PVEM: Aquí en Oaxaca, todos llevan vergüenza compartida

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+ Oaxaca: sólo derrotas y engaño a electores

 

Ayer, el “presidente legítimo” en Oaxaca del Partido Verde Ecologista de México, Hafid Alonso García, se ufanó del “alacrán” que se había llevado el candidato a senador por el PAN, Diódoro Carrasco Altamirano, al conseguir la declinación del aspirante Verde a la Cámara alta, Joaquín Ruiz Salazar. Nadie sabe, en realidad, quién le hizo el favor a quién con esos movimientos, porque lo único cierto es que aquí la historia del PVEM es de derrotas y engaños a los electores, a la democracia… y quizá hasta a ellos mismos.

En efecto, desde hace mucho tiempo el Verde Ecologista en Oaxaca únicamente ha medrado con la representación partidaria que ostenta. En los últimos procesos electorales, han demostrado que los electores oaxaqueños no tienen simpatía ni identidad con las causas que ellos dicen defender.

Han demostrado, todos, que tienen una pésima capacidad para generar simpatía y convocar a nuevos electores a partir no de clientelismos, sino de causas. Y, de hecho, con su propia actuación han también constatado que no tienen preferencias por parte de los electores, ni competitividad, ni legitimidad, e incluso tampoco capacidad para regir su vida interna. Es decir, que son un desastre como partido.

Y es que, aunque pareciera que es un exceso asegurar que han demostrado ser un desastre como partido y como ciudadanos (pues se supone que están organizados políticamente en torno a una causa, que es la ecológica), esto se constata al haber demostrado nula capacidad de atracción, de identidad y de votos, a pesar de haberse agenciado políticamente uno de los temas más rentables de toda causa política en estos tiempos: la ecológica.

Y es que, en casi todos los ámbitos de la vida pública, diariamente constatamos que los temas relacionados con el cuidado y preservación del medio ambiente (o que al menos así lo aparentan) son rentables, lucrativos, atractivos y hasta justificados de antemano.

Todo el tiempo, grupos civiles consiguen oponerse al gobierno ante proyectos, obras y decisiones que pretende imponer, argumentando que se quebranta alguna cuestión relacionada con el entorno ecológico. Todos lo consiguen, menos el Partido Verde, que nunca participa de acciones de ese tipo; que demuestra no estar interesado en los asuntos públicos relacionados con las causas que dice defender su partido en Oaxaca; y que, de hecho, no tiene antecedentes de contacto social, de identidad con causas y de apoyo a grupos que, como ellos, también dicen defender al medio ambiente y los temas relacionados con éste.

Y es que, más bien, los Verdes en Oaxaca han ocupado su tiempo en disputarse el poder, en arrebatárselo, en repartirse como botín los cargos públicos que a veces obtienen de sus negociaciones, y en medrar con el membrete que la dirigencia nacional ha decidido sostener, en aras de sólo justificar la alianza electoral nacional que continúa teniendo con el Partido Revolucionario Institucional.

Por todo eso, parece insostenible no sólo la “espontánea” declinación de uno de sus candidatos en favor de otro que, según parece, no tiene causas ni identidad con él o su partido; pero también, por eso sorprende que la dirigencia patito de ese partido salga a ufanarse de los malos elementos que se van, cuando es claro que éstos son tan cuestionables y tan burdos como los que se quedan.

 

TODOS, ESPURIOS

Rogelio Enríquez Palma llegó a la dirigencia estatal del Verde no respaldado por su larga militancia en la región de la Cuenca del Papaloapan, sino gracias a los favores que en su momento recibió del otrora poderoso priista, Jorge Franco Vargas. Éste, aún detentando en toda su magnitud el peso específico de la representación de la palabra y la decisión del gobernador Ulises Ruiz, dispuso la salida de Ana Luisa Zorrilla de la dirigencia estatal del Verde, y el arribo “consensado” de Enríquez Palma.

En esa historia, todos lo saben, no hubo víctimas ni verdugos. Franco dispuso el fin de la dirigencia de Zorrilla, y el arribo de Enríquez, sólo como un mero enroque. Antes y después de aquel cambio (que ocurrió en 2008 a través de un proceso interno, simulado al mejor estilo priista), el Verde no ha alcanzado a tener más de 500 afiliados; antes y después de aquel cambio, los cargos de elección popular (legislativos y municipales) que obtuvo la dirigencia fueron por cuotas y negociaciones, pero no porque los ganaran en las urnas. Antes y después de ese cambio, el Verde ha sido un membrete en Oaxaca, en el que no han parado las pugnas internas entre los dos grupos que se sienten dueños del partido.

¿Cómo se explica la declinación de Joaquín Ruiz a favor del candidato panista al Senado, Diódoro Carrasco, y la tronante reacción de los dirigentes “legítimos” (es decir, disidentes) de ese partido? Por los grupos a los que cada uno de ellos pertenece.

Por un lado, se entiende claramente que Enríquez Palma continúa respondiendo a los intereses de Franco Vargas, y más ante la decisión de sus otrora aliados del PRI de marginar a su esposa, la ex auditora Superior del Estado, Rosa Lizbeth Caña Cadeza, de las candidaturas a cargos legislativos federales en el proceso electoral que hoy mismo se desarrolla. Si hoy Franco está cerquísima de Carrasco, entonces la decisión de Joaquín Ruiz —candidato de Enríquez— de declinar en su favor se hace más lógica, casi ante cualquier oferta del panista.

Pero hay más. Pues quizá una de las decisiones más cuestionables del delegado Presidente del CDE del PRI, Jorge Esteban Sandoval Ochoa, ha sido la de convocar a lo peor de la disidencia del Verde, encarnada en la figura del impresentable Hafid Alonso, a quien reconoció como interlocutor válido con el tricolor, y a quien implícitamente le legitimó la “calidad” como “presidente legítimo” del Verde en la entidad.

 

“LOS ENEMIGOS DE MIS ENEMIGOS…”

Con todo eso, la decisión de Enríquez, de permitir la declinación de su candidato a favor del panismo es del todo lógica. El priismo oaxaqueño (aliado, según, del Verde) reconoció plenamente a sus peores adversarios. Y si de por sí ya tenía cierta cercanía con Diódoro Carrasco a través de Franco, entonces se actualiza por completo aquella máxima de que “los enemigos de mis enemigos, son mis amigos”. Por eso, seguramente, y además por dinero, Joaquín Ruiz declinó a favor de Diódoro. Los verdes, por ambiciosos y por displicentes, continúan cavando el hoyo en el que sumen cada día más a su propio partido.

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