+ Descomposición social real: en ese hecho tenemos la muestra
La mañana del lunes, varias docenas de árboles recién plantados en la más céntrica de las zonas de la capital oaxaqueña, aparecieron trozados y “macheteados”. Esto, independientemente del daño a la ecología que significa, es sobre todo una demostración implacable de la descomposición social real que existe en Oaxaca, del libre desafío a la autoridad y la ley, y de la escasa efectividad que demuestran quienes tienen la tarea pública de preservar el orden y la legalidad en los diversos órdenes de gobierno involucrados. Hechos como este, debían dolernos y preocuparnos a todos los oaxaqueños.
¿Qué ocurrió exactamente? Que la mañana del lunes, se calcula que entre las cinco y seis de la mañana, varias docenas de árboles de tipo fresno, macuil y primavera que se encontraban plantados a lo largo de varias cuadras recién remodeladas de la avenida José María Morelos, en pleno Centro Histórico, aparecieron con visibles marcas de haber sido trozados con las manos, y otros rebanados con instrumentos tales como cuchillos o machetes.
El hecho resultó preocupante, en un primer momento, por varias razones. Primero, porque esos especímenes vegetales representaban el ánimo ciudadano y gubernamental por preservar y restaurar la imagen ecológica en el Centro Histórico. Segundo, porque cada uno de esos árboles, tiene un valor en el mercado de alrededor de mil pesos, que habrían sido cubiertos en conjunto particulares y el gobierno. Y tercero, que es lo más grave, porque ante el hecho resultó que ningún ciudadano —transeúnte, vecino o automovilista— vio, ni se percató, de tan abominable acto.
En esto, el primer alegato que se esgrimió, fue el relativo al daño ecológico. Si bien la tala o afectación a cualquier arbusto significa un daño al medio ambiente, también es claro que, en este caso, eso parece ser lo de menos. ¿Por qué? Porque dichos ejemplares eran parte de una cuestión ornamental de la imagen urbana, que también buscaban comenzar a fomentar un equilibrio entre la presencia de cemento, banquetas y asfalto, y los escasos espacios que dejaron para la presencia de este tipo de seres vivos.
Así, lo de menos sería que la autoridad hubiere capturado en flagrancia a los responsables, para consignarlos ante la instancia competente, para obligarlos a reponer los árboles dañados. O que, en su caso, fueran los mismos organismos públicos y privados que inicialmente invirtieron para su compra y plantación, quienes realizaran una inversión. Es decir, que reponerlos es lo de menos.
El problema, en realidad, inicia cuando uno comprende el mensaje de fondo que, involuntaria o deliberadamente, quisieron enviar los que perpetraron la acción. Quien cometió esos actos, sabía que independientemente de la hora en que lo hiciera, no sería castigado por la autoridad, ni condenado, o denunciado, por la ciudadanía. Es decir, sabía que aquí se puede hacer cualquier cosa, cobijado por el amplio manto de la impunidad. Eso fue exactamente lo que ocurrió. Y eso, que es algo en lo que muy pocos parecen haber reparado, es lo que se aparece como lo más grave de todo este asunto.
FOMENTO A IMPUNIDAD
Así, podemos entender que lo grave de todo esto no es sólo la destrucción de los arbustos o el posible daño ecológico que esto provoca. Lo preocupante, en realidad, se encuentra en el hecho de que quien lo hizo, demostró un profundo desprecio por la ciudad, y una declarada burla a la autoridad, a la ley, y a cualquier cosa que se pudiera hacer desde las trincheras ciudadanas.
¿Por qué? Porque todo esto ocurrió a la vista de todos, a escasas dos cuadras del Zócalo citadino, y a menos de cinco del Palacio Municipal y el Cuartel General de la Policía de la capital oaxaqueña. El acto vandálico no pudo ocurrir en unos cuantos segundos: esto porque no fue uno ni dos, sino varias docenas de árboles las que fueron trozados, a lo largo de varias cuadras, en una de las arterias viales más transitadas e importantes en el Centro Histórico.
Lo más grave de todo, es que nadie vio nada; la autoridad no fue capaz si quiera de sospechar sobre los responsables. Y quien lo hizo, dejó constancia de que aquí la norma escrita vale lo mismo que la letra muerta, que las insignias de la autoridad tienen el mismo peso y la efectividad de quienes viven en el descrédito y el anonimato, y que, por todo eso, la ciudadanía se siente insegura e incapaz de señalar, de denunciar y de condenar, por el temor mismo que le genera el estar a merced del vandalismo y la impunidad.
Así, lo que pasó el lunes con esos árboles, mañana puede ocurrir con las ventanas de las casas o los comercios, con los automóviles estacionados, o con cualquier cosa que se encuentre en la vía pública. Si la autoridad no vale, si la ley es vilipendiada, si la impunidad prevalece, y si nadie tiene el valor suficiente como para hacer frente a quienes destruyen, entonces existe la entera posibilidad de hacer, a placer, lo que les venga en gana.
Frente a hechos como este, deberían reflexionar todos aquellos que han tenido excesivas complacencias con quienes quebrantan la ley. ¿Cómo no pensar hoy que se puede hacer lo que sea, si frente a hechos como los del 2006, nadie pagó ante la justicia? ¿Cómo tener respeto a la ciudad, a la ecología, a la autoridad y a la ley, si tanto el gobierno como los grupos de lucha social, se han encargado de demostrar el profundo desprecio que le tienen a la ciudad? ¿Cómo no pensar en que todo puede quedarse en el marco de la impunidad, cuando es eso lo que han fomentado sostenidamente desde hace tiempo en Oaxaca?
El hecho queda ahí. Es una afrenta contra la ciudadanía y contra la ecología. Es una burla directa hacia la autoridad, que ahora, como siempre, busca evadir sus responsabilidades. Es un pequeño resultado de todo lo que antes ha ocurrido. Y es una demostración fehaciente de las bajezas que se pueden cometer libremente, a plena luz del día, y en cualquier lugar, en una ciudad tan engañosamente tolerante, como lo es Oaxaca.
NUEVOS PRIISTAS
Además de las ofertas que recibió el ahora ex panista Pablo Arnaud, se debe añadir que su esposa, Laura Bustamante, aparecería nada menos que como candidata a una de las dos sindicaturas del Municipio de Oaxaca de Juárez, en la fórmula priista que encabeza Beatriz Rodríguez Casasnovas. Una congruencia muy convenenciera la de los ex panistas.
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