Oaxaca: mucho más que priistas y aliancistas

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+ Partidos deben tomar en cuenta más que votos

Desde el gobierno estatal, y las fuerzas de oposición, debía comenzar a entenderse que Oaxaca es mucho más que dos partidos, o dos grupos políticos. Hoy, queda claro que quienes luchan desde el poder, y por el poder, tienen comparten una visión que no tiene matices. Así, recíprocamente, sólo existen los buenos y malos; los blancos y los negros; los tricolores y los aliancistas. Y con esa visión, desdeñan a todos aquellos que más allá de las fobias partidistas, no desean más que el bien para toda la comunidad.

Hoy podemos ver claramente cómo las prácticas del pasado se repiten libremente. Para nadie es un secreto que mientras el Partido Revolucionario Institucional tuvo en sus manos el poder, los grupos que sucesivamente ejercieron el gobierno fueron excluyentes en todos los sentidos. El problema, en realidad, radica en que ese tipo de prácticas eran algunas de las que tenían que comenzar a varían con el “cambio”, pero hoy se repiten indiscriminadamente como si las promesas de cambio no hubiesen sido sino una mera mascarada.

En el pasado, no era raro que más allá de cualquier calidad moral, profesional o de experiencia, sólo la filiación partidista o la pertenencia al grupo gobernante, fueran sendos elementos indispensables para que una persona ocupara cargos de responsabilidad, o al menos para que fuera tomada en cuenta en las opiniones o representatividad que pudiese tener. Esa era precisamente una de las prácticas que hacía fuerte tanto al partido hegemónico, como a quienes desde ahí accedían al poder y lo preservaban.

Todos aquellos que en esos momentos ocupaban las trincheras de la oposición, se quejaban amargamente de que fuesen elementos excluyentes meramente partidistas, y no de otro tipo, los que determinaran que la política se redujera a los acuerdos autoritarios y no consensados; a que nunca hubiese posibilidad de concertación; que los ajenos fueran ignorados y disgregados. Y que las posibilidades de que hubiera un ejercicio transversal de acción política —en el que, sin concederse concesiones recíprocas, sí hubiera garantía de que todos fueran al menos escuchados—, eran prácticamente nulas.

Esa fue una de las razones de fondo por las que los partidos opositores buscaban el “cambio”. Quienes entendían bien las necesidades políticas reales, aseguraban a los ciudadanos, y a los demás grupos de poder, que un elemento fundamental para llegar al bien común, consistía en que hubiera una práctica incluyente y más democrática, que dejara atrás los verticalismos y verdaderamente pugnara por ensanchar los cauces democráticos en los que también debía participar la sociedad, independientemente de sus filias o fobias partidistas.

El problema es que junto a ellos, también se generó otro grupo integrado por opositores resentidos, que comenzaron a buscar el poder para sólo repetir las mismas prácticas de que ellos eran objeto. Así, al comenzar a ganar elecciones, hicieron blanco de su desprecio a todos aquellos que no comulgaban con sus ideas o concepciones políticas. Se dedicaron a reproducir la práctica de “estás conmigo o estás contra mí”. Y se dedicaron a consolidar las mañas del partido hegemónico, que en realidad era uno de los asuntos más sentidos que ellos tenían la misión de desarticular.

Frente a todo esto, los oaxaqueños tendríamos que comenzar a preguntarnos, con seriedad, qué tipo de gobierno de alternancia y cambio tiene hoy en sus manos la gobernabilidad del estado.

 

REPETIR PATRONES

Cuando los ahora partidos aliados que gobiernan Oaxaca, se encontraban del lado de la oposición, siempre le reprochaban al PRI que al éste tener el poder los despreciaba y los ignoraba, usando sólo sus mayorías para legitimar o sacar adelante las decisiones que previamente ya se habían tomado, y desoyendo todo aquello que no fuera exactamente concordante con lo que ellos querían.

Decían que el priismo entonces gobernante, no tomaba en cuenta que ellos también tenían representatividad, que llevaban la voz de sectores importantes de la población que no eran incondicionales del poder, y que por esa razón debían ser tomados en cuenta.

Aunque tenían razón —pues desde hace más de una década nadie en Oaxaca (ni el priismo ni la oposición) gana de manera arrolladora una elección—, ¿por qué no eran tomados en cuenta? Porque en nuestro sistema institucional, aquí quien gana los comicios gana todo, y quien lo los pierde, se queda sin nada.

Esto no ha cambiado ni en lo más mínimo, a pesar de la “transición”. Aquí los mecanismos de equilibrio entre quienes gobiernan, y los que se oponen, simplemente no existen. Y si bien es cierto que tal cambio no podría ocurrir por arte de magia, en automático, o por la voluntad de una sola persona, también lo es que por lo menos la práctica del poder sí debería comenzar a modificarse, tanto desde el oficialismo como en las fuerzas de oposición, para comenzar a desmantelar los verticalismos —y el autoritarismo— del que tanto se quejan, pero al que todos son proclives.

En ese sentido, el Gobierno del Estado debía comenzar a considerar que si bien ellos ganaron de forma indiscutible la elección, eso no anula del panorama a sus opositores, ni les da derecho a ignorarlos por completo para nutrir el diálogo político. Del mismo modo, a los tricolores no se les debe olvidar que su representatividad radica en la ciudadanía, y que por tanto ellos no son ni una ínsula de poder, ni una mera facción en la que no exista la posibilidad de abrir el diálogo institucional a todos los sectores de la sociedad.

Todo eso debían comprenderlo, unos y otros, para discutir los temas de fondo. En realidad, lo que está en juego es tanto la gobernabilidad, como los cambios institucionales que se pretenden para democratizar la práctica del poder. No entender ese aspecto sustancial, equivale a que las fuerzas políticas sigan en el autoengaño indefinidamente. Sólo que así no habrá transición, no habrá cambio ni habrá democratización. Y sólo se consolidará la idea de que la alternancia fue un simple enroque del tipo “quítate tú, para que me ponga yo”.

¿Y LA INICIATIVA?

Fue un gran amigo de este espacio quien hizo el favor de hacernos llegar la propuesta de reforma constitucional que recientemente presentó el PRI oaxaqueño a la Legislatura local. Lo correcto habría sido, sin embargo, que alguien de la dirigencia estatal se encargara de hacer eso. No entienden que ahora son ellos quienes deben buscar y generar sus propios espacios.

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