Diódoro: el panismo le cobra su pasado

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+ Plan “transexenal”, a través de Josefina

 

Diódoro Carrasco vislumbra, entre sus anhelos, regresar a la gubernatura del Estado en Oaxaca. Pretende verse en el espejo en que se reflejó el controvertido dos veces gobernador de Yucatán, Víctor Cervera. Y para eso ha trabajado en los últimos años, y sigue haciéndolo a través de sus renovadas aspiraciones por la Senaduría; también por medio de sus fuertes relaciones con el grupo gobernante en Oaxaca. Y también a través del proyecto presidencial de la panista, Josefina Vázquez Mota.

Carrasco, como todos los gobernantes, entendió bien que el poder político siempre se obtiene para conservarlo, y por esa razón en la última década ha luchado por regresar a los fueros que perdió con la derrota priista en la Presidencia en el año 2000. Hasta entonces, e incluso habiendo entregado la gubernatura de Oaxaca a un grupo priista totalmente contrario a sus intereses, conservó enormes cantidades de poder a través del cargo de Secretario de Gobernación.

La idea, entonces, era la de conservar el poder presidencial a través de su candidato, Francisco Labastida, y seguir detentando cargos de primera importancia. Y es que Carrasco, siendo secretario de Gobernación, se encontraba en la primera línea del poder. Y era previsible que con el triunfo priista habría amplias posibilidades de repetir en ese cargo, o de asumir otro quizá tan importante como ese.

El problema es que el entonces jefe de Carrasco, el presidente Ernesto Zedillo Ponce de León, no hizo nada por retener la Presidencia, y el triunfo democrático de Vicente Fox llevó al Ejecutivo Federal a manos del PAN. El grupo zedillista —ideológicamente más cercano al conservadurismo panista, que a las ideas tradicionales del priismo— se convirtió en enemigo natural del presidente Fox.

Y paradójicamente, la identidad natural de unos y otros, y las aversiones que ambos compartían con y desde la casa presidencial, acercó al zedillismo con el grupo panista (justamente el del ahora presidente Calderón) que entonces era la disidencia interna del foxismo. A éste grupo, el panismo tradicional lo veía como un advenedizo que se aprovechó de la popularidad de la figura de Fox, para arrebatarle a los verdaderos militantes de convicción política e ideológica, la posibilidad de llegar a la Presidencia del país para establecer sus principios y llevar a cabo el programa de acción del partido.

El país dio varios giros en el sexenio “del cambio”, y por azares del destino en el año 2006 todos los enemigos de ese panismo, se enfrentaron entre sí. Desde el PRI fue impulsado como candidato presidencial, Roberto Madrazo, quien seis años antes se había enfrentado duramente al grupo labastidista, al que pertenecía Carrasco, para tratar de disputarles la candidatura presidencial. En la otra esquina, desde el foxismo se impulsaba a Santiago Creel.

Por ese solo hecho, ningún enemigo foxista tenía cabida en tal proyecto. Por eso, de nuevo, los panistas “tradicionales”  y los priistas doblemente fustigados (entre ellos Carrasco) hicieron fuerza alrededor de Felipe Calderón. Las circunstancias dispusieron que éste llegara a la Presidencia.

Y con ello se dio un impulso sin precedentes a varios zedillistas. Algunos fueron premiados con candidaturas a cargos legislativos federales —por eso Diódoro fue diputado federal por el PAN de 2006 a 2009. Y otros, como Luis Téllez, fueron colocados en Secretarías de Estado. El problema es que llegó el tiempo en que la venia presidencial se les acabó. Pero sí hubo algunos, como el ex Gobernante oaxaqueño, que alcanzaron a construir proyectos alternativos a través de los cuales pretenden continuar ejerciendo poder.

 

PROYECTO A FUTURO

Ni el ex gobernador Carrasco, ni el ahora gobernador Gabino Cué Monteagudo, han ocultado nunca su cercana amistad y los sólidos compromisos políticos. De hecho, Cué fue el proyecto de Carrasco para tratar de detentar poder en la entidad, una vez que éste dejó el cargo de Secretario de Gobernación, y que se vio descobijado del grupo que lo había llevado a las más altas esferas del gobierno federal. El ahora Gobernante, con el impulso de Carrasco, llegó a la Presidencia Municipal de Oaxaca de Juárez, desde donde inició esa carrera de largo aliento que, finalmente, lo llevó a la Gubernatura del Estado.

Hoy, en muchas decisiones fundamentales, Carrasco ha tenido mano. Es, sin duda, una de las personas en Oaxaca cuya opinión es más escuchada, más tomada en cuenta, e incluso adquiere el carácter de determinante, cuando se trata de abordar un problema sinuoso, o cuando se trata de establecer la forma de repartir los cargos o las responsabilidades. Eso, por la sola trayectoria y experiencia política de Carrasco, además de la ascendencia que tiene sobre el actual Mandatario, no tendría nada de raro.

El problema surge cuando se plantea un escenario aún más de fondo: es decir, cuando se piensa si en realidad Diódoro está contento con el lugar que ostenta hoy en la política oaxaqueña, o si pretende más. Queda claro que esto último es lo que respondería todo aquel que entiende la lógica del poder. Es decir, que Carrasco no pretende quedarse como el consejero, ni como el guía moral, y mucho menos como “el poder tras el trono”. Seguramente, como es natural, él pretende regresar por todo a Oaxaca. Y para eso está trabajando.

Hoy, por eso pretende ser Senador. Por eso apuesta todo a la inminente candidatura presidencial de Josefina Vázquez Mota. Y por eso pretende tomar el control de ciertos temas de la vida pública de Oaxaca. Quisiera, en el mejor de los casos, conseguir una reforma a la Constitución de Oaxaca que le quitara el candado que pesa sobre él en relación a la imposibilidad de que un ex gobernador vuelva a ocupar ese cargo. Y, lo que es más importante, buscaría empujar, a través de la eventual presidenta Vázquez Mota, la posibilidad de abrir ese mismo candado, que se encuentra establecido en el artículo 116 de la Constitución federal, respecto a quienes ya fueron gobernadores de una entidad, y pretenden volver a hacerlo.

 

RECHAZO PANISTA

El problema es que los panistas no lo aceptan. Conforme avanza su campaña, se hacen más claras las simpatías que cosecha, pero también las aversiones que le profieren. Y es que, para lograr sus proyectos primero tiene que ser Senador, como requisito indispensable. Y en esta elección no votan todos, sino sólo los panistas. Y, al parecer, comienza a ver que no todo es tan fácil como inicialmente creía.

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