+ Historia: plagada de complots y miedo a la izquierda
Corre siempre como uno de los fantasmas políticos, que hasta se ha convertido en lugar común de quienes se dicen perseguidos, que es por disposición expresa de los intereses que dominan a Estados Unidos de Norteamérica, que en todos los países de América Latina deben evitarse lo más posible los triunfos de las fuerzas de izquierda radicales, pero que particularmente esa disposición debía hacerse patente en México, para evitar que las tendencias de ese tipo de desbordaran libremente sobre todo el centro y sur de nuestro sufrido continente.
Ese era el argumento de todos los que, en otros tiempos, condenaban la permanencia y la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional y su intolerancia hacia otras corrientes políticas, y fue el argumento del que se valieron todos aquellos que, desde 2005, y en los años siguientes, aseguraron que había existido un complot de intereses nacionales e internacionales, en contra de la causa del entonces jefe de gobierno del Distrito Federal, y aspirante por el Partido de la Revolución Democrática a la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador.
En un primer momento, fue hasta motivo de guasa aquello del complot. La forma de hablar, propia de los tabasqueños, llevó a López Obrador a asegurar que en su contra había un “compló”. Fue asimismo lugar común hacer broma de la forma y no del fondo, de un argumento que además no parecía del todo objetivo, y más bien parecía ser la justificación de los propios errores y la corrupción que entonces se revelaba de funcionarios del gobierno que encabezaba el aspirante presidencial.
¿Por qué hablaba López Obrador de un complot? Porque, ante el descubrimiento de los video escándalos, y el inicio del proceso judicial que se le seguía, y que terminó con su desafuero e inminente procesamiento judicial —que, además, lo tuvo a punto de la aprehensión, y por ende su “eliminación” del proceso electoral presidencial de 2006—, el tabasqueño aseguraba que eso era una maquinación sistemática de algunos grupos mafiosos que querían impedir a toda costa que su proyecto político continuara la marcha que, entonces llevaba con toda seguridad, a la Presidencia de la República.
¿Por qué aseguraba eso? Porque él nunca se hizo parte de los actos de corrupción, y más sostuvo ante todos los cuestionamientos, que desconocía las actividades indebidas que realizaban algunos funcionarios de su administración o su partido político. Y denunciaba que todas esas maniobras tenían como fin descarrilar sus aspiraciones, e impedirles llegar a la presidencia de la República con el amplio respaldo popular que entonces contaba.
¿Por qué, en contraparte, no se le creía del todo? Porque ese argumento también tenía importantes rasgos de chovinismo. Es decir, de aquella actitud en la que uno considera que todos los males que se sufren, tienen origen en factores externos, pero sin asumir ningún tipo de responsabilidad, ni siquiera parcial, en uno mismo. Las aseveraciones de López Obrador respecto al supuesto complot, tenían mucho de eso. Asumir que todo era parte de una maquinación internacional para impedirle llegar a la Presidencia, era tanto como decir que todo era responsabilidad, o mentira, de sus enemigos (el “innombrable”, por ejemplo), pero que ni él ni sus colaboradores tenían culpa alguna por los delitos y fraudes que luego se descubrieron, y en los que, lo aceptara o no el tabasqueño, sí había una cuota importante de culpabilidad de sus cercanos, o de él mismo.
¿COMPLOT REAL?
Todo este tema resurgió, quizá tardíamente, porque hace apenas unos días el comandante y ex presidente de Cuba, Fidel Castro Ruz, aseguró que, en efecto, López Obrador había sido víctima de un complot internacional que le impidió llegar a la Presidencia de la República. Para algunos, esta fue la aseveración equivocada o fantasiosa de un hombre octogenario que, quizá, no sabía lo que decía. Pero si se asume esa declaración no como un hecho aislado, sino como parte de un todo que conlleva antecedentes importantes, entonces el Líder de la Revolución cubana podría no estar tan equivocado como parece.
Existen antecedentes claros de que en Cuba, a diferencia de otros países, sí existe información importante relativa a los procesos políticos del 2006 y sus implicaciones en el resultado de la elección. Si bien se recuerda, uno de los temas que más golpeó a López Obrador, fue el de los video escándalos.
Además de los videos en los que fue captado su Secretario de Finanzas, apostando cantidades millonarias, reiteradamente, en uno de los casinos más lujosos de Las Vegas, en Estados Unidos, semanas después se dieron a conocer otros videos en los que connotados perredistas (Carlos Imaz, Ramón Sosamontes y René Bejarano, entre otros) recibían cantidades millonarias de un hombre inicialmente desconocido, que luego resultó ser el empresario constructor de origen argentino, Carlos Ahumada Kurtz.
Eso generó uno de los más brutales golpes en contra de la causa lopezobradorista. Para todos sus adversarios políticos, esa era la prueba de corrupción que todos esperaban, y que nadie de los “pejistas” aceptaba. Cuando ello ocurrió, Ahumada huyó justamente a Cuba. Pero antes, había sido ayudado por oscuros personajes que fueron quienes lo asesoraron, y le abrieron las puertas de la televisión en cadena nacional, para que presentara las pruebas de los actos de corrupción que cometían los cercanos del Jefe de Gobierno.
Se asegura que en Cuba, Ahumada fue interrogado en largas horas de conversaciones por los servicios de inteligencia de esa Isla. Ahí quedó testimonio de todos cuantos actuaron para golpear a López Obrador. Quizá por eso, mejor que nadie el ex Mandatario Cubano sepa que, en efecto, confabularon intereses de todo tipo para tratar de frenar su cómoda llegada (porque era el puntero indiscutible) a la contienda electoral por la Presidencia de la República.
FACTORES INTERNOS
Sin embargo, creer a pie juntillas esa versión, es tanto como negar todos los errores que cometió López Obrador durante el desarrollo de la campaña presidencial. Ciertamente, los video escándalos lo minaron. Pero las propias encuestas de aquellos años reflejaron que eso no era suficiente para destruirlo. AMLO no llegó a la Presidencia por un conjunto de factores y no sólo por un complot. Ese daño auto infligido, debe quedar asentado al lado de la conjura internacional que pudo haber en su contra.
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