Gobiernos de Coalición: Oaxaca no es ejemplo

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+ PAN-PRD: alianza para más que ejercer poder

 

Hay una corriente política compartida por ciertos sectores “moderados” tanto del Partido Acción Nacional, como del Partido de la Revolución Democrática, que no dejan de insistir en la posibilidad de trabar una alianza para la elección presidencial del próximo año. Sostienen que podrían construir un programa conjunto de trabajo, y que innovarían emprendiendo un “gobierno de coalición”. Y ven como ejemplo de ello, a Oaxaca. ¿Habrá razones válidas para tomar a nuestro gobierno como punto de referencia… de algo que en México nadie ha podido concretar?

En efecto, algunos de los sectores menos duros tanto de Acción Nacional, como del PRD, barajan entre sus posibilidades comunes para los comicios presidenciales del próximo año, la de hacer una alianza para impulsar a un posible candidato, que pudieran encontrarse en una especie de “punto medio” entre las causas panistas y perredistas —que, de entrada, parecen irreconciliables—, y que incluso pudiera estimular un acercamiento entre esas posturas y visiones radicalmente opuestas sobre cómo debiera gobernarse el país.

En un primer momento, pareciera que el escenario nacional está dominado por dos corrientes entre los partidos que ahora comentamos: por un lado, el envión panista del presidente Felipe Calderón Hinojosa, que pretende imponer como abanderado presidencial a su ex secretario de Hacienda, Ernesto Corderro Arroyo, por encima de cualquier otro aspirante panista, y sin ceder espacios de poder a nadie dentro o fuera del PAN.

Por el otro lado, se encuentra el grupo perredista (ahora colonizando al Partido del Trabajo, y al recién renombrado Movimiento Ciudadano, antes Partido Convergencia) que respalda al ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, y que, del mismo modo, buscará todas las vías para imponerse en la candidatura presidencial del tabasqueño, evitando tanto las cesiones importantes de poder dentro de su partido, y atajando cualquier posibilidad de poner en riesgo ciertos principios ideológicos, e intereses políticos, que los han identificado como una corriente de izquierda marcada por la congruencia.

No obstante lo anterior, queda claro que en medio de esas corrientes quedan otras menos radicales, que defienden la posibilidad de una candidatura compartida entre las fuerzas distintas al PRI, que buscarían construir una alianza justamente para impedir el avance del tricolor, en la ruta del retorno al poder presidencial.

Esas corrientes ven en el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard Casaubón, al personaje que al mismo tiempo ha estimulado a las corrientes de izquierda no radicales para acercarse a él, pero que también ha buscado la menor confrontación con los sectores de derecha que también existen en la capital del país.

En ese sentido, Ebrard, el izquierdista moderado, no se aparece como un peligro para los intereses de los grupos sociales, económicos e incluso políticos identificados con la derecha panista. Y del mismo modo, Ebrard, el personaje de la izquierda moderada, también ha buscado presentarse como un individuo que buscará mantener a salvo el terreno concreto que la izquierda ha ganado en el país para incrementarlo, pero que sí podría estar en riesgo ante un gobierno radicalizado para cualquiera de los extremos políticos.

Y los defensores de planteamientos como esos, sostienen que un programa de gobierno ideal para el país sería el del gobierno de coalición. E, insistimos, ven a Oaxaca como uno de sus fundamentos.

¿Habrá razón para ello?

 

¿GOBIERNO DE COALICIÓN?

En Oaxaca hay gobierno conjunto entre varios partidos, pero no gobierno de coalición. La razón es evidente: aquí, el Poder Ejecutivo se encuentra dividido auténticamente en cuotas, que son ocupadas por representantes de los distintos partidos políticos que respaldaron la candidatura del gobernador Gabino Cué Monteagudo.

Y el Poder Legislativo trabó, aparentemente, una Coalición Legislativa que, sin embargo, no tiene ni fines, ni objetivos, ni un programa concreto; y que, suponiendo que el catálogo de buenas intenciones que presentaron al principio de su gestión contara con esos elementos, de todos modos ninguna de ellas se ha concretado en trabajo y avances conjuntos, más allá de la atención a los intereses que les son comunes.

¿Qué ha dado como resultado todo eso? Que, por un lado, el gobierno estatal actúe recurrentemente en sentidos y finalidades distintas. Y, segundo, que la ausencia de objetivos comunes y obligatorios para todos los integrantes del gabinete de gobierno, haga que éstos busquen permanentemente la satisfacción de sus intereses particulares o de grupo, pero sin atender a la supuesta razón preponderante de buscar la satisfacción del interés general.

Lo mismo ocurre con el Legislativo. El programa conjunto de actividades que programaron, ha tenido un cumplimiento parcial y selectivo. Esto, debido a la misma razón. Los partidos signaron su supuesto programa conjunto, sólo como una mera declaración verbal no obligatoria ni susceptible de ser exigida por nadie. Fue, más bien, un conjunto de promesas respecto a tareas específicas —que, la mayoría, no se han cumplido—, pero no el programa que un gobierno de coalición habría necesitado para denominarse como tal.

Por eso, Oaxaca está lejos de ser un referente nacional, tanto para quienes pretenden constituir gobiernos de alternancia, como para quienes buscan “experiencias exitosas” de gobiernos de coalición. Aunque aún es pronto para iniciar los procesos evaluatorios, queda claro que la visión del gobierno de coalición aquí únicamente fue entendida como el mero reparto de espacios, que no tiene posibilidad de ser exigido ni reprochado por la ciudadanía o por las mismas fuerzas que participaron en ellas.

Ojalá aquí pudiera construirse, primero, una mejor concepción del gobierno de coalición. Y, sobre todo, llevarse a los hechos. Creer, sin embargo, que éste puede ser un referente para el país, significaría tanto como condenar al país a una mayor parálisis, y vicios, de los que ya tiene.

 

ZORRILLA, EL INESTABLE

El secretario de Turismo y Economía, José Zorrilla, no se entiende ni él mismo. De nueva cuenta ya cambió a su secretario particular (ahora presentó, dicen, a una chica muy bien parecida, de nombre Tania), y al enésimo particular que corrió (Ricardo Escobar) lo mandó, de consolación, a la Secretaría Técnica. Esos son sólo dos, de varios cambios. ¿Y los resultados? Todos se siguen preguntando…

 

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