Democracia y gobierno: deshonran capital político
A juzgar por los resultados que hasta el momento ha entregado la LXI Legislatura del Congreso del Estado a Oaxaca, claramente se puede establecer que ahí lo único que varió fue la relación de partidos y fuerzas políticas, pero no la serie de prácticas viciadas y reprobables por las que, justamente, el electorado dejó de votar a favor del PRI. Ahí, propios y extraños siguen instalados en lo peor de sus prácticas. Y por eso, a pesar de sus dichos sobre consensos y resultados, no podrán ser absueltos ni justificados por el implacable tribunal de la historia.
En los comicios estatales del año pasado, la mayoría de los electores votaron por un cambio, que esencialmente rebasaba el slogan del entonces conjunto de fuerzas opositoras. Porque mientras éstos asumían el cambio como una simple alternancia partidista en el control de los poderes del Estado, la gran mayoría votó porque más allá del partido gobernante, se terminará con las prácticas relacionadas con la transa, con los cochupos, con la cooptación, con la corrupción y con la doble moral de los políticos que tenían el control del poder público.
Hablando en un sentido estricto, muchos electores, por ejemplo, votaron porque se terminaran las prácticas de avasallamiento en la toma de decisiones. Es decir, que los diputados del PRI, siendo mayoría absoluta, tomaran las decisiones sin siquiera tomar en cuenta (o consultar, o incluir) a las mayorías.
Los electores, también votaron a favor de que se terminara con aquella vieja tradición de que el Gobernador del Estado era el Jefe Político no sólo de su partido y de su fracción legislativa, sino de todos los que (siendo oficialistas u opositores) tuvieran alguna relación con el poder público; y que, basados en eso, las pretensiones del Gobernador (que en una democracia debían ser consensadas con los demás poderes, en una relación de coordinación y equilibrio) se convertían automáticamente en órdenes, que debían ser satisfechas sin miramiento ni contraposición alguna, so pena de ser reprendido política o económicamente a través de la maquinaria de control que equiparaba al Mandatario con un moderno Señor Feudal, dueño del territorio, y de todo lo que se encontraba en él.
Pero además —y esto es algo en lo que no han reparado ni los diputados coalicionistas, ni los opositores del PRI—, resulta que la gran mayoría del electorado que votó a favor del verdadero cambio, lo hizo también para terminar con las prácticas de cooptación y vasallaje que se alimentaban y se fomentaban particularmente en el Congreso. ¿De qué hablamos?
De que, les guste o no, lo acepten o no los actuales y los diputados de las Legislaturas pasadas, era —y sigue siendo— una práctica común entre los legisladores, que los integrantes del grupo mayoritario, fomentan la práctica de que el Gobernante coopte a los minoritarios, para que éstos suministren los votos que les hacen falta en decisiones importantes, que deben ser tomadas a través de mayorías calificadas.
En el pasado, los cooptadotes eran los gobiernos priistas y los cooptados eran los integrantes de las fuerzas de oposición. En antaño, los diputados priistas se quejaban porque mientras ellos debían obedecer, a título gratuito, la orden del Jefe Político, los legisladores de oposición eran “convencidos” a través de dádivas económicas, cargos públicos para sus allegados, e incluso de impunidad o “permisividad” para que realizaran ciertos actos que estaban por encima de la ley. Y hoy, queda claro, lo único que cambió es la filiación partidista de cooptadores y cooptados. Porque en el fondo, el Gobierno del Estado sigue “consensando” sus decisiones a través del torpedeo económico, del amague con la aplicación de la ley, o de la compra abierta de sus opositores.
La ciudadanía votó porque todo eso terminara. Para eso le dio la mayoría de representación a las fuerzas que acompañarían, desde el Congreso, a un Gobernador electoralmente fuerte: para que terminaran juntos con esas viciadas prácticas del pasado. No para que las siguieran fomentando y reproduciendo.
DESHONRA DEMOCRÁTICA
¿Ahora cómo pretenderán justificar lo que no tiene explicación? ¿Asegurando, por ejemplo, que la elección del nuevo Auditor Superior del Estado, fue producto de la razón y la reflexión por parte de todos los diputados? ¿Diciendo que todos, casi en forma unánime, consideraron que Carlos Altamirano Toledo era la mejor opción? Por favor.
Altamirano era inviable como candidato a Auditor Superior del Estado, desde el momento en que éste salió de las filas de la administración pública estatal, en la gestión del gobernador Gabino Cué… justamente para revisar las cuentas de esa administración estatal durante la gestión del gobernador Cué.
Frente a ese argumento, incuestionable, ¿Cómo pueden decir los diputados priistas que fue un consenso real y transparente el que permitió la llegada de tal personaje a la ASE? ¿Cómo pueden negar que la orden de que él fuera ungido llegó desde el Gobierno del Estado, y que para que ellos accedieran hubo de por medio ciertas cantidades de dinero, y la promesa eterna de espacios y prebendas?
Incluso, desde el mismo Gobierno del Estado, ¿cómo pueden decir que ahora se actúa con democracia y antes no, cuando son los mismos esquemas, exactamente los mismos que en el pasado (cooptación, promesas, chantajes, negociación de impunidad, etcétera), los que se ocupan hoy para hacer transitar una decisión que debía estar en manos distintas a las del Poder Ejecutivo.
Eso no lo pasará por alto un electorado medianamente inteligente que, por un lado, no esperaba tan poco del PRI como partido de oposición; pero que tampoco esperaba tantas bajezas (fundamentalmente por la convalidación de las prácticas de avasallamiento y compra de conciencias, operada desde el gobierno estatal) de los antiguos partidos opositores, que ahora que tienen el poder resultaron ser tanto o más ambiciosos, codiciosos y antidemocráticos, que sus contrapartes.
COSTO, IRREMEDIABLE
Todo eso será finalmente pagado en 2013, cuando los partidos dejen sus poses y sus intereses, y pretendan presumir al electorado sus logros como fracciones parlamentarias. ¿Con qué cara dirá el PRI que fue una oposición “seria y responsable”, cuando sin ningún rubor se ha plegado, siempre, a las decisiones oficiales? ¿Qué dirán, cada uno por su lado, los ahora partidos coaligados, sobre la calidad de “democracia” que fundaron? No habrá nada que presumir. Nada.