales hasta por 12 años. La reducción del número de legisladores en el Senado y la Cámara de Diputados para dar “mayor eficiencia y evitar uso dispendioso de recursos”. Así, el Senado constaría de 3 senadores por cada entidad, para quedar en un total de 96. En el Congreso se reduciría a un total de 400, 240 por mayoría relativa y 160 por representación proporcional.

Además, proponía elevar a 4 por ciento obligatorio el registro nacional de votos para que un partido político pueda registrarse y mantenerse. Ampliar la participación e iniciativa ciudadana para que incidan en los procesos legislativos y puedan proponer puntos en la agenda. Ampliar derechos de ciudadanos para incorporar candidaturas independientes a todos los cargos de nivel popular. Sistema de elección presidencial por mayoría absoluta, habría segunda vuelta de no obtener más del 50% de los votos y se realizaría junto con las elecciones legislativas. Dotar de mayor poder a la SCJN para que presente iniciativas de ley en el ámbito de su competencia.

Facultar al Ejecutivo para presentar al inicio del Periodo de Ordinario de sesiones, dos iniciativas preferentes, las cuales se discutirían y votarían antes de concluir dicho periodo. En caso de no cumplir esto, se considerarían aprobadas. Establecer de manera expresa el proceso de legislación que permita el diálogo entre Ejecutivo y Legislativo, figura de reconducción presupuestal. Es decir, todo un rosario de buenas intenciones que, valga decirlo, de entrada sólo provocó un enredo en la discusión legislativa de la reforma, y que hasta hoy ha sido un proyecto fracasado.

Pues bien, al terminar la semana un grupo de diputados federales del Partido Acción Nacional optaron por darle una vuelta más a este enredo. En voz del ex gobernador de Jalisco, Francisco Ramírez Acuña, propusieron eliminar completamente la figura de la representación proporcional, para dejar únicamente a 300 legisladores federales en la Cámara baja, y 64 senadores en la Cámara alta. Con esto, según ellos, pretendían eliminar los problemas de la masificación del Poder Legislativo, se atendería el reclamo de la sociedad y se reportaría un ahorro importantísimo de recursos económicos. Lo cierto es que, como siempre, hicieron más grande un problema que no se resuelve ni tiene como tema de fondo la reducción del Congreso federal.

TODOS, ENREDADOS

Dos son los cuestionamientos fundamentales e identificables de la figura de los legisladores locales y federales en el país: la sociedad les reprocha, fundadamente, su falta de productividad y eficacia. Y sobre todo, les reprocha el alto costo que ellos le generan al país, a cambio de una productividad deplorable. Como puede verse, de entrada, estos reclamos ciudadanos no se resuelven con la sola disminución numérica de ese poder. Veamos por qué.

El primero de los reproches tiene que ver con un asunto estrictamente delimitable. Los diputados y senadores responden siempre tarde y mal a los problemas del país, y pierden cantidades importantes de tiempo discutiendo temas partidistas, de coyuntura, y los llamados “políticamente correctos”; pero es, en realidad, muy poco lo que hacen por cumplir en tiempo y forma con los reclamos de fondo planteados por la sociedad, y con los asuntos urgentes que demanda la nación.

El segundo de los reproches, es también delimitable. Si un diputado o senador produce poco, aporta poco, discute mucho, debate poco; y, sobre todo, resuelve casi nada a favor de la nación, entonces el salario que devenga, cualquiera que éste sea, es demasiado para su baja productividad. A esto se suma que, en efecto, los diputados y senadores no sólo tienen un salario altísimo, sino que además gozan de innumerables privilegios, ayudas y prerrogativas, que mensualmente le genera, a cada uno, ingresos superiores a los 150 mil pesos, haciendo un cálculo por demás mesurado.

Si esto es así, ¿entonces la solución es reducir el número de diputados y senadores? Evidentemente no. Achicar el tamaño de las cámaras en el Poder Legislativo, lo único que generaría es que las mismas discusiones bizantinas, las mismas pérdidas de tiempo y la misma baja productividad, ahora recayeran en la responsabilidad de menos legisladores. Y, al contrario, la reducción del Legislativo sí provocaría una deslegitimación de las decisiones que se tomaran en las cámaras federales. 364 personas, por mucho que sean representantes electos democráticamente, son insuficientes para tomar las decisiones de un país que tiene más de 100 millones de habitantes.

¿Y una reducción resolvería el problema del dispendio? Evidentemente no. Reduciría el gasto, pero el problema real no es ese, sino que así fuera un solo diputado y un solo senador, éstos ganan demasiado para el deplorable desempeño y productividad que reportan. Así, la solución no es reducir el número de legisladores, sino más bien reducir sus privilegios. Si están en las cámaras como parte de un compromiso por el país, que lo demuestren desproveyéndose de la imagen patrimonialista y de privilegios que hoy ostentan.

EQUIVOCADOS

Sin embargo, nadie parece verlo así. Y más bien, todos se apuntan a nutrir la demagogia que pretende resolver los problemas… pero sin resolverlo. Si estos temas no se discuten con seriedad, lo único que se logrará es justamente engrandecer los males que ya afectan a la nación.

almargen@tiempoenlinea.com.mx

almargenoaxaca.wordpress.com

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