+ No se trata de discursos, sino de acción
Está de moda que muchos por convicción o por rebeldía, pero también por imitación y hasta por pose, se declaren partidarios del Movimiento #YoSoy132. Ésta parece ser una expresión genuina del hartazgo y la inconformidad de las clases sociales más jóvenes e instruidas del país, por los resultados que ha dado la clase política del país en la última década. Oaxaca no ha estado exenta de partidarios del Movimiento #YoSoy132. Sin embargo, para asumirnos como tales también debiéramos analizar lo que hemos sido como actores parte de la vida pública local, y todo lo que, a pesar de nuestras circunstancias, hemos dejado de hacer.
En efecto, el Movimiento #YoSoy132 nació como una expresión genuina de jóvenes estudiantes, pertenecientes a una de las universidades privadas más importantes del país, que injustamente fueron calificados como “porros” por la dirigencia nacional del PRI. En uno de los videos iniciales, un grupo de universitarios identificados con esta expresión, establecieron líneas específicas sobre la visión que tienen miles de jóvenes mexicanos pertenecientes a las generaciones que están a punto de egresar de las universidades, y que ya se dan cuenta de la realidad en la que viven, así como las contradicciones y deficiencias que tiene nuestra clase política y gobernante.
En dicho video, en el que 131 estudiantes de la Universidad Iberoamericana desmienten a aquellos que los calificaron como porros, y se acreditan como estudiantes de esa universidad, establecen una visión de país que hasta ahora no había sido reconocida expresamente por los grupos de mayor edad en nuestro país. Con expresiones como “veo mi país muy mal. No les creo a los medios, ni mucho menos a los partidos políticos. Estoy en este movimiento de universitarios y no acarreados, porque a mí también me dio mucho coraje y dolor la forma en que los medios nos intentaron ver la cara. Ya estamos hartos de que nos manipulen”, tratan de establecer identidad con quienes ya no buscan identidad con partidos sino con ciertas causas de interés general para nuestro país.
Esto, como era de esperarse, tuvo eco en todo el país. En muchos predominó la declaración de antipeñanietismo del Movimiento #YoSoy132. Pero en otros, la identidad se generó a partir de la no identificación con los representantes tradicionales de los partidos y de los poderes fácticos que dominan la nación. Como era de esperarse, esto también tuvo eco en nuestra entidad. Y por esa razón, en diversas universidades y agrupaciones juveniles se gestó la idea de replicar ese Movimiento y asumir pública su concordancia con el Movimiento #YoSoy132.
Hasta ahí todo parece lógico y coherente. Sin embargo, si en alguna otra expresión espontánea de inconformidad pudiera tener identidad el Movimiento #YoSoy132, ésta necesariamente debiera ser con el movimiento magisterial de Oaxaca, ocurrido en 2006.
Ambos movimientos se gestaron a partir de inconformidades sociales acumuladas; ambos movimientos detonaron por actos específicos del grupo gobernante (o en el caso específico del Movimiento #YoSoy132, de quienes posiblemente lleguen al poder federal); y en ambos casos, esos movimientos lograron una aceptación social sin precedentes, que les brindó la fuerza, el respaldo y la capacidad política para transformar aspectos específicos de la vida pública de la sociedad en los que se declararon interesados.
NO A DOBLES FRACASOS
El Movimiento #YoSoy132 está en proceso de constituirse y de definir, más allá de la euforia y el momento político de su surgimiento, los derroteros que seguirá como movimiento específicamente constituido, y como expresión de ciudadanos que buscan la democratización del país desde prácticas y trincheras específicas.
El gran riesgo que corre esta expresión de la ciudadanía joven, se encuentra en la posibilidad de que el movimiento se desacredite por decisiones políticamente equivocadas; que tome rumbos meramente idealistas y por tanto inalcanzables en la vida práctica; o que, incluso, termine avasallado —o colonizado— por algún partido político, o por otras expresiones sociales, políticas o partidistas más experiencia y mañas en la praxis política a ras de suelo.
Sin embargo, más allá de las expresiones específicas del Movimiento #YoSoy132, en Oaxaca debiéramos ser más cuidadosos. Aunque, en conjunto, quienes integramos la sociedad oaxaqueña joven y universitaria, nos hemos negado a revisar y reconocer el fracaso que constituye para todos el movimiento político del 2006.
Porque aún cuando éste no fue un movimiento iniciado por jóvenes, sí fue seguido por cientos de ellos —nosotros— que desde diversas trincheras buscaron, o dijeron buscar, la posibilidad de transformar la realidad imperante, y generar condiciones más democráticas y justas para la interacción entre el poder y la sociedad civil.
En Oaxaca esa posible expresión fracasó. Esto porque más allá de la alternancia de partidos en el poder, y del “derrocamiento” electoral del gobernador Ulises Ruiz (hasta 2010 y a través de las urnas), ni los jóvenes, ni nadie tuvo la capacidad de ver más allá del momento político ni de construir una agenda real de temas específicos a partir de la cual se buscara una transformación y democratización de la vida pública de nuestra entidad.
¿Mentimos? Claro que no. Los jóvenes oaxaqueños no entendieron (entendimos) que eran tan importantes las expresiones callejeras como la necesidad de glosar los planteamientos del movimiento; no hubo capacidad de comprender que había que pasar de la violencia y la inconformidad a los planteamientos específicos. Aquí no hubo condiciones para que se vieran las condiciones reales de nuestra sociedad, y se buscaran planteamientos y mecanismos de mediano y largo plazo para que las cosas cambiaran.
¿QUÉ CAMBIÓ EN OAXACA?
Si debiéramos hacernos esa pregunta en Oaxaca, a la luz del Movimiento #YoSoy132, lo que podríamos responder es que lo único que cambió fue el régimen y el grupo gobernante. Lo que trató de hacerse como reforma política fue parte de la agenda del gobierno y de un despacho de asesores, pero no del movimiento popular encabezado por los maestros y los jóvenes en 2006. No cambiaron las condiciones de desigualdad, de falta de oportunidades, de inequidades, e incluso de excesos y poca apertura a la democracia por parte del grupo que detenta el poder. por eso, antes de declararnos partidarios del Movimiento #YoSoy132, debiéramos revisar nuestro pasado. Nos llevaríamos un fiasco como jóvenes y como ciudadanos.
me parece acertada tu acepcion acerca de este movimiento ahora en boga, esperemos queto sirva para algo positivo y no solo expresiones a la ligera, saludos Adrian