Heriberto Pazos: mil posibilidades sobre un crimen

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+ Impunidad y conflicto: ingredientes perfectos

El lugar común podría llevarnos a pensar que como buen sembrador de vientos, Heriberto Pazos Ortiz finalmente cosechó sus propias tempestades. Habiendo sido el líder absoluto de del Movimiento Unificador de Lucha Triqui (MULT), tuvo también una historia llena de claroscuros, acusaciones y violencia, que siempre estuvo aderezada por sus relaciones —confesables o no— con el gobierno estatal en turno. De ahí que su ejecución, ocurrida el pasado sábado a plena luz del día, sea no sólo una señal inequívoca del resurgimiento de la brutalidad entre las comunidades triquis en conflicto, sino también una demostración implacable de cómo la impunidad es el ingrediente social más nocivo que existe en nuestro entorno.

A un hombre como Heriberto Pazos Ortiz, nunca le hicieron falta ni enemigo ni, seguramente, razones para ser ejecutado. Más allá de los postulados teóricos de la lucha social o indígena, es evidente que la fortaleza de organizaciones como el MULT, o la Unión de Bienestar Social de la Región Triqui (Ubisort) —sus rivales históricos—, e incluso la escisión de ese primer grupo, conocida como Movimiento Unificador de Lucha Triqui Independiente (MULTI), siempre ha radicado en la manipulación de las necesidades y aspectos de marginación de las comunidades que representan, en el manejo electoral de los grupos indígenas, y en la corrupción que envolvió a la entrega de recursos económicos para supuestas obras de desarrollo comunitario, infraestructura y atención social, que finalmente terminaban, o terminan, en manos de los funcionarios y líderes involucrados, pero no de quienes verdaderamente lo necesitan ahí en las comunidades.

En esa dinámica, y no sólo en las “discordancias ancestrales”, es como debe entenderse el largo conflicto armado que existe en la región triqui. Independientemente de las pugnas históricas entre grupos étnicos, es evidente que la violencia que hoy prevalece en la zona tiene un origen distinto, que más bien se ubica en las organizaciones sociales, en los recursos económicos, en la manipulación política y los intereses electorales, en la guerra por el control territorial, y en la forma en cómo esos grupos fueron armados, violentados, azuzados y solapados por el propio gobierno.

Organizaciones sociales como las antes citadas, existen en todas las regiones y grupos étnicos en la entidad, sin que ello implique que en todos los casos las disputas deban ser a muerte, o que todo tenga que ser resuelto a través de la violencia. Particularmente, en el caso de la región triqui, las organizaciones sociales —como el MULT, MULTI y Ubisort— casi siempre han desdeñado las vías pacíficas, y han ejercido la brutalidad en la misma proporción de los intereses que se disputan. De ese tipo de prácticas se han valido por igual todos los líderes y organizaciones para obtener, mantener o arrebatar la administración de la pobreza y los cotos de poder que existen en la región triqui.

Por esa razón, siempre ha quedado claro para todos —menos para las organizaciones sociales y el gobierno, que deliberada y mañosamente se autoengañan— que los indígenas triquis continúan viviendo en la misma situación de miseria y marginación que desde hace décadas… o siglos. Pero que las organizaciones sociales son las que han crecido, se han desarrollado y ensanchado, y son las que se han convertido en las grandes beneficiarias —económica, social, política y hasta electoralmente hablando— de la explotación de la pobreza y el drama de la región en que emergieron.

¿CUÁNTOS ENEMIGOS?

Teniendo claro ese contexto, entonces tendríamos que hacernos esa pregunta en relación a un personaje como Heriberto Pazos Ortiz. ¿Cuántos enemigos podría tener un hombre que obtuvo y ejerció su poder siempre a través de caretas sociales, indígenas y democráticas, pero que ocultaban otros intereses relacionados con el poder, el dinero y las relaciones —no siempre afines, pero sí permanentes— con las esferas de gobierno, y en la que siempre se valió lo mismo del diálogo que de la presión social, e incluso recurrentemente de la violencia?

Desde hace meses la región triqui es un polvorín, que lejos de ser neutralizado o desactivado, ha sido alentado por el gobierno por acción y omisión. La creación del municipio autónomo de San Juan Copala fue, es cierto, un desafío al poder en turno, que sin embargo fue tomado como un motivo de pugna violenta, y no como un foco rojo que era necesario desarticular a través de acciones sociales concretas.

Copala, entonces, se convirtió en el pretexto para continuar con la añeja afrenta violenta entre comunidades y grupos de lucha social. De entonces a la fecha, la violencia se agudizó hasta llegar a niveles inusitados. Activistas, inocentes y dirigentes indígenas han sido asesinados en la más completa impunidad. Y en todo esto —raro que no fuera así—, el gobierno estatal ha estado más interesado en acusar a sus oponentes políticos y electorales, de manipulación y entrometimiento en un conflicto añejo en aras de enrarecerlo, enturbiar el panorama y fomentar la mala imagen del régimen, que en verdaderamente asumir los hechos con participación, y tomar acciones efectivas para desactivar la violencia.

Por eso hoy la zona triqui es, por completo, un sinónimo y un ejemplo de incertidumbre. Ahí nadie puede estar seguro, ni puede haber paz, y qué decir sobre las nulas posibilidades de que haya justicia. Si eso se combina con las confrontaciones y los agravios añejos entre las organizaciones, y se remata con la impunidad que prevalece en la entidad, lo que podía esperarse, en cualquier momento, es la ejecución libre de cualquier dirigente como Pazos Ortiz.

ADIÓS A LA PAZ

El gobierno, frente a todo ese panorama, debería hacer algo más que indignarse. Debía dejar de ser parte del conflicto, para convertirse en un factor de solución —cosa que, en las circunstancias actuales no ocurrirá. Del mismo modo, tendría que despegarse de la soberbia que lo lleva a suponer que es el centro del universo, y que por tanto todo lo que ocurre en el estado es para desprestigiarlo. Y al menos por una ocasión tendría que demostrar que sus promesas de justicia son algo más que mera demagogia. El drama real de los triquis va mucho más allá de Copala, del MULT y las demás organizaciones sociales. Pero lo real, y grave, es que la ejecución de Pazos aleja cualquier posibilidad de la paz y la concordia que tanto urgen en la zona.

1 COMMENT

  1. Recuerdo que desde que tenia 8 años de edad siempre mire a triquis en el zócalo,y hasta la fecha ya con 28 años siguen ahí….. tengo 2 preguntas que intereses se pelean realmente en la zona trique,y quienes realmente salen beneficiados por todo este conflicto, tan bien creo que en el estado la mayoría desconoce que pasa en esa zona.

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