+ La horizontalidad, ajena a su tradición
Qué bueno que dentro del Partido Revolucionario Institucional, las distintas expresiones partidistas por fin están saliendo del marasmo que las había dominado, y comienzan a proponer posibles salidas al brete que representa la renovación de su dirigencia estatal. Aunque hay quienes le apuestan a los mismos arreglos cupulares de siempre, queda claro que cualquier solución que le apliquen a este problema tendrá que ser a través de la construcción de consensos y salidas adecuadas. No obstante lo anterior, pensar en una dirigencia colegiada —como lo han propuesto algunas corrientes priistas— parece lo mismo un destello de romanticismo político, que una respuesta inadecuada para un problema inminente como lo es su falta de definiciones políticas.
En efecto, en los últimos días el llamado Frente Renovador por un PRI para todos, lanzó una propuesta que, aunque de entrada parece interesante, en realidad tendría que ser revisada con detalle y, sobre todo, tendría también que estar acorde con los documentos básicos de un partido indubitablemente vertical como lo es el tricolor. ¿Qué propuso ese Frente Renovador?
A través de un comunicado, enviado a los medios informativos la mañana del pasado miércoles, el Frente señalaba lo siguiente: “La renovación del Comité Directivo Estatal del PRI demanda la unión de esfuerzos y la participación de todos los grupos y corrientes internas, por lo tanto pensar en una dirección colegiada que dé cabida a todas las voces, es una opción que la militancia debe analizar seriamente para poner fin a la etapa de división que nos ha costado muy caro, por los importantes espacios políticos que se han perdido”.
Luego, ayer jueves, mediante otro comunicado, el consejero Político Nacional del PRI, y funcionario en el gobierno de Ulises Ruiz, Moisés Molina Reyes, refrendaba la propuesta del Frente Renovador, asegurando que “sólo con el consenso de todas las corrientes y grupos internos podremos recuperar la unidad del PRI en Oaxaca, por lo que la propuesta de formar una presidencia colegiada sería una alternativa viable”. Habría que repensar una propuesta de esta magnitud. ¿Por qué?
En primer término, porque una propuesta verdaderamente seria en este sentido, debiera ser algo más que un mero llamado enunciativo y por eso, cuando menos debiera también venir acompañada de contenido programático específico. Es decir, que la propuesta de una dirigencia priista colegiada tendría que venir acompañada de todo un esquema de trabajo a partir del cual pudiera reflejarse una arquitectura legal viable para llevar a cabo el proceso de constitución de una auténtica asamblea estatal no de priistas notables, sino de toda la militancia, así como del proceso de selección de esa presidencia colegiada, y las reglas y límites que ésta tendría para actuar y decidir frente al priismo local y nacional.
De entrada eso no parece fácil, y menos cuando toda esta propuesta se enfrenta al hecho de que estatutariamente no existe forma de generar estructuras de dirigencia distintas a las establecidas en los documentos básicos, y ésta tampoco respondería a la tradición priista que, les guste o no, lo acepten o no quienes lo proponen, no está acostumbrada a tener estructuras horizontales, y seguramente tampoco sabría que hacer frente a ellas.
PROPUESTAS, PERO VIABLES
La propuesta de una dirigencia colegiada (a través de un “triunvirato”, o de una “dirección colectiva provisional”, como la que en su momento tuvo la APPO, conformada por una treintena de individuos) es inviable desde donde se le vea. Si el primer problema de aceptar una propuesta así sería el estatutario, y luego el legal, y posiblemente hasta el constitucional, el segundo problema —tanto o más grave que el primero— radicaría en que esa dirección colegiada fuera funcional, y después que fuera respetada por la militancia.
Y es que más allá de los romanticismos, el PRI no puede alejarse de sus prácticas y tradiciones. Sería ridículo suponer que, en automático, el priismo pudiera pasar del estado de anarquía y confrontación en que se encuentra actualmente, a uno de democracia plena y respeto a las formas de convivencia y reglas estatutarias, sólo con la conformación de una dirigencia colegiada.
Si algo ha mostrado la historia de este país, es que en nuestra tradición política el poder no se comparte. Por eso en todos los partidos, en los sindicatos, en los grupos, e incluso en el mismo Estado, siempre, los mandos son unipersonales, porque la posibilidad de compartir el poder siempre se ha inclinado a la traición y no al equilibrio. Por todo eso, en nuestro país los partidos no tienen vicepresidentes; el Poder Ejecutivo tampoco lo tiene. Y por eso existen líderes impresentables, pero poderosos, como Elba Esther Gordillo.
Derivado de todo eso, lo que el PRI oaxaqueño tiene que buscar es salidas acorde a lo que ellos han estado acostumbrados a ver y a asumir como parte de su tradición de mando. Pasar de una forma a otra de forma intempestiva no sólo no contribuiría a resolver sus problemas actuales, sino que generaría otros que hoy ni siquiera imaginan, y que tendrían que ver ya no con la unidad o con la aceptación de todos los priistas, sino más bien con el funcionamiento cotidiano del partido y con la eficacia que podría llegar a tener en los momentos decisivos.
Por eso, lejos de fantasear, el PRI debe buscar salidas acordes al consenso y el restablecimiento de sus formas tradicionales de hacer política. Esto es, no a través del avasallamiento, como se acostumbró en los últimos años, sino más bien a través de la conjunción de las principales fuerzas e intereses de una sociedad, alrededor de un solo proyecto político que pudiera incluirlos a todos. Así nació el PRI hace 83 años. Y así el priismo oaxaqueño podría llegar a una auténtica solución acorde con lo que son y con lo que conciben como democracia.
SIN BRÚJULA
Qué tan mal, pero de veras tan mal, estarán en la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca, que el IEAIP les tiene que puntualizar que las Recomendaciones que emita ese órgano, así como el seguimiento y en su caso, cumplimiento, ¡es información considerada por la Ley de Transparencia como pública, por lo que debe estar a disposición de cualquier persona! ¿Y es que, qué creen? Que la flamantísima dependencia que encabeza el pasante de abogado, Arturo Peimbert, ni siquiera tiene página web… No se ayudan con esa “publicidad” del trabajo que dicen que hacen.