+ Bustamante Underwood, tan responsable como Hernández Fraguas
Nadie duda que Miguel Ángel Bustamante Underwood sea un oaxaqueño responsable y preocupado por la ciudad; nadie, del mismo modo, podría poner en duda su interés por hacer una gestión municipal decorosa, ahora que tiene ese privilegio en las manos. Nadie duda de sus ganas de gobernar la ciudad. Sin embargo, hoy queda claro que la administración municipal es mucho más que una tarea que se realiza por encargo, y en la que, por los cuestionamientos, existen varios responsables más que quien ahora está dando la cara por ellos.
Bien dice la sabiduría popular que no tiene la culpa el indio, sino quien lo hace compadre. Y es que en el caso del desorden en que se encuentran tanto el Ayuntamiento como la capital oaxaqueña, es consecuencia no sólo de la falta de experiencia, determinación y capacidad de organización de quien hoy está al frente del Municipio de Oaxaca de Juárez. Lo es, fundamentalmente, de quienes se encargaron de hacerse ajenos a esos problemas cuando estuvieron en sus manos, de quienes vieron en la Presidencia Municipal una responsabilidad que, por ser menor, era fácilmente reemplazable, y de quienes definieron —formal y tácitamente— el nombre de en quién recaería la responsabilidad de concluir la actual administración.
En el Ayuntamiento citadino, esta ha sido una historia reiterada: en el trienio anterior, ocurrió exactamente lo mismo que ahora. Al acordarse la dimisión de Jesús Ángel Díaz Ortega del cargo de Presidente Municipal, el priismo trató de hacer pasar por válida la idea de que con ello se atendía el reclamo ciudadano, respecto a la ausencia de gobierno municipal durante el conflicto magisterial y popular de 2006.
El problema, en ese cambio, es que el reemplazo del Edil se hizo no respetando el mandato de la planilla de candidatos por la que votó la mayoría de los oaxaqueños, sino más bien “tirando líneas” desde los más altos círculos del poder, y atendiendo a los pactos internos del grupo gobernante —en los que se dio cabida a los intereses de la facción, se acordó el nombre del sustituto, y se estableció la agenda para cumplirse en lo que restaba de la administración—, pero sin tomar en cuenta si el elegido era la persona adecuada para ejercer esa función.
Evidentemente, Manuel de Esesarte Pesqueira —al igual que Bustamante— seguramente era un hombre bien intencionado, pero sin la preparación y el sustento suficiente como para conducir la demarcación. En los meses que a él le tocó encabezar el Ayuntamiento, éste, como ahora, también se convirtió en un caos: mientras los encargados de cumplir con la “agenda” hacían su trabajo (que consistía en temas altamente impopulares, pero de grandes beneficios económicos, como el de la instalación y validación de los parquímetros), el Presidente Municipal daba bandazos un día sí y el otro también, al demostrar un alto grado de desconocimiento de los asuntos y los problemas del Ayuntamiento, al no poder ejercer un liderazgo real entre los integrantes del Cabildo, y al servir esencialmente como justificador de los asuntos que le habían encargado, pero sobre los cuales no tenía capacidad alguna de decidir, e incluso ni siquiera de aplicar un criterio propio.
MUNICIPIO OLVIDADO
Sin embargo, el municipio de Oaxaca de Juárez está lleno de paradojas. Hoy, pareciera que ningún ciudadano recuerda que en alguna ocasión, Díaz Ortega gobernó la capital, y que fue quien lo recuperó para el priismo, luego de una casi una década en manos de los partidos de oposición; del mismo modo, a pesar de lo cuestionable que fue su gestión, hoy Manuel de Esesarte es un flamante diputado federal del PRI que se ha caracterizado fundamentalmente por haber aportado nada tanto a su partido, como al trabajo legislativo de la bancada tricolor.
Por otro lado, Beatriz Rodríguez Casasnovas, pudo haber cumplido con la misión de gobernar y servir a la capital como presidenta municipal, pero no se sabe si por soberbia o por suficiencia, cuando pudo no quiso hacerlo, y ahora que quiso le fue negado. Pocos lo recuerdan, pero ella fue la suplente en el cargo de Edil de Díaz Ortega; pero en diciembre de 2006, cuando se acordó su dimisión, ella repudió el cargo argumentando que cumplía tareas importantes en la Secretaría de Turismo. Si de lo que se trataba era de servir a los oaxaqueños —como lo aseguró durante su malograda campaña reciente—, parece inexplicable, entonces, por qué ahora sí pretendía ocupar un cargo que antes ya había rechazado.
Lo peor de este asunto, es que hoy de nuevo ocupa el cargo de Edil, alguien que ni se preparó, ni tenía los elementos, y probablemente ni siquiera tenía interés en serlo. Por si fuera poco, se repite la historia de quien deja botado el Ayuntamiento en busca de intereses fatuos, y al final termina vilipendiado y arrinconado, en cargos y posiciones políticas de menor importancia. En el primero de los casos, eso fue lo que ocurrió con Manuel de Esesarte y es lo que ocurre hoy con Bustamante; y en el segundo, es lo que ocurrió con Díaz Ortega, y ahora se está repitiendo con Hernández Fraguas.
El problema, en todo esto, es que es Oaxaca quien paga las consecuencias. Nadie se acuerda en ir a reclamar no al que enfrenta, sino a quien dejó pendientes los problemas de la capital. Es inaudito que un cargo de tanta relevancia como el de Presidente Municipal, sea minimizado —y casi ninguneado— al generar figuras de “encargado”, que no sirven más que para agudizar los problemas, y (literalmente) administrar una demarcación que, todos los días y en todos los casos, se debería gobernar.
Dejar a los “cuates” en el cargo que se deja, puede resultar muy conveniente. Así no habrá problema por cuestionamientos, por revisiones, o por obstrucciones en la limpieza de la casa. Lo malo es que con ello demuestran lo poco que les importa su responsabilidad y, ante los resultados electorales, las nulas ganas que tienen de hacer positivo, más allá de lo partidista, por la capital oaxaqueña.
DISPUTA ESTÉRIL
Materialmente, a José Antonio Hernández Fraguas “le soltaron a los perros”. La guerra de baja intensidad que hoy resiente, desde la misma trinchera priista, responde a que sus enemigos y detractores internos de siempre, ahora sí ya abandonaron la hipocresía. Lo peor, es que esos malquerientes no reparan, respecto a sus mercenarios, en que, como dice otro refrán, “cuando la perra es brava, hasta a los de casa muerde”. Aguas.
almargen@tiempoenlinea.com.mx