Guelaguetza en Oaxaca: ¿por qué no conformarnos?

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+ Fiesta debe recuperar su sentido original

 

Oaxaca es una tierra de gente tan generosa, que por eso, aún frente a los agravios y las distorsiones, difícilmente protesta o inconforma por asuntos que realmente tienen que ver con temas tan complejos, como el de sus raíces culturales. Eso es lo que ocurre con la fiesta de los Lunes del Cerro: a pesar de que ésta ha sido modificada, y lastimada, por los meros afanes comerciales, los oaxaqueños seguimos viéndola tan esplendorosa e impactante como si nada se le hubiera cambiado. Por muchas razones, eso no debiera ser así.

En efecto, en los últimos años la fiesta de los Lunes del Cerro ha sufrido modificaciones importantes. Una de ellas, quizá la más significativa, ha sido la del establecimiento de cuatro, y no dos ediciones de la Guelaguetza. Ese replanteamiento, que se hizo bajo justificaciones meramente comerciales, en realidad ha venido a distorsionar de manera importante la lógica que seguía la representación de los Lunes del Cerro, así como la presencia de las delegaciones regionales y hasta el tiempo de duración de cada una de las representaciones.

Es claramente perceptible el hecho de que, en los últimos años, los encargados de organizar esas festividades desde el Gobierno del Estado, se han aprovechado de que generalmente los turistas desconocen cuáles son los antecedentes principales y el origen y significado tanto de la presencia de las delegaciones en Oaxaca, como de las expresiones étnicas y culturales que vienen a representar en el Auditorio Guelaguetza. Piensan que como éstos no saben, y de todos modos se van maravillados por lo que ven (cultura tan rica como la oaxaqueña, es escasísima en casi todo el mundo), entonces les pueden presentar lo que sea y que de todos modos éstos lo consumirán y aplaudirán como si la fiesta estuviera realmente intacta.

Eso último, en efecto, ocurre. Aún con todos sus cuestionamientos y deficiencias, generalmente el turismo nacional e internacional —y los mismos oaxaqueños— se va maravillado por lo que pueden alcanzar a ver en el Auditorio Guelaguetza. Es innegable el hecho de que a propios y extraños impacta y estremece el majestuoso Jarabe del Valle con la presencia de las Chinas Oaxaqueñas; los bailes y sones de la región de la Costa e Istmo; la belleza de las tuxtepecanas y el colorido y alegría de sus bailes y trajes; e incluso el impacto que provoca la Canción Mixteca, entonada respetuosamente por miles de almas en el Auditorio, o la lozanía de los Mixes o representantes de la Sierra Juárez. Sin embargo, al margen de eso ocurren muchas otras cosas que no deberían pasar en los Lunes del Cerro.

Vayamos a algunos ejemplos. Por citar una cuestión específica, hoy esa representación dura casi cuatro horas, de las cuales —dicho con todo respeto—, mucho está de relleno. En cada edición anual de los Lunes del Cerro, se ve con mayor claridad el hecho de que la fiesta se alarga innecesariamente y que, a la par de ello, se invita a delegaciones regionales que, aunque ciertamente son parte de Oaxaca, pero que no por ello son expresiones realmente auténticas de sus regiones o zonas étnicas.

Del mismo modo, para alargar la Guelaguetza, hoy se recurre en exceso a las representaciones de bodas, mayordomías, tradiciones populares y demás, que si bien son parte de las tradiciones de los pueblos, no por ello tienen estar en la Guelaguetza. Haciendo un balance honesto y congruente de lo que debían ser los Lunes del Cerro, y lo que son en realidad, pueden entenderse con toda claridad los amplios cuestionamientos que hoy pesan sobre los organizadores de la fiesta, y sobre el llamado Comité de Autenticidad, que claramente han privilegiado el sentido económico, comercial y lucrativo de esa fiesta, y han desdeñado la verdadera originalidad y autenticidad que debía prevalecer en una representación tan trascendental que, además, no es propiedad de ellos, sino de todos los oaxaqueños.

 

CIUDADANÍA EXIGENTE

Lo grave, en todo esto, es que hasta la gente que sabe se deja cautivar con la fiesta, y hace de lado cualquier cuestionamiento respecto de la Guelaguetza. Se van, pues, al lugar común de que Oaxaca es más grande que cualquier insuficiencia de sus funcionarios o mecenas folclóricos o culturales, y que por esa razón la fiesta de los Lunes del Cerro vale la pena independientemente de cómo se haga, o de lo que se le agregue o se le quite deliberadamente. Dicen, por ejemplo, que la sola presencia de ciertas delegaciones regionales (algunas de ellas mencionadas en líneas anteriores) hacen que la fiesta valga la pena, y que todo lo demás es nimio. Nada más equivocado.

Uno de los principios de cualquier sociedad crítica, radica en que ésta pueda tener siempre la capacidad de autoevaluarse y verse con honestidad y sin falsos pragmatismos. Es cierto, bajo esa lógica, que los Lunes del Cerro valen excepcionalmente la pena por las expresiones culturales que ahí se manifiestan.

Sin embargo, eso no significa que propios o extraños debamos estar de acuerdo, o aplaudir, por cualquier cosa que se nos presente. Y si a los turistas eso se les disculpa por el desconocimiento de la verdadera tradición, para los oaxaqueños eso es inadmisible porque sabemos bien lo que debe tener nuestra Máxima Fiesta, y porque preferimos evadir la realidad antes que hacer algún tipo de autocrítica que involucre signos de interrogación a nuestras tradiciones.

Por eso, un asunto como este debemos verlo desde una perspectiva más amplia. Debemos ser críticos y exigentes, porque sólo así podremos verdaderamente tener una mejor fiesta. Es cierto que quienes la organizan no lo hacen tan mal. Sin embargo, es evidente que la podrían hacer mejor, y que uno de los puntos básicos para eso radica en recuperar la originalidad de la celebración, en rescatar la forma en que originalmente fue concebida, y en quitarle el aserrín y el relleno que solamente abulta pero que no aporta para lo que verdaderamente deben ser los Lunes del Cerro. No seamos evasivos. Exijamos algo mejor, por el bien de Oaxaca y de nosotros mismos.

 

DE RIPLEY…

Que en Oaxaca las más importantes escuelas de educación superior elijan a sus autoridades por el voto popular. Así ocurre en todas las escuelas de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca —y ahí está la raíz de muchos de sus problemas— y ahora sabemos que también lo hacen así en las Normales de Maestros en Oaxaca. Coincidentemente son las más problemáticas. Coincidentemente, son muy corruptas. Qué lamentable.

2 COMMENTS

  1. Muy respetable su comentario, pero a mi parecer le falta profundidad, sobre todo en ser claro que es lo que se debe aportar.

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