+ “Cambiar la ciudad”: una promesa gastada
Luis Ugartechea Begué debe asumir con seriedad el nada despreciable reto que tiene ante sí. Gobernar la ciudad de Oaxaca de Juárez, para nadie, ha sido una tarea fácil. Y si hoy considera que tiene a su favor el bono democrático conseguido por las fuerzas coaligadas de oposición en los comicios de julio pasado, también debe considerar que para el gobierno citadino esta no es la primera alternancia de partidos; que las viejas promesas del cambio repentino están ya superadas y corroboradas en el fracaso; y que la capital necesita mucho más que buenas voluntades o vocaciones democráticas, para funcionar de modo distinto —y mejor— al actual. La expectativa ciudadana y el reto de gobierno, en suma, son nada sencillos de solventar.
Pero vayamos por partes. Una cuestión que ha sido remarcada firmemente luego de saberse el resultado de los comicios del 4 de julio pasado, es que el equipo del gobernador electo, Gabino Cué, debe dejar de alimentar expectativas que son improbables de conseguir aún haciendo un ejercicio correcto durante los seis años de su gobierno.
El haber derrotado a un PRI que parecía invencible, el haber generado una idea de cambio sustancial en la forma de conducir el gobierno, la política y la gestión administrativa, y el tener un respaldo ciudadano determinante, fueron algunos de los elementos que alimentaron el llamado “bono democrático” del que hoy goza el gobernador electo Cué, y que, en términos sencillos, se enmarca en la idea de que, al inicio de la gestión, grandes porciones de la población tienen confianza en el cambio, y por eso creen en su gobernante.
Sin embargo, como hemos apuntado en otros momentos, esas expectativas altas y ese llamado “bono democrático” también pueden resultar contraproducentes. Si hoy amplios grupos de ciudadanos tienen confianza en que el gobierno será sustancialmente distinto, y mejor, que el actual; y que hará grandes e impactantes obras de beneficio social que hasta no se han realizado, entonces: o los ciudadanos tienen ideas desproporcionadamente altas sobre lo que verdaderamente puede hacer su gobierno; o éste alimentó ideas irrealizables para lograr que los habitantes les favorecieran con su voto. En cualquiera de los casos, sin y sin siquiera tomar en cuenta un mal ejercicio gubernamental, el resultado es el fracaso. Por la simple imposibilidad material de llegar a las metas.
Este es el riesgo que corre el gobierno de Gabino Cué. Pero es, en la misma, o quizá en más alta proporción, un bono democrático que en cualquier momento se puede convertir en un alto peligro para el gobierno municipal de Luis Ugartechea.
Porque contrario a lo que se ha dicho de los últimos gobernantes citadinos —como que son parte de una clase política pero no de los verdaderos habitantes de la capital, que les ha faltado arraigo, que no conocen los problemas de la municipalidad, o que desconocen cuál es el rumbo que los grupos influyentes de ciudadanos desean para su ciudad—, él sí es un oaxaqueño de arraigo; proveniente de una familia de importante tradición dentro de los altos círculos sociales de la capital; y que, por su ascendencia empresarial, se supone que tiene un conocimiento “a ras de piso” y sensible de esos problemas que ellos mismos han recriminado a sus últimos gobernantes.
Sin embargo, más allá de toda esa ascendencia social, empresarial y hasta política —hay quienes lo ven como un demócrata, o como un representante de las trincheras ciudadanas, aunque todo eso en realidad está apenas por verse—, el edil electo Ugartechea debe cuidar, en primer término, de no morder los anzuelos, y hacer suyas las recriminaciones, que él mismo ha lanzado tanto al gobierno actual, como a los anteriores.
PROBLEMAS ABUNDANTES
Oaxaca de Juárez es una monumental joya de la cultura y la historia para la humanidad, pero, sin duda, es también un paraíso lleno de problemas. Por lo menos en la última década, las administraciones municipales han luchado con problemas en común. Éstos, en términos sencillos, pueden resumirse en ambulantaje, una deficiente inversión destinada a obra pública, y líos aparentemente irresolubles con las vialidades, con la basura, y con la inseguridad. Esas, independientemente del color del partido, y de las buenas o malas decisiones que han tomado los últimos cuatro ediles, han sido las calamidades contra las que ha luchado el gobierno de la capital.
Por eso, el edil electo Ugartechea debería comenzar a enmarcar sus ofrecimientos, para hacerlos más cercanos a la realidad. Más allá de la demagogia política, deberíamos preguntarnos por qué hoy el gobierno del ausente José Antonio Hernández Fraguas tiene una deuda de más de 60 millones de pesos. La respuesta, dejando de lado las especulaciones partidistas, radica justamente en que éste gobierno hizo una inversión importante, que llegó hasta los préstamos, con tal de atender con obra pública a los sectores populares. Esta administración municipal hizo más obra pública, mucha más, que todas sus antecesoras.
Todo eso, evidentemente, no se paga con saliva. Cuesta mucho dinero que tuvo que salir de algún lado. Por eso, es un despropósito creer que, como lo dice, el nuevo gobierno invertirá el 70 por ciento del presupuesto destinado a obras, lo canalizará a colonias populares. Es cierto que éstas necesitan atención urgente en diversos rubros. Pero si canalizan tal cantidad de recursos a eso, entonces tendremos que estar preparados para no ver mejores obras de beneficio colectivo, es decir, de desarrollo urbano, por ejemplo, ejecutadas por el gobierno municipal. Quizá tendríamos también que acostumbrarnos hasta a los baches.
RIESGO LATENTE
Ugartechea tiene a su favor el emparejamiento de su gobierno con el de Gabino Cué, que también fue edil citadino, que conoce perfectamente esas y todas las calamidades antes descritas, y que hasta por decoro político tratará por lo menos de ya no seguir actuando con desdén hacia a la capital oaxaqueña, como ha ocurrido en los últimos años. Al contrario. Sin embargo, más allá de la ayuda que le provea el gobierno estatal, la próxima administración municipal debe enmarcar sus objetivos. Para no generar expectativas inalcanzables que, para el ciudadano, terminen siendo un fraude no sólo en lo que respecta al gobernante, sino también respecto a la alternancia y las ideas de cambio. Es decir, que en sus manos también está, en buena medida, el no generar más desencanto.
Pues sí mi querido Adrián
De suyo hay un déficit de inicio. Según los planificadores para poder atender los problemas y rezagos de Oaxaca necesitaríamos alrededor de 120 mil millones anuales. Apenas contamos con la tercera parte que nos envía buenamente la Federación. Y, ojo, eso no es poco. De todos modos no alcanza.
Y si no hay con qué, mucho está perdido de inicio. Alguien recordaba hace poco las tres estrategias de la guerra de Napoleón: Dinero, dinero y dinero.
Bueno tu comentario, mesurado
Una abrazo
C. Blas