+ Historia de fracasos, su paso por política local
Producto de una historia de intercambios y negociaciones políticas sin éxito, el senador priista por Oaxaca, Adolfo Toledo Infanzón, parece destinado a un nuevo fracaso. Luego de haber abandonado voluntariamente su lucha por la candidatura tricolor al gobierno de Oaxaca, y de haber sido el formalmente responsable de la derrota electoral del PRI el pasado cuatro de julio, hoy da la batalla en aras de conseguir una cada vez más lejana dirigencia nacional de la Confederación Nacional Campesina.
Nadie, ni siquiera las circunstancias, ha sido en tal grado responsable de la construcción de una historia de fracasos, como el mismo senador Toledo Infanzón. Siendo uno de los servidores públicos más aventajados por las simpatías de los dos últimos gobernantes, tuvo la posibilidad de construir una importante trayectoria tanto en la gestión pública, los cargos partidistas del PRI, e incluso la política nacional que se emprende desde nuestra entidad.
El entonces Titular de la Coordinación de Planeación para el Desarrollo del gobierno estatal, llegó a la elección federal de 2006 prácticamente sin ningún adversario que pudiera disputarle la candidatura priista al Senado de la República. Todo estaba planeado para que, en la lógica tradicional de la sucesión gubernamental en el Revolucionario Institucional, Toledo Infanzón se convirtiera, en el lejano año 2010, en el candidato a Gobernador que sucediera a Ulises Ruiz Ortiz en el cargo.
El esquema, sin embargo, se rompió en el mismo 2006. Debido a la combinación de circunstancias derivadas del conflicto magisterial y popular que ocurrió en ese año, el priismo oaxaqueño sufrió una derrota arrolladora. Habiendo prometido un millón de votos para el candidato presidencial del tricolor, Roberto Madrazo Pintado, los priistas locales no sólo no pudieron llegar ni a la mitad de esa meta, sino que fueron arrasados en nueve de las once diputaciones federales, y en la disputa por las Senadurías de mayoría relativa. Toledo Infanzón y Lilia Mendoza Cruz cayeron, paradójicamente, a manos de Gabino Cué Monteagudo que entonces también luchaba, desde la oposición, por una curul en la Cámara alta federal.
Hoy, a la distancia, puede verse que desde ahí Adolfo Toledo construyó una historia que esencialmente ha estado marcada por las negociaciones, las rendiciones, y las derrotas. A pesar de haber sido uno de los senadores de la República con mejor desempeño en su labor legislativa, Toledo no sólo no contó con el apoyo y la bendición oficial para culminar su posicionamiento con la candidatura a Gobernador, sino que fue obligado a replegarse, y él vergonzosamente aceptó, sin ningún titubeo, la postulación a la gubernatura de un poco conocido Eviel Pérez Magaña. De nada le sirvió el cúmulo de trabajo político ni la —ya para entonces puesta en entredicho— ascendencia priista que, tradicionalmente, indicaba que él debía ser el abanderado del tricolor.
Esa fue su primera derrota. Y una vez que había sido neutralizado desde la más alta cúpula del poder como un posible aspirante inconforme a la candidatura a Gobernador por el PRI, Toledo Infanzón decidió apegarse a un proceso de negociación, a través del cual no hizo más que encaminarse a su segundo gran fracaso: logró que, en abril pasado, se le designara como presidente del Comité Directivo Estatal del PRI, para conducir los trabajos de campaña de ese partido.
El resultado —es decir, la derrota priista— es de todos conocidos. Y si históricamente el candidato Pérez Magaña pasó a la historia como el abanderado tricolor que perdió una entidad que había sido gobernada por el priismo desde su surgimiento como instituto político, Toledo Infanzón también tendrá un sitio en el registro histórico local como el dirigente estatal del PRI que cargó con ese descalabro que, quizá, sea irreversible.
CNC SE ALEJA
Al abandonar la puja por la candidatura del PRI a Gobernador, al senador Toledo Infanzón le vendieron la idea de que, en la lógica del triunfo tricolor, sería impulsado desde los más altos círculos del poder priista para convertirse en el dirigente nacional de la Confederación Nacional Campesina.
La lógica de aquel ofrecimiento era asimismo impecable. Al triunfar Eviel Pérez Magaña como aspirante a la gubernatura, dicho resultado catapultaría al gobernador Ulises Ruiz como uno de los más fuertes aspirantes a convertirse en líder nacional del PRI. Esos dos factores —la conjunción del poder político que se acumula en la dirigencia del tricolor, y los recursos económicos que seguirían siendo manejados por el todavía grupo gobernante para financiar sus empresas partidistas y electorales— abrirían posibilidades infinitas de negociación y posible obtención de más espacios dentro no sólo de la estructura formal del priismo, sino también en sus principales sectores y organizaciones adherentes.
La derrota electoral de julio pasado, sin embargo, marcó un rumbo distinto. Ante el fracaso de la causa política del diputado Pérez Magaña, también se vieron prácticamente canceladas todas las posibilidades de que el gobernador Ruiz Ortiz se convirtiese, o al menos tuviera posibilidades reales, de competir por la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PRI. Y al cerrarse éstas dos posibilidades, evidentemente, también se verían alejadas todas las demás posibilidades accesorias —como la ingenua negociación con la que neutralizaron al senador Toledo—, como la relativa a la CNC.
Así, en días recientes, un grupo de aspirantes a la dirigencia nacional de esa organización adherente —entre los que se encuentra el Senador priista por Oaxaca— han denunciado la antidemocracia y los vicios que existen en la convocatoria y el proceso para elegir al líder nacional de dicha Central Campesina. Finalmente, eso se resolverá como acostumbran en el priismo: una negociación, declinaciones por parte de los principales factores de poder, avasallamiento a los menos importantes, y el surgimiento de nuevos “líderes de unidad” que representan todo, menos la democracia.
PEDRO Y EL LOBO
Dados los antecedentes en el cenecismo, la empresa partidista de Toledo Infanzón tiene ya un destino previamente anunciado. Además, ante sus repliegues y actos de disciplina anteriores, ya nadie le cree cuando amaga con rompimientos y rebeldías. Los hechos demuestran que, en sus mejores momentos, no supo defender las posibilidades de veras importantes que tuvo en las manos.