Normalistas: la ignominia, llevada al extremo

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+ No hay autoridad: la ciudadanía, a la deriva

 

Ayer los estudiantes de la Escuela Normal Superior Federal de Oaxaca, desquiciaron la ciudad por un asunto que, como siempre, compete sólo de forma marginal a la autoridad estatal, y que nada tiene que ver con los intereses de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Ellos, los normalistas, representan además a uno de los grupos menos comprometidos con el interés general, y que más perjuicios provocan a la entidad con su radicalismo y proclividad a la voracidad e inconformidad sin sentido.

En efecto, ayer representantes del Consejo Estudiantil señalaban que el bloqueo de arterias viales que realizaron, y que provocaron un enorme problema a la ciudadanía y al turismo, tuvieron como origen la supuesta falta de respuesta a su demanda principal, “relacionada con un conflicto interno”. Lo que exigían los normalistas, era el reacomodo de personal e infraestructura educativa para su centro de enseñanza, y justificaron sus acciones en el hecho de que el IEEPO hace caso omiso a sus demandas.

Todas estas son excusas para hacerse presentes en este momento tan importante para la economía y el gobierno de Oaxaca. Es evidente que lo que los normalistas buscan es convertirse en un problema de gobernabilidad para el gobierno estatal, con el objetivo de encarecer la posibilidad de cualquier tipo de arreglo, y de ahí obtener mayores beneficios a los que recurrentemente coinciden.

Sólo quien no sabe la forma de actuación, los cálculos de los normalistas, y los beneficios de los que siempre son objeto, podría pensar que, en efecto, esta protesta fue casualmente coincidente con las fiestas de los Lunes del Cerro, y que verdaderamente los estudiantes normalistas buscan la satisfacción de sus exigencias, y no llamar la atención del Gobierno del Estado.

Y es que la protesta, en este preciso momento, por un problema que sólo corresponde a ellos y a su dirección (y posiblemente a la Sección 22, que es quien controla casi por completo la vida interna de las normales de la entidad), es en realidad una excusa de los normalistas para conseguir todavía más beneficios y canonjías de las que ya goza de manera permanente.

Esto porque los normalistas, a diferencia de prácticamente todos los demás estudiantes de nivel superior de la entidad (que están desprotegidos durante todo su periodo como estudiantes, y que además nunca tienen asegurada una plaza laboral o una seguridad para cuando concluyan sus estudios universitarios), sí reciben innumerables ayudas económicas por parte de la administración estatal para realizar estudios normalistas de los que, bien a bien, nadie sabe qué calidad o competitividad real tienen; y que, además, tienen asegurada una plaza de trabajo al culminar sus estudios.

Oaxaca es la única entidad de la República en la que aún prevalece la práctica nociva de la contratación automática de todos los normalistas, independientemente de su nivel de conocimientos o de su desempeño como estudiantes, y también sin tomar en consideración las necesidades que tiene el sector educativo de la entidad, de nuevos trabajadores.

Todo esto, además, contrasta sobremanera con el alto grado de conflictividad que tienen los normalistas, que hoy por hoy son más conocidos en la sociedad oaxaqueña por integrar los grupos de choque, y la carne de cañón de la Sección 22, que por verdaderamente ofrecer certidumbre sobre el futuro de la educación pública de la entidad.

Los normalistas oaxaqueños, en general, se asemejan más a grupos porriles aparentemente politizados (pues les enseñan que su único objetivo es la defensa de sus intereses al precio que sea), que a futuros educadores que podrán sostener los compromisos y los requerimientos educativos de la entidad para los próximos años.

 

GOBIERNO TOLERANTE

Ayer los normalistas cerraron importantes arterias viales durante varias horas, ante la mirada complaciente de todas las autoridades de la entidad, que no sólo no hicieron algo para destrabar lo antes posible la obstrucción a las vías de comunicación, sino que tampoco hicieron algo para auxiliar a la ciudadanía que se quedó varada —y atrapada— en los bloqueos, y en el caos que provocó la ausencia de representantes del orden.

En efecto, la obstrucción duró varias horas. Durante varias horas, no hubo representantes del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca que pudieran dar cauce al asunto, y —como siempre— los representantes de la Secretaría General de Gobierno estaban más ocupados en otros menesteres, (quién sabe en qué) que en atender un asunto que, al menos por decoro, debían estar también atendiendo.

Mientras todo eso ocurría, miles de transeúntes, turistas, y automovilistas, quedaron en medio de un enorme caos vial, que se agravó por la ineptitud de las instancias municipales y estatales, que nunca llegaron a atender el enorme estacionamiento público en el que se convirtieron la mayoría de las arterias viales del norte de la capital oaxaqueña.

Esto parecía el peor escenario. Propios y extraños (porque estos son los días de más turismo en todo el año en Oaxaca) vieron cómo la autoridad estatal fue incapaz de atender un asunto claramente prefabricado con los normalistas, y también presenciaron cómo todas las instancias abandonaron a los ciudadanos, que tuvieron que arreglárselas como pudieron para dar orden al caos vial derivado del bloqueo, y que se vieron en la necesidad de organizarse solos porque no hubo representante oficial que hiciera presencia cuando menos para desahogar el tráfico.

Esta es una situación inaceptable. Pues es claro que si los oaxaqueños tenemos un gobierno, lo menos que podemos esperar de él, es que actúe con eficacia y prontitud tanto para atender los asuntos que generan perjuicios a la mayoría, como también para que auxilien a los que se convierten en víctimas colaterales de una situación como la de ayer.

Lo grave es que nadie parece tener conciencia de ello. Y por eso sólo dejan pasar los asuntos sin reparar en la gravedad que éstos representan, y en la pésima imagen que se llevan de nosotros (sociedad, gobierno y grupos de lucha social) aquellos que vienen de visita y, por casualidad, se convierten en testigos de esta ignominia.

 

INDIGNADOS

Así nos decimos los ciudadanos. El problema es que nos enojamos y nos indignamos sólo mientras dura el bloqueo, pero luego se nos olvida. Por eso no exigimos más y mejores resultados a la autoridad. Y por eso siempre terminamos siendo objeto de nuestros propios olvidos.

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