Convergencia: la historia del cisma en Oaxaca

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+ ¿Cambio de nombre o evolución en la práctica?

 

La disputa por la candidatura presidencial que hoy, aún disimuladamente, protagonizan el ex abanderado Andrés Manuel López Obrador y el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, está impactando en Oaxaca a través del intento de transformación del Partido Convergencia en Movimiento Ciudadano.

Todo esto tiene profunda relación con nuestro estado, particularmente porque el gobernador Gabino Cué Monteagudo es de extracción convergente, y porque al acercarse el momento de las definiciones sobre la candidatura presidencial, será imposible que el gobierno de Oaxaca pueda sostener lealtad con esos dos personajes. Aquí, a través de sus respectivos representantes y grupos políticos, están librando una batalla que tiene lo mismo aristas perfectamente explicables, que tintes de una implacable guerra por el control de ese instituto político.

En el planteamiento de la propuesta para el cambio de nombre del PC a Movimiento Ciudadano, el senador Dante Delgado Rannauro sostiene que “lo hacemos ante la negación de la partidocracia para abrir espacios a las candidaturas de la sociedad; estamos trabajando para consolidar un gran movimiento ciudadano a favor del pueblo, en defensa de los que no tienen voz y a quienes se les pretende engañar desde el poder (…) Una Convergencia constituida en movimiento ciudadano que aliente las candidaturas ciudadanas, esa será la diferencia de nuestro partido con la partidocracia de México”.

Es decir, que en la perspectiva formal de quienes intentan reforma al PC, éste debe abanderar los espacios ciudadanos para tratar de llevarlos —como una alternativa a la fallida reforma política, que incluye la estipulación de las candidaturas sin partido— al poder a través de días distintas a la partidocracia tradicional, que según su visión, sólo impulsan a quienes defienden sus intereses cupulares, y no a los verdaderos ciudadanos que desean hacer algo por la sociedad.

Frente a este planteamiento, ¿cuál es la molestia de un sector importante de militantes de Convergencia, que se niega al cambio? En el aspecto visible, esencialmente, sostienen que el cambio de rumbo, siglas e identificación del PC, minaría el trabajo político que éstos han realizado a lo largo de una década para construir y apuntalar ese partido. Además, se resisten a que desaparezcan los comités directivos estatales, y se centralicen las decisiones y las estructuras electorales en un solo comité central, que disponga para todo el país.

Además de todo eso, queda claro que los grupos de poder dentro de Convergencia sostienen esta disputa por al menos dos razones: la primera, porque a través de la ciudadanización y el cambio de siglas, se pretende también modificar partes importantes del planteamiento político y la estructura de mando de ese partido, centralizándolo.

Y segundo —que parece lo más importante—, porque se dice que todo esto no parece ser sino un “traje a la medida” de Andrés Manuel López Obrador, para que éste asuma la candidatura presidencial a través de la cual compita en los comicios federal de 2012, y para que sus redes ciudadanas “absorban” el trabajo y el capital político —mucho o poco— de Convergencia, justamente a cambio de que todo eso garantice que se obtenga el dos por ciento de la votación total en esos comicios, y el PC pueda mantener su registro como partido político nacional.

 

¿CIUDADANIZACIÓN REAL?

Como ha quedado claro, el planteamiento central de este intento de modificación, es el establecimiento del 50 por ciento de las candidaturas de Convergencia para líderes o representantes ciudadanos, y con ello, dicen, lograr tanto el incremento de su militancia, como la atención a la ciudadanía que hoy se encuentra enojada y desilusionada de la partidocracia que impera en nuestro país.

Más allá de los nombres y las disputas, e incluso de la viabilidad y la buena decisión de abrir el partido y sus candidaturas a la ciudadanía, queda la pregunta: ¿Con este cambio de rumbo, el PC dejará de ser el coto de poder, que fue creado por unas cuantas personas hace casi 15 año, y que en buena medida fue construido y manejado en base a la migración de disidencias de otros partidos, que lograron espacios relativamente importantes de poder a cambio de dejar la dirección real del partido en una sola persona?

Queda claro que en el fondo, un verdadero proceso de democratización sustentable del PC, tendría que pasar no sólo por la apertura de candidaturas y espacios de decisión a la ciudadanía —pues esa es una exigencia hoy para todos los partidos—, sino también por un verdadero proceso de inclusión y democratización interna —que eliminara la figura e injerencia omnímoda del “líder moral” de ese partido, el senador Delgado.

Incluso, tendría que quedar perfectamente establecido que una modificación de tales magnitudes no debe estar encaminado, y ni siquiera tener visos, de ser una reforma a modo que favorecerá a un solo grupo político, o a un solo aspirante presidencial. Queda claro que el PC de hoy, no es aquel instituto político de representación, democracia y alcances meramente testimoniales que fue a un inicio, sino que tiene una militancia que, en su proporción de partido minoritario, es pujante y no está dispuesta a aceptar cambios o imposiciones inopinadamente.

Por eso, y porque Oaxaca es uno de los territorios clave para conseguir la permanencia de ese partido, es que aquí es donde está ocurriendo una de las mayores resistencias que ha presentado el intento de modificación a las estructuras del PC. En el fondo, no sólo se pelean los militantes, sino que también es una medición de fuerzas entre los grupos —hoy enquistados en el poder— que pretenden respaldar el abanderamiento de dos candidaturas distintas: la de López Obrador, y la de Ebrard.

Los intentos reformistas, en este campo de la lucha abierta por el poder, están respaldados por Benjamín Robles Montoya; los opositores tienen el respaldo de Alberto Esteva Salinas. Uno y otro representan intereses contrarios, dentro de su mismo partido, y ambos —aunque lo nieguen— buscan la candidatura al Senado.

 

CIRUGÍA MAYOR

Una intervención quirúrgica mayor al tejido político de su partido y de los grupos de poder, es la que deberá hacer el gobernador Cué para mantener los equilibrios de cara a los comicios del próximo año. Esto no es tan sencillo como decidir “entre melón y sandía”. ¿Recuerdan cuando se advertían los riesgos de las alianzas? Ya casi los tenemos a la vista.

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