+ Ciudadanía no significa sólo votar en comicios
Hoy que celebramos en México el CCI Aniversario del inicio de la Guerra de Independencia, debiéramos preguntarnos con algo de detenimiento, si es impulso, voluntad o sensibilidad lo que nos hace falta como nación, para poder avanzar. Mientras vemos el inminente inicio de las campañas presidenciales, y de nuevas avalanchas de propuestas y promesas, vemos también que el país sigue prácticamente detenido: que no mejora ninguna de las condiciones que nosotros los ciudadanos percibimos; que los representantes en los Poderes Públicos siguen manifestando desdén sobre el contenido del mandato popular. Y que mientras, el país sigue andando sobre los rieles del “pudo haber sido peor”, como una especie de bálsamo (amargo y nocivo) para dizque remediar nuestra realidad. Veamos si no.
Aseguramos que, según nuestra percepción, ninguna de las condiciones mejora. Para la clase política, por ejemplo, es un argumento de justificación el decir, por ejemplo, que la economía de los mexicanos es estable, y que no se aprecian signos de riesgo para la población. Incluso, han llegado a asegurar que, contrario a lo que nosotros creemos, nuestra moneda ha ganado poder adquisitivo y hoy podemos hacer “más” con el salario que ganamos.
Esto es a todas luces engañoso. Sí es cierto que la economía mexicana goza de cierta estabilidad frente a las condiciones del mundo; pero también lo es que esa estabilidad ha sido lograda en buena medida gracias al sacrificio de la clase trabajadora; que desde hace años el gobierno federal reprime diversos indicadores para no reconocer que, por ejemplo, la pobreza es mayor de lo que se diagnostica; que la inflación alcanza niveles mayores al cuatro por ciento que, en promedio, dice el gobierno federal que se da anualmente; o que, del mismo modo el “deslizamiento” (hacia arriba) del precio de los combustibles, de ningún modo impacta en el bolsillo de la mayoría de la población, ni genera encarecimiento al precio de los productos que se venden directamente al consumidor.
Frente a esa disparidad, el gobierno federal puede decir misa si así quiere, aunque lo cierto es que la gran mayoría de los mexicanos ni le cree, ni percibe la supuesta mejoría, ni mucho menos se siente satisfecho con lo que el sector público hace por él. Aunque aún no se manifiesta en un sentido importante, queda claro que esa disparidad entre lo que se dice y lo que se percibe, en cualquier momento puede llevar a la población a una auténtica situación de enojo social, que no podrá disimular el gobierno maquillando cifras o negando lo que es evidente.
Vayamos al segundo de los puntos: la clase política, contrario a la población (que está urgida de acciones y respuestas concretas), no parece tener prisa alguna por resolver algunos de los grandes temas nacionales. Mientras el país está lleno de preguntas y cuestionamientos por la falta de respuestas, los diputados, senadores, gobernadores, altos funcionarios de los tres órdenes de gobierno, y el mismo Presidente de la República, siguen inmersos en la perniciosa necesidad de calcular sus tiempos políticos, y manejar los asuntos de la nación en relación a ellos. ¿A poco no?
México sigue esperando todas sus reformas importantes. En la última década, el gobierno federal ha sido incapaz de articular un solo proyecto fundamental para la vida pública; en la última década, el Poder Legislativo ha sido asimismo incapaz de articular acuerdos verdaderos para sacar adelante temas que interesan a todos.
Incluso, los gobiernos estatales han demostrado que en el marco de libertades que han gozado en este último periodo, lo único que han hecho de sus presupuestos, sus gastos y sus gobiernos, han sido verdaderos dispendios, administraciones anárquicas y de caos, que no tienen ahora (por si algo faltara) una posibilidad factible de ser resueltos en el corto plazo.
Qué decir del tercero de nuestros argumentos: pareciera que nuestra sociedad debe conformarse con no estar peor de lo que ya está. ¿No es eso cierto? Nos “venden” la lucha anticrimen, y sus efectos, bajo el argumento de que “de no haber actuado, estaríamos peor”. Del mismo modo, con eso pretenden que justifiquemos la precaria situación económica: “A pesar de las difíciles condiciones del mundo, México tiene condiciones de estabilidad ganadas gracias a la disciplina fiscal”. Es decir, que no importa que nos sigan deprimiendo con tal de no estar tan mal, como sí podríamos estar.
¿Y LOS CIUDADANOS?
Los mexicanos, por eso, debíamos comenzar a pensar más en lo que nos asumimos hasta ahora como ciudadanos, y en lo que deberíamos comenzar a ser. Quizá debiéramos dejar de pensar en el viejo concepto, legalista, de que ser ciudadano implica únicamente tener 18 años de edad y un modo honesto de vivir, para pasar a una definición más moral y sobre todo más comprometida con nuestro entorno.
¿A poco es buen ciudadano todo aquel que cumple con esos dos requisitos? Eso, sin duda, le permite tener tal calidad, pero no es por sí mismo un valor suficiente de lo que debe ser alguien verdaderamente comprometido con su país y con la sociedad en que se desenvuelve. Alguien con esas características, debía tener un compromiso personal, firme, con ciertos valores como la honestidad, el trabajo, la autoexigencia y también de la exigencia con los demás.
En ese sentido, los ciudadanos debemos dejar de pensar que todo lo malo que ocurre es culpa de alguien más (en ese caso, el gobierno es el culpable favorito), y que nosotros por no haber intervenido somos incólumes, y por tanto estamos libres de toda culpa. ¿De verdad eso es así?
Pongamos un ejemplo. Nos quejamos siempre de la corrupción en ciertas áreas del gobierno. Pero nosotros como ciudadanos, ¿de verdad nunca nos hemos prestado a la tradicional “mordida” que se le da a los agentes de tránsito, a empleados públicos por algún trámite, o para obtener un beneficio mayor al merecido? ¿De verdad no?
HACER CIUDADANÍA
En estas fechas patrias debíamos pensar en hacernos más responsables como ciudadanos. No podemos seguir instalados, todos, en los maniqueísmos que siempre hacen responsable de todo al de enfrente. Debíamos asumir con seriedad nuestro papel en la sociedad, y pensar que lo que no hagamos hoy por México lo pagaremos siempre. Exijamos. Pero exijamos bien. Y pensemos en construir, antes que seguir carcomiendo esta nación… que a pesar de todo, tan buena nos ha salido.