+ PAN: Moneda de cambio para el futuro…
La elección estatal de 2013 comenzó el pasado 2 de julio. Una vez que se conoció el resultado de los comicios federales, y de la reconfiguración del poder en todos los rincones del país, los partidos arrancaron las tareas para afianzarse, o recuperarse, en el escenario local. A partir de ello, comenzamos a ver movimientos —de todos tipos— dentro de todos los partidos políticos. Y por esa razón, dentro de no mucho tiempo volverá a ser tema del momento la discusión relativa a las coaliciones como medio de preservar el poder.
En Oaxaca, es claro que la coalición que hoy gobierna no tiene tintes de ser una coalición de gobierno y, acaso, tampoco una coalición legislativa. De hecho, lo único que hasta el momento ha demostrado ese maridaje de partidos, es que a cambio de quién sabe qué (porque no es gratis) están dispuestos a apoyar las iniciativas del Titular del Poder Ejecutivo. Esa es la premisa y ese es el fin.
Esta coalición de pragmatismo se hace evidente desde el momento de que la coalición carece de contenido programático y de compromisos serios y causas comunes bien definidas. Los documentos a través de los cuales trataron de pasar de la alianza electoral a la coalición de gobierno, hoy se encuentran olvidados, junto con buena parte del contenido ideológico de cada uno de los partidos.
En esa desenfrenada lucha por conservar el poder, han privilegiado sólo las decisiones que buscan el relumbrón y la consolidación de su presencia. Pero hasta ahora, en las reformas legislativas, en el programa de gobierno, e incluso en los fines que persigue en común el bloque que domina los poderes Ejecutivo y Legislativo, no existe un contenido ni definiciones claras o de una predominancia de la derecha, o de una preponderancia de izquierda, e incluso tampoco de que ambos bloques hubiesen antepuesto algo de su ideología o intereses, en aras de construcciones o causas comunes establecidas y comprometidas en programas de trabajo.
Por eso, esta coalición que hoy gobierna sólo puede explicarse a partir de la lucha por la preservación del poder. Supieron bien que una vez que pudieran tener cierta competitividad, y un candidato a gobernador innegablemente fuerte en el terreno electoral como lo fue Gabino Cué Monteagudo, todo lo demás vendría por añadidura. Acostumbrados a no rendir cuentas a nadie, ni comprometerse a nada, una vez que ganaron asumieron el hecho de que un Congreso sin coalición era sinónimo de pluralidad (y con ello de dificultades mayores en la construcción de consensos). Y por eso decidieron ir por su coalición y decir que este era el instrumento idóneo para la democracia.
Los hechos han demostrado lo contrario. Es cierto que el Congreso ha aprobado reformas que pudieran ser trascendentales. Sin embargo, es también evidente que el costo político de ello ha sido hasta ahora subestimado; y también es evidente que esas reformas responden a otras necesidades e intereses que no necesariamente son el contenido programático e ideológico de una coalición legislativa como la que dicen ser, y que más bien tienen que ver con la preservación del poder.
LA NEGOCIACIÓN QUE VIENE
Si la nuestra fuera una democracia de verdad, entonces hoy debiéramos estar hablando de qué coincidencias políticas o ideológicas podrían ser determinantes para la construcción de una coalición entre dos fuerzas políticas de distintas inclinaciones. Aunque pareciera natural que las llamadas “fuerzas de izquierda” (PRD, PT y Movimiento Ciudadano) se unieran en torno a un solo proyecto, es claro que ello no tendría por qué inhibir una discusión relativa a qué causas son las que defenderían en común, y qué objetivos deberían de trazarse al conformar una alianza electoral.
Si eso debiera ocurrir entre las fuerzas de izquierda, ¿qué tendría entonces que suceder ante el intento de unificación de partidos tan distantes como el PAN y el Partido de la Revolución Democrática o, también, de fuerzas con pocas coincidencias claras como lo es el albiazul con el Revolucionario Institucional? Tendría, en primer término, que ocurrir un proceso intenso de legitimación al interior de todas las fuerzas, pues no sólo se trata de indicar a los militantes y simpatizantes por quién deben de votar, sino de convencerlos de que esa ruta les permitiría, sí, alcanzar el poder, pero también llevar a cabo un programa de gobierno firme, basado en más sustancia que la sola lucha por el poder.
Para eso tendría que haber una negociación, pero de causas. Sin embargo, lo que realmente ocurre es una negociación de posiciones e intereses, en la que sólo se traba el compromiso político e ideológico, una vez que están asegurados los espacios y las condiciones en que deba ocurrir el reparto en el poder al tenerlo ya en las manos.
En un escenario como esos, resulta que quien se convertirá en moneda de cambio es, paradójicamente, el partido que menos aventajado resultó del último proceso electoral. Este es Acción Nacional, quien a partir de ahora tendrá que comenzar a construir no sólo su escenario de reconstrucción interna en todo el país, sino que en Oaxaca habrá de buscar el sostenimiento no de su plataforma política o su ideario, sino de la posición de preponderancia que ocupa en los Poderes del Estado y en el escenario político local.
Finalmente, en ese terreno es en el que los oaxaqueños veremos la negociación y el jaloneo por la construcción de las coaliciones y los bloques de partidos para los comicios estatales de 2013. No esperemos —porque nunca han ocurrido— discusiones ideológicas ni jaloneos por definiciones ni congruencias, porque lo que todos buscarán es afianzar sus posibilidades de remontar o sostener el poder que ya consiguieron.
Por eso mismo, veremos de nuevo postergada la posibilidad de ver una coalición legislativa o de gobierno. Y por eso seguiremos engañándonos con el discurso del gobierno de coalición, cuando ésta únicamente ha sido una coalición por el poder. Así sea del PRI, del PAN o de cualquier otra fuerza política. Porque, en el fondo, todas son iguales.
DESTELLOS NEGROS
Los que comienzan a dar nuestros flamantes nuevos diputados federales y senadores por Oaxaca. Sería bueno que a partir de ahora comenzáramos a vigilarles su productividad, propuestas y compromiso con el trabajo legislativo que hicieron prometer. Hace tres años, los que ahora se fueron, prometieron lo mismo. Y sólo entregaron baja productividad, ausentismo e indolencia por el compromiso hecho con la ciudadanía.