Parálisis municipal: ¿Y los ciudadanos?

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+ Basura, muestra fiel de nuestra indolencia

El gobierno municipal de Oaxaca de Juárez, que encabeza el encargado del despacho de la Presidencia Municipal, Miguel Ángel Bustamante Underwood, no sale de una cuando está ya metido en otra. En los últimos meses ha enfrentado una ola interminable de turbiedades y problemas, que han entorpecido gravemente la prestación hasta de los servicios públicos más básicos. Es cierto que es deber gubernamental del Ayuntamiento atender los rubros que les mandata la Constitución y las leyes. Pero ante tanta ineficacia, y ante la realidad misma, debíamos preguntarnos dónde estamos, y qué responsabilidad asumimos los ciudadanos.

El asunto no es menor. Porque si bien es cierto que es alarmante el nivel de insuficiencia que ha mostrado el gobierno de la capital oaxaqueña, también lo es que los ciudadanos hemos desatendido, voluntariamente, algunos de los deberes mínimos que nos deberían corresponder ante ese cada vez más evidente vacío de autoridad que impera en las calles. Así, es cierto que el gobierno no es capaz de cumplir; pero ello no es óbice para que los ciudadanos simplemente nos lamentemos de la situación, pero sin tomar parte de estos problemas en los que también deberíamos tener cierto involucramiento.

¿Qué problemas son los que ha dejado de atender la autoridad? Tan sólo en los últimos meses, la autoridad municipal ha mostrado una importante falta de capacidad para atender rubros aparentemente tan controlados, como lo son el ambulantaje, el servicio de recolección de basura, la seguridad pública en las zonas más sensibles de la capital, e incluso los servicios de atención al usuario que directamente presta la administración municipal.

Es evidente que, en algunos casos, la acción ciudadana es poco útil cuando se enfrenta a factores reales de poder. Pero sí existen acciones que los particulares podríamos tomar no para suplir o justificar a la autoridad, sino para evitar incrementar los problemas que se crean a partir de la ineptitud de quienes deberían cumplir eficazmente con los deberes públicos. Sólo que, en este caso, los destellos ciudadanos no resultan ser la generalidad, sino más bien destellos aislados que, por su atomización, no alcanzan a servir de mucho.

Hace unos tres meses, en nuestra entrega del pasado 2 de junio, dimos cuenta de un problema aparentemente menor que, sin embargo, revelaba cuán degradada se encuentra la autoridad frente a los grupos que desean ponerla a prueba, y de qué tamaño es también el desdén ciudadano.

En aquella ocasión, un presunto grupo de vándalos se dedicó a trozar, a lo largo de varias cuadras de la avenida José María Morelos y Pavón, ahí en pleno corazón del Centro Histórico de la capital oaxaqueña, varias docenas de árboles tipo fresno, macuil y primavera, fueron trozados no sólo utilizando las manos, sino también, por el tipo de cortes realizados, cuchillos o machetes.

No fue uno ni fueron diez los árboles trozados. Cada uno de ellos, no valía ni uno ni diez, sino más de mil pesos, que fueron pagados por una fundación privada, para beneficio de la capital. A pesar de la consternación de quienes —comerciantes y personas que trabajan en la zona— aquella mañana hicieron el descubrimiento, y de las investigaciones que algunas personas realizaron para tratar de dar con los responsables, resulta que nadie vio nada.

En efecto, resultó que en aquella ocasión, ninguna de las personas que habitan por la zona —que no son pocas— supo dar cuenta de alguna referencia sobre lo ocurrido. Nadie vio, o quiso ver lo ocurrido. En la calle pudo haber pasado eso, o cualquier otra cosa, y de todos modos nadie se dio por agredido.

El problema es que la Policía Municipal de la capital oaxaqueña —que tiene su cuartel general a menos de cuatro cuadras de donde ocurrieron los hechos—, tampoco vio o tuvo conocimiento del hecho, y por tanto tampoco movió un dedo para tratar de dar con los responsables. Ese fue otro pequeño ecocidio, en el que, sin embargo, nadie se interesó porque no eran grandes árboles, y tampoco era —como en el caso Chedraui— una causa que despertara de modo importante la irritación ciudadana.

DESDÉN CIUDADANO

El Estado existe, en su concepción misma, para proveer al ciudadano de ciertas garantías, derechos y servicios, que éste no podría adquirir o tutelarse por sí mismo. Para eso el ciudadano le confiere al Estado, e indirectamente al gobierno, las potestades públicas soberanas y legítimas para ejercer ciertas funciones, hacer valer ciertas normas, e incluso allegarse de métodos coactivos para que las disposiciones sean obedecidas. Esa es parte de una concepción clásica de por qué el Estado debe ser sostenido por los ciudadanos a través de los impuestos, para obtener a cambio beneficios colectivos de vital importancia para su vida y desarrollo.

Sin embargo, tal concepción no debíamos asumirla a pie juntillas. Es evidente que junto a la acción gubernamental, se encuentran las acciones ciudadanas que tienen como fin no suplir al Estado, sino evitar que las deficiencias de éste sean agravadas por los mismos particulares. Si esto lo llevamos a nuestra realidad, entonces los ciudadanos deberíamos tomar una participación más activa, por lo menos parcialmente, frente a los problemas que el gobierno no tiene capacidad de resolver.

Sin embargo, los ciudadanos no hemos asumido nuestra responsabilidad, y eso es notable. De nuevo, la capital oaxaqueña está inundada por la basura, ante los conflictos reiterados que existen alrededor del servicio de recolección de basura, y del tiradero municipal. Quienes particularmente habitan o tienen negocios en el Centro Histórico, sin embargo, no dejan un solo día de sacar su basura a la calle, independientemente de que haya o no servicio de limpia.

NO AYUDAMOS

¿Qué ganan con hacer eso? Evidentemente, sólo el no tener sus desechos en sitios determinados dentro de sus domicilios. Pero lo dejan en la vía pública, lo cual es igual de grave, o peor, no sólo por el aspecto degradante al que contribuyen, sino también porque con ello estimulan la contaminación. Y con eso, en realidad, no se resuelve nada. No existe sensibilidad para enfrentar de verdad los problemas. Asumir la actitud de desdén (“valemadrismo”, le denominan en lenguaje pedestre) no hace más que profundizar otros problemas que se podrían abordar responsablemente. No se trata sólo de exhibir a la autoridad con acciones como la de sacar la basura a la calle; se trata de asumirnos como auténticos ciudadanos. Y no lo hacemos.

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