+ Eviel: no se legitima como dirigente y líder
La situación actual del PRI en Oaxaca, curiosamente es un reflejo fiel de lo que ocurre en el país: mientras urgen las decisiones trascendentales en aras de la reconstrucción y el bien común, nadie deja de pensar y defender sólo sus intereses particulares. En efecto, mientras las estructuras de ese partido —como las del país— se desmoronan, todos pretenden seguir manteniendo “a salvo” sus mini cotos de poder, sin considerar que eso equivale al naufragio del barco. Y queda claro que, independientemente de la corriente de intereses en particular, si le va mal al PRI, le irá mal a toda su militancia.
Desde hace meses se ha denunciado no sólo la falta de liderazgo, sino la evidente inacción y temores del Líder priista. Eviel Pérez Magaña, en sus calidades actuales de ex candidato a Gobernador, diputado federal en activo, y dirigente político de la primera fuerza de oposición, debiera estar encabezando todas las acciones —civilizadas o no— para presionar y exigir al gobierno, como es natural, la mejora en sus resultados y el respeto a los límites y mandato que le impone la ley.
Se esperaría, por todo ello, que el dirigente Pérez Magaña fuese implacable, constante y crítico agudo de las acciones oficiales y de los demás partidos políticos. Sin embargo, lo hasta ahora visto es todo lo contrario: Eviel Pérez Magaña, más bien, se ha dejado ver como un dirigente temeroso, que no tiene la capacidad de articular ni siquiera un orden, un proyecto y un liderazgo real en la estructura formal de su partido, y que por ende no ha tenido la capacidad de armonizar los esfuerzos no sólo en cuanto a su posición opositora, sino también en relación al sostenimiento de sus potencialidades electorales.
Hoy, por ello, vemos por ejemplo a un Comité Estatal caótico. Desde María del Carmen Ricárdez, que por sus propias causas e intereses particulares pretende realizar las tareas propias del organismo femenil, hasta una despistada Elizabeth Acosta López —que sin ser una militante priista real, ni una ex funcionaria de grandes resultados, y ni siquiera una figura natural de liderazgo— ocupa una cartera partidista y lejanamente sueña con ser candidata a diputada local, pasando por los personajes siempre repudiados (Antonio Amaro y Alejandro Avilés, entre otros) que rodean al dirigente Pérez Magaña, lo cierto es que ninguno tiene la disposición o la capacidad de luchar en su partido, por algo más que sus aspiraciones e intereses particulares. Por eso, a nadie le preocupa que hoy el Comité priista pulule entre la indignidad y la ignominia.
Y eso, lamentablemente, se traslada a todos los demás ámbitos. La dirigencia actual —que no sólo Eviel Pérez Magaña— ha sido incapaz de convertirse en una verdadera oposición. Esto porque, independientemente de que comulguen o no con la dirigencia actual, nadie ha tenido el sustento o la decisión para verdaderamente apostarse como un representante oposición, que —es cierto— dialogue con sus contrarios y tenga la capacidad de acordar con ellos, pero sin que todo eso constituya un acuerdo oscuro, una cooptación o la venta de una posición, como tampoco la postura de cerrazón intransigente que es igualmente nociva para toda democracia.
¿Quién lo ha hecho hasta ahora? Muchos, y particularmente algunos diputados federales, han confundido la oposición con el insulto y la bajeza; los diputados locales han confundido la capacidad de concertación y acuerdo con la venta y negociación de sus votos y posiciones. Y la dirigencia partidista y sus sectores, únicamente se han dedicado a administrar las posiciones formales, pero sin tener capacidad de generar posiciones críticas ni siquiera cuando es estrictamente indispensable que lo hagan.
VORACIDAD Y EGOÍSMO
Sin embargo, los representantes de los grupos detractores a la dirigencia estatal, son iguales o peores que sus adversarios. Los grupos encabezados tanto por el diputado federal Jorge Franco, como los impulsados por Germán Espinosa Santibáñez, y demás individuos que también se jactan de su (en realidad cuestionable) militancia tricolor, han hecho poco menos que nada para verdaderamente construir algo provechoso para su partido. ¿Por qué?
Porque, en primer término, consideran que el solo hecho de constituirse y declararse como opositores a la dirigencia estatal, los hace ser puros y democráticos, y además los inhibe de la necesidad de pensar y, sobre todo, actuar como verdaderos opositores. Aunque el adversario real es el gobierno estatal y su coalición de partidos, todos se han desvivido en sólo denunciar a su dirigente. Y del mismo modo que aquéllos, éstos tampoco establecen posiciones críticas o al menos razonables frente a sus verdaderos oponentes, que se encuentran en el oficialismo.
¿Para qué quieren la dirigencia de su partido, esos priistas? ¿Para entregarlo a la causa opositora? ¿Simplemente para conservarla como un botín de guerra? ¿O para verdaderamente establecer un esquema opositor eficaz y constante, que pueda ayudarlos a construir la legitimidad política y los adeptos que necesitan? Queda claro que independientemente de la respuesta, los priistas detractores bien podrían hacer todo eso desde este momento. No necesitan a la dirigencia estatal, para demostrar que son opositores.
Sin embargo, no seamos ilusos. Todos se pelean por las estructuras formales del partido para, a través de ello, acceder a las candidaturas. Todo se reduce, pues, a las ambiciones y los afanes de tener el control del partido, pues éste —como todos los institutos políticos— es parte del monopolio del acceso al poder.
Por eso, mientras parece urgente que se tomen ciertas decisiones a favor del interés general del priismo (defender a su partido, rescatar sus posiciones, asumir el liderazgo), unos y otros siguen entrampados en la lucha y defensa de sus intereses particulares. Al final, lo que van a encontrar es una entelequia partidista, que no servirá de mucho para los afanes y las cuentas alegres que, cada uno por su parte, todos hacen del respaldo popular al priismo oaxaqueño.
ACUERDO, ¿EXISTIÓ?
Los priistas inconformes aseguran haber firmado un pacto con el líder nacional del PRI, Humberto Moreira Valdés. Ahora esperan que cumpla. ¿Existió en realidad ese acuerdo? Quién sabe. Pero seguramente veremos, pronto, cómo varios integrantes de ese grupo aparecen, sin pasar por Oaxaca, como consejeros políticos nacionales de ese partido.