PRI Oaxaca: su tradición no entiende de democracia

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Es poco probable que los priistas oaxaqueños piensen en una “tercera vía” para elegir a sus candidatos al Senado. Y es así, porque en la tradición tricolor, en realidad no existen las mismas prioridades que pudieran explicar la búsqueda de cuadros ganadores, independientemente de su origen o pertenencia grupal. Como su lógica es otra, entonces los procesos internos para definir sus candidaturas, están regidos por reglas distintas a las que cualquier otra persona —incluso inmersos en la vida política— pudiera concebir. El problema, al menos en Oaxaca, es que hoy, a diferencia del pasado, los priistas ya no son gobierno.
En efecto, hoy la carrera por el Senado en Oaxaca, entre los priistas, es feroz. Y esa ferocidad se ve alimentada no sólo por el hecho de que hay tantos aspirantes como un puño de arena, sino sobre todo porque hoy el priismo local carece de Jefe Político; porque los equilibrios nacionales se rompieron con la salida del dirigente nacional tricolor, Humberto Moreira Valdés; porque todos los factores internos de poder en el priismo pretenden inclinar la balanza a su favor. Y porque hay quienes, incluso frente a todo eso, pretenden hacer valer linajes, lazos políticos o débitos con la dirigencia estatal, con la nacional, con el candidato presidencial, o con su equipo de trabajo.
Todo eso, apenas si alcanza a explicar la anarquía que prevalece en el priismo oaxaqueño. Por un lado, el aún dirigente estatal, Eviel Pérez Magaña, pretende seguir haciendo creer a unos cuantos incrédulos, que la unidad del priismo oaxaqueño existe y que, además, gira en torno a él; frente a esto, se encuentran los factores internos (léase, los ex gobernadores) que pretenden influir en una decisión que finalmente tomará el CEN, aunque no sólo en base a sus recomendaciones, a sus bendiciones, o a sus imposiciones. Y finalmente se encuentran algunos que decidieron jugar “por la libre” sus aspiraciones, y que, seguros de que de todos modos serán “algo importante” ante al triunfo de Enrique Peña Nieto en la contienda presidencial, decidieron jugar el todo por el todo, para ver si finalmente pueden regresar, dentro de algunos años, como candidato a Gobernador del Estado.
Como puede verse, todo esto tiene mucha “lógica” dentro de un partido como el PRI, pero muy poca si se ve de cara a las formas tradicionales —que se supone debían imperar— para hacer política. ¿Por qué? Porque en el tricolor todo pretende hacerse valer a través de influencias que no necesariamente son ni el mejor proyecto, ni la mejor representación, ni la mayor competitividad, y tampoco las mejores condiciones para ganar unos comicios.
Y es que esa ha sido siempre su tradición. Si revisamos todos los “procesos de elección interna de candidatos” del pasado, encontraremos que siempre fueron otros factores, y no los que se supone que son democrática y políticamente determinantes, los que decidieron la imposición de candidatos a todos los cargos —desde los más encumbrados, hasta las más modestas concejalías.
El problema es que los priistas no conocen en realidad la democracia, y saben poco de competitividad real. Por eso, en un escenario limpio —como el de Oaxaca: sin Jefe Político, con un gobierno que todos los días les regala banderas electorales para explotar, y con la efervescencia de quienes quieren remontar la derrota de 2010—, en el que se supone que no debiera haber dados cargados para nadie, todos buscan destruirse en aras de salir avante a partir de patentes de corso por padrinazgos, y no de demostraciones fehacientes de que la cuota democrática —la real, que se cuenta en votos, en confianza, en causas y en aceptación— se encuentra a su favor.

ARREGLOS BAJO LA MESA
En todo esto, queda claro que el PRI oaxaqueño no ha entendido que ya no son gobierno, ni tienen las garantías que éste otorga; y que como no son gobierno, y que como sus pesadas estructuras electorales se encuentran abandonadas y carentes de combustible económico, tampoco son prioridad para el CEN de su partido. Aún en esas condiciones, sin embargo, todo pretenden resolverlo según las reglas del pasado, y no en relación a las condiciones actuales, como se supone que deberían intentarlo.
A un partido en las condiciones actuales, el que sea, lo menos que le conviene es que aún con la pena de la derrota, se le sume el dolor de la pulverización. La conjunción, pues, de la pena con la tristeza, siempre dan un mal resultado. Y eso es exactamente lo que le pasa al priismo. Y eso es, exactamente, lo que no terminan de entender. Por eso, pareciera que por el intento de jugarse chueco entre ellos mismos, van a conseguir algo distinto de lo que hasta ahora han logrado.
Y cómo no. Reza el refrán que entre gitanos no se leen la mano. Pero eso es lo que intentan hacer hoy los tricolores respecto a sus candidaturas. La estructura formal del priismo pretende leerle la mano a todos los demás, asegurando que como ellos tienen la bendición del CEN co-mo-di-ri-gen-cia-es-ta-tal, también la tienen como potenciales candidatos a cargos de elección popular. Los ex gobernadores, por su parte, han tratado de generar la idea de que, cada uno de ellos, tiene la mejor ascendencia con el dirigente Pedro Joaquín Coldwell, y que por eso serán el fiel de la balanza. E incluso, el diputado federal Héctor Pablo Ramírez, hoy se asume como seguro candidato a Senador, a partir de su clara cercanía con el equipo del Precandidato Presidencial de su Partido.
No obstante todo lo anterior, ¿qué garantías de triunfo, objetivas, ofrece cada uno de los aspirantes oaxaqueños a la Cámara alta? ¿Qué causas institucionales, de Estado, puede demostrar cada uno de ellos que tiene, y que irá a defender en el Senado? ¿Qué antecedentes y compromisos claros haría distinto a alguno de ellos de los demás? Esas son las preguntas a las que ninguno ha podido dar respuesta. Y no pueden porque siguen inmersos en sus soñados “arreglos en todo lo alto”, cuando en Oaxaca todo está a ras de suelo. En fin.

HORRORES ELECTORALES
¿Usted votaría por una candidata que, en sus espectaculares y en su cuenta de Twitter, escribe su propio nombre con faltas de ortografía? ¿Usted confiaría en alguien que descuida esas formas mínimas? Eso es que debería poner a pensar a la diputada Margarita García García, que al parecer desconoce que en su apellido (doble) la letra “i” va acentuada, y que en nombres propios la primera letra se escribe en mayúsculas. Es cierto, son formas. Pero eso, para el elector sensible, también cuenta.

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