Cordero, Peña y AMLO: somos un país sin líderes

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+ Capitanes de la Nación: ¿de veras están atentos?

 

Hace unos días, a través de una manifestación pública, varios gobernadores, ex gobernadores, senadores, diputados federales y líderes políticos del Partido Acción Nacional, se manifestaron a favor de que el secretario de Hacienda y Crédito Público, Ernesto Cordero Arroyo, sea el candidato presidencial de ese partido, para los comicios de 2012. Éste, que es un natural “presidenciable” por el cargo público que ostenta, en realidad, a la luz del verdadero interés nacional, no tiene otro mérito que ser un cercano colaborador, amigo, y proyecto político del presidente Felipe Calderón Hinojosa.

Esa parece ser la ruta que está trazada en nuestro país. Queda claro que la política continúa estando dominada, por completo, por los partidos políticos; pero también queda perfectamente establecido que éstos, a través de sus agentes (entendidos como legisladores, gobernantes, líderes partidistas, etcétera) no necesariamente tienen los mismos intereses del ciudadano de a pie.

Mientras ellos se disputan la titularidad del poder, el mexicano común está preocupado por las adversas condiciones (sociales, económicas, de seguridad, etcétera) en que sobrevive. Y los actuales aspirantes presidenciales, no son más que el reflejo de esta discordancia dolorosa que afecta hoy a nuestra maltrecha nación mexicana. Si aún creemos lo contrario, vayamos a los hechos duros para ver quién es más probable que esté equivocado.

El secretario Cordero Arroyo es un personaje que emergió de las filas de Acción Nacional, primero como empleado administrativo y ahora como potencial candidato presidencial. En sus haberes no se encuentran grandes logros políticos —rasgo que comparte con todos sus adversarios—, ni es parte de una generación parteaguas de la vida pública mexicana, y ni siquiera ha demostrado tener sensibilidad y cercanía con los problemas más sentidos de la ciudadanía.

En realidad, el asegurar que una familia mexicana puede sobrevivir mensualmente con un salario de seis mil pesos, y con él enviar a sus hijos a escuela particular, y pagar créditos hipotecarios y automotrices; o decir que México ha dejado de ser una nación en la que predomina la pobreza, no sólo son desatinos de un supuesto político de altos vuelos, sino también demostraciones fehacientes de que ese hombre, que aspira a gobernar a la nación, en realidad no sabe las condiciones en que ésta sobrevive.

Ésta, incluso, bien podría ser una versión moderna de la frase malamente atribuida a la reina María Antonieta de Francia, a quien se le señala por haber dicho “que coman pasteles”, cuando el pueblo francés fue al Palacio de Versalles a encarar a su esposo, el rey Luis XVI, ante la falta de harina y trigo para preparar pan.

No obstante, eso no parece ser lo peor de nuestra historia actual como nación. El problema de fondo no es la insensibilidad o la falta de méritos del secretario Cordero Arroyo respecto al interés de la mayoría, como para ser candidato presidencial. No. El problema, en el fondo, es que perfiles como el suyo (insensibles, despreocupados por el interés de la mayoría, defensores de las cúpulas, dispuestos a castigar a los más en pro de los menos, etcétera) son los predominantes en una nación que está urgida de liderazgos reales que nos hagan retornar a los postulados sociales que le dieron origen y sentido a nuestra nación.

 

¿Y LOS LÍDERES?

Hoy abundan los líderes políticos dispuestos a dizque defender el interés de la mayoría, sólo descalificando las acciones o los dichos de sus oponentes, y siendo totalmente acríticos y solapadotes de las acciones incorrectas —o francamente dañinas para el país— que se cometen desde sus propias trincheras partidistas. Tenemos, pues, un escenario plagados de buenos y malos, que pretenden creer, y hacernos creer, que denostando al Presidente, al PAN, al PRI o al partido o fuerza política que sea, se construye algo mejor que lo que tenemos.

Eso parece francamente abominable. El país ha decrecido dolorosamente para la mayoría, en aras de que los grandes intereses del capital o la política sigan teniendo sustancia para continuar hablando de la democracia, de la estabilidad macroeconómica o del “crecimiento” nacional. Nunca como ahora había habido tanta pobreza en nuestro México, ni tanta desigualdad, ni tanto desinterés de los hombres de la vida pública… por atender los problemas públicos.

Eso, que parece horrible, en realidad lo es. ¿Qué mérito, más allá de las estructuras partidistas o de la simple detentación del poder, tienen políticos como los que ahora nos gobiernan, o pretenden gobernarnos? ¿Qué gran obra, acción social o legado tienen en sus haberes, como para poder argumentar seriamente que son lo que el país necesita? ¿Qué tan bueno ha hecho el gobernador Enrique Peña Nieto —además de salir un día, y los demás también, en las pantallas de televisión—, como para pretender ser el Presidente de México?

En realidad, nos guste o no, quien tiene un mayor mérito de todos en el depósito de la confianza ciudadana, es Andrés Manuel López Obrador, en quien sí creyeron 15 millones de mexicanos que ya votaron por él. Sin embargo, y siendo críticos hasta con el ala crítica, ¿qué transformación sustancial se vio, del territorio que él ha gobernado, luego de su paso por el servicio público?

Queda claro que los hombres del poder, debían comenzar a discutir, y proponer soluciones, a los temas que verdaderamente preocupan a quienes habitamos este país. Debíamos dejar de considerar que con “estructuras electorales” se gana, y ya (y ganan ellos, no nosotros), para comenzar a exigirles que ellos discutan y solucionen los problemas públicos que nos aquejan a todos, y que al menos con eso demuestren que en realidad son los representantes de esta población que sigue votando, creyendo y dejándose gobernar —por políticos que no los representan—, aunque no obtiene respuestas.

 

CAMBIO DE ACTITUD

Debíamos comenzar a ser más críticos, y más honestos con nosotros mismos, para expresar lo que verdaderamente sentimos y esperamos de nuestra vida pública. La verdad, es lo de menos que gane quien sea la Presidencia, si los problemas que nos aquejan van a seguir ahí sin resolverse. Los mexicanos debíamos exigir atención, propuestas reales y acción de nuestra clase política. Quizá, al menos así, lograríamos cambiar este doloroso inmovilismo, que tanto daño le hace a nuestro país.

1 COMMENT

  1. El problema, aunque muy complejo,tiene dos vertientes principales:cómo estamos formando a nuestros ciudadanos y más grave aún,cómo y en dónde se esán formando los políticos y líderes que nos gobiernan´pero contrario a lo que piensa un gran sector, debemos comenzar por educar y formar y corregir a nuestros políticos y establecer una relación retroalimentaria. sería interesante conocer tus ideas al respecto.

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