+ ¿Habrá representación real y trabajo por República?
Más allá de grillas y conveniencias, lo cierto es que la carrera por el Senado de la República en Oaxaca parece una carrera particularmente intensa, aunque hasta ahora los aspirantes de todos los partidos han lanzado sólo propuestas tan laxas y tan abstractas, que hasta pareciera que no saben qué se hace en la Cámara alta, o que no tienen ganas de verdaderamente conquistar al electorado inteligente que razona —y no vende— el sentido de su voto. Los hechos hablan por sí solos.
¿Qué se puede abstraer de frases como “contigo y por Oaxaca”, “Oaxaca, corazón de México”, “Para que el cambio continúe” o “La fuerza que nos une”? Porque independientemente de que tales frases generen algo de “identidad” en relación a un personaje o causa partidista, lo cierto es que esas no son frases que ni denotan algo específico, ni llevan a nadie a pensar en que lo que se pretende es un proyecto político y de Estado serio, que además viene acompañado de compromisos específicos. Nada de eso está presente en las actuales campañas.
Eso debería preocuparnos. Porque independientemente de los temas candentes de la política local, lo cierto es que las posiciones legislativas tienen una importancia específica independiente, y paralela, a los ánimos sucesorios y de consolidación de los grupos políticos.
¿De qué hablamos? De que independientemente de que gane un partido y un candidato, y de que con ello se definan los rumbos y los equilibrios entre grupos políticos, lo cierto es que los ciudadanos también debiéramos pensar en las razones en específico por las que queremos a tales o cuales candidatos como nuestros representantes en el Senado de la República.
Y es que la Cámara alta tiene una importancia excepcional para el funcionamiento de nuestro sistema democrático. Por eso es preocupante que el grueso de los ciudadanos no sepamos para qué sirve el Senado de la República (y que por ende no sepamos qué exigir a las personas por las que, directa o indirectamente, votamos para ocupar esos escaños que representan a Oaxaca).
Pero es mucho más preocupante, lamentable, y hasta condenable, que aún así quienes hoy aspiran al Senado, se la pasen engañando al electorado con frases pegajosas, con slogans sin contenido, y hasta con promesas demagógicas, pero no con las razones específicas de por qué pretenden llegar a esa posición, y qué pretenden hacer desde ahí a favor de la representación de nuestro Estado ante la Federación.
Por eso se supone que este debiera ser un momento de propuesta e interacción, y no de engaños y desánimo, como lo es. Propuesta, porque el Senado de la República agrupa las funciones más importantes de representación de las entidades federativas frente al pacto federal, y por ende es a quien le corresponden algunas de las funciones más importantes. ¿Cuáles?
Pues bien, en resumen son todas aquellas facultades que importan la integridad o la salvaguarda de la nación en su conjunto. Es decir, todas aquellas funciones relacionadas con los tiempos de paz y guerra, con la revisión de la política exterior del país; con la situación de las fuerzas armadas; con la preservación del plano de igualdad de las entidades federativas respecto a la federación y el concierto internacional; intervenir y facilitar el arreglo en los conflictos limítrofes entre entidades federativas, entre otras.
A partir de eso, debiéramos comenzar a comprender la importancia de los integrantes de la Cámara alta, aunque más allá de los planteamientos vacuos que hacen para tratar de llamar nuestra atención y, sobre todo, para tratar de ganar nuestro voto.
OFERTA POSIBLE
Debemos comenzar a entenderlo a cabalidad: nuestros diputados y senadores son mucho más que políticos, líderes o caciques de la región que representan. Son, o debieran ser, también mucho más que los representantes de los proyectos políticos de consolidación o de sucesión entre gobernantes y opositores; debieran ser más que grillos que luchan por un escaño para perfilarse a la gubernatura del Estado o alguna otra posición de mayor importancia. Son, incluso, mucho más que simples gestores de recursos o beneficios para las comunidades. Y, sobre todo, son representantes populares y no apéndices de gobiernos disfuncionales o contrapesos de políticos o administradores ineficientes.
Eso debiera quedarnos claro para no exigirles lo que no pueden cumplir, pero también para impedir que nos prometan lo que no deben o lo que no pueden conseguir. De hecho, de la sola lectura de las atribuciones del Senado de la República (las cuales se encuentran en el artículo 76 de la Constitución General de la República), los aspirantes a los escaños por nuestra entidad debieran elaborar una agenda específica de temas en los que no sólo debieran incidir, sino en los que es urgente que intervengan.
Por ejemplo, ¿qué han dicho nuestros senadores actuales (Adolfo Toledo Infanzón, Ericel Gómez Nucamendi, Armando Contreras Castillo, además del de representación proporcional que, para no hacer larga la historia, debiera representarnos pero no lo hace ni formal ni materialmente) sobre la facultad que tiene el Senado de la República de conocer los conflictos limítrofes que enfrenta nuestra entidad, y contribuir a su resolución amistosa?
¿Qué pretenden hacer, en ese mismo sentido, todos aquellos que hoy se apuntan para conseguir un escaño en la Cámara alta? ¿Pretenden conseguirlo para llegar a seguir calentando el asiento, o para verdaderamente hacer algo por la entidad? ¿Cómo, o a través de qué, pretenden abonar a las mejores causas de nuestro país, esos hombres y mujeres que hoy dicen ser “la mejor opción” para nosotros como votantes? No se trata de que cambien al mundo. Pero tampoco de que busquen el Senado por la sola posición, por la ascendencia y por los privilegios, pero no por el trabajo que sí debieran desarrollar a favor de los temas más importantes de México.
SENADORES PERDIDOS
Seguramente veremos pasar la campaña con pocos, o casi ningún planteamiento serio relacionado con lo que aquí se señala. Los candidatos a esos cargos no hablan del tema porque no quieren comprometerse, y porque seguramente tampoco tienen una razón en específico, además de sus ambiciones políticas personales o los intereses de sus respectivos grupos, para llegar al Senado. Así no podemos esperar mucho. Así, en ese mutismo, ellos llegarán a seguir teniendo, y dilapidando, ese cheque en blanco que les damos con nuestro voto a cambio de nada. Una lástima para la democracia.