+ Abundan políticos sin propuesta ni control
En función de los resultados de los comicios del pasado 3 de julio, en el Estado de México, Coahuila y Nayarit, muchos creen éstos fueron una previsión de los resultados de la elección presidencial del año próximo, y otros más se aprestan a buscar la forma de enlistarse como candidatos a diputado federal o senadores. Queda claro, sin embargo, que tan equivocados están unos como los otros; y que, en realidad, más allá de su mero trabajo electoral, todos aquellos que aspiran a un cargo deberían explicar detalladamente a la ciudadanía para qué quieren hacerlo, y qué beneficio le reportarían al interés público con eso.
Vayamos por partes. En primer término, es un claro error considerar que la elección del Estado de México fue una perspectiva clara de lo que será la elección presidencial del año próximo. En este sentido, y a pesar del amplio margen con el que Erivel Ávila Villegas ganó la elección el pasado domingo, queda claro que esto ocurrió no por las bondades del candidato ni tampoco por la magia electoral de los alquimistas, sino más bien por el férreo control, y el trabajo político-electoral constante y continuo que el gobierno priista de aquella entidad, ha desarrollado en los últimos cinco años.
Todo esto, además, se combinó con dos factores fundamentales: primero, la resistencia de las fuerzas políticas de derecha e izquierdas a la posibilidad de entablar una alianza que fortaleciera los alcances políticos de la oposición mexiquense; y segundo, la debilidad propia de los respectivos candidatos a Gobernador por el Partido Acción Nacional y por las llamadas “fuerzas de izquierda”.
En ese sentido, hoy es improbable saber si hubieran ganado, de haber ido juntos en alianza. Sin embargo, lo que sí queda claro es que las insuficiencias propias tanto de Alejandro Encinas Rodríguez, como de Luis Felipe Bravo Mena, fueron lo suficientemente importantes como para impedirles que incrementaran sus respectivos márgenes de votación, y remontaran el escollo que significaba el hecho de que las fuerzas opositoras fueran separadas.
No obstante lo anterior, queda claro que México no es el Estado de México; que el PRI nacional no es el gobierno de Enrique Peña Nieto; que —nos guste o no— el gobierno federal no es la oposición endeble que existe en la entidad mexiquense; y que —del mismo modo, nos guste o no, lo aceptemos o no— tampoco el presidente Felipe Calderón es Bravo Mena, ni Andrés Manuel López Obrador es Alejandro Encinas.
A partir de ello, podemos comprender que la elección del Estado de México poco o nada tendrá que ver con la elección federal del año próximo. Dentro de sus factores internos, Peña Nieto ganó este proceso electoral con un amplísimo margen, debido a que tenía todos los hilos de poder en las manos, tenía un orden estricto en su esquema de trabajo, y había antes neutralizado cualquier disputa al interior de su partido.
No obstante, no existe certeza de que pueda lograr lo mismo con el priismo de todas las entidades federativas, y mucho menos podrá tener el control de todo lo que se haga, y de los posibles errores que se cometan (para tratar de evitarlos, de corregirlos, o de controlar de buen modo los daños).
Algo similar ocurre con sus opositores. Electoralmente hablando, el PRI tiene un control milimétrico en el Estado de México. Sin embargo, el gobierno nacional está en otras manos, y con ello también muchas de las posibilidades para replicar ese control preciso. Más bien, ha sido desde las trincheras gubernamentales —a través de programas sociales, recursos, personal y demás— que el PAN ha construido sus atípicas victorias electorales en los procesos decisivos.
Parece claro que, en ese sentido, poco o nada pudieron hacer en el Estado de México, porque ahí todo el control, avasallante, ya estaba en manos de un tricolor que nunca aflojó el paso. Aunque ello no significa que algo similar pueda ocurrir el próximo año.
SENADO, ¿PARA QUÉ?
Ahora bien, más de un priista en Oaxaca —y quizá así existen varios en todo el país—, que creen que por haber participado en la campaña electoral del Estado de México, y haberse subido a un carro de la victoria que estaba perfectamente fabricado mucho antes de ellos, ahora tienen derecho a convertirse en candidatos a diputados federales o senadores en los comicios de 2012.
Sin embargo, queda claro que mientras no muestren algo más que sus simples credenciales como operadores electorales, seguirán pareciendo unos simples oportunistas del poder, que ven sólo el cargo por el cargo, y por sus intereses, pero no como una verdadera oportunidad para servir y hacer algo por los ciudadanos que representan.
El asunto no es menor. Uno de los más graves problemas que tiene la democracia en nuestro país, es justamente que la gran mayoría de los políticos no tiene causas. Es decir, que buscan o acceden al poder, porque lo ven como una forma de satisfacer sus ambiciones, frivolidad, o ánimos de detentar el poder o de ser adulados; pero más allá de eso, desconocen o tienen poco interés en verdaderamente hacer algo positivo por las necesidades de la gente; por atender los problemas nacionales, o por defender alguna cuestión en particular que sea asimismo de interés público.
¿De qué nos sirve tener como diputados federales o senadores a “brillantes” operadores electorales, cuando estos son una pifia como representantes populares? ¿De qué nos sirve tenerlos, cuando su desempeño legislativo es pobre e intrascendente para el verdadero interés público? ¿De qué nos sirve tenerlos, cuando éstos están más dedicados a “hacer patria” denostando a sus adversarios, y yendo de elección en elección tratando de colgarse triunfos que, además, no les corresponden?
Todo esto debían responderlo con verdadera pulcritud todos aquellos que “ya se ven” como candidatos a senadores en Oaxaca. ¿Qué causa tienen, o qué ofrecen a los electores, más allá de la satisfacción de sus propias ambiciones de poder?
¿QUÉ BUSCAN?
Eso deben responderlo todos a quienes ya sueñan con el 2012, y particularmente los diputados federales del PRI por Oaxaca —más, aquellos imprudentes y acelerados que ya andan promoviendo a sus pares como posibles candidatos, y quienes ya andan en abierta campaña por conseguir la postulación. Para no quedar como oportunistas, que digan para qué quieren ser, y qué causas o proyectos de interés general defenderán como legisladores.
Comparto tu opinión de no dar por hecho el triunfo del PRI en el 2012. Sí tenemos amplias posibilidades pero hay que trabajar para garantizarlo. Sobre todo en un proyecto de nación con justicia social y democrático.
Opino lo mismo que vos sobre Encinas y Bravo Mena, el PRD y el PAN.
A todo mundo nos gustaría saber, es más lo exigimos, qué se proponen los aspirantes de PRI al Senado y a la Cámara Federal de Diputados. Pero también sería importante conocer qué pretenden los prospectos de otros partidos. En cualquier caso, debe haber capacidad y compromiso con México.