PRI: sus antecedentes los van a derrotar

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+ Proceso de integración ha sido una farsa

 

Si de verdad tienen interés en recuperar Oaxaca, para el PRI nacional el tablero electoral de la entidad representa auténtica encrucijada. Según parece, no hay forma posible para reconciliar la derrota con la victoria, cuando se pretende que ambas condiciones se posen en las mismas manos; y mucho menos podrá darse esta posibilidad cuando la reconciliación de los factores reales del priismo local está lejísimos de ser una realidad. En estas condiciones, además, surgen una serie de interrogantes que, de no ser respondidas, no harán sino consolidar la derrota que ya se vaticina.

En efecto, dice el principio de la contradicción que nada puede ser y no ser al mismo tiempo. Esto aplica perfectamente para el priismo oaxaqueño, porque si hay un signo que los ha marcado en los últimos años, ha sido el de la derrota. El grupo que heredó del gobernador Ulises Ruiz el control de la dirigencia, no ha tenido otra senda que la marcada en los dos últimos comicios.

Cuando manejaron el proceso electoral estatal de 2010 perdieron la gubernatura, la mayoría en el Congreso local y las plazas municipales más importantes de la entidad. Y cuando en 2012 de nuevo tuvieron el control electoral del priismo, no hicieron sino repetir el diagnóstico con una nueva derrota, determinada no sólo por las circunstancias, sino también por los excesos y errores que ellos mismos cometieron en el camino.

Ese no es sólo un antecedente, sino es parte fundamental del contexto de la elección intermedia de 2013 para el priismo oaxaqueño. No se trata de reducir el diagnóstico a una simple predicción basada en los antecedentes. Más bien, el asunto álgido radica en el hecho de que, con dos derrotas al hilo —ambas casi al punto del blanqueo—, la credibilidad y la confianza que pudiera tener la militancia priista en la dirigencia y el grupo que insiste en mantener el control monopólico del PRI oaxaqueño, es cada vez menor. Esta es una circunstancia determinante. ¿Por qué?

Porque para 2013 ya no se tratará sólo de que el grupo heredero del ex gobernador Ruiz consiga o no hacer una operación electoral eficaz, sino de que pueda revertir el desánimo y el enojo de su propia militancia por la devastación de los dos últimos comicios. Nadie en su sano juicio podría creer que personajes impresentables como Alejandro Avilés Álvarez, y todos los ulisistas que llevaron al PRI a su derrota, ahora puedan presentarse de nuevo ante sus militantes y simpatizantes, y que éstos les den su confianza sin cobrarles las facturas por las derrotas.

En ese caso, es evidente que las derrotas priistas no son huérfanas: todos saben perfectamente qué las provocaron, y quiénes son los responsables. Del mismo modo, a todos les queda claro que los responsables de cada descalabro tienen también facturas pendientes por pagar, antes que suponer que la sola permanencia, por designio de la dirigencia nacional, les otorga un nuevo cheque en blanco para que la militancia crea ciegamente en ellos, y evite la posibilidad de preguntar, cuestionar y hasta repudiar por los antecedentes del pasado.

Por todo eso, no parece posible que haya posibilidad de conciliar, en un solo grupo, la victoria con la derrota. Ni una ni otra pueden ser y no ser al mismo tiempo. Y de entrada, esa será la primera gran afectación, manifiesta, que traerá aparejada para quienes siguen en el PRI por insistencia pero no por voluntad auténtica y respaldo de una militancia que quién sabe si en realidad los considere, o sólo lo esté esperando para cobrarles por sus excesos y por las derrotas.

 

¿RECONCILIACIÓN?

Otra de las razones que hacen a Oaxaca un tablero imposible para el PRI, radica en la reconciliación imposible. ¿De qué hablamos? De que más allá de las palabras dichas por Salvador Sánchez y sus segundos, de que el priismo oaxaqueña ahora sí se encuentra en un momento de reconciliación y de integración, lo cierto es que de nuevo la dirigencia priista está sólo incluyendo a sus amigos, a sus compromisos y a los integrantes de su grupo. Con ellos pretenden conformar las candidaturas importantes. Pero también quieren las delegaciones federales y los espacios administrativos de mayor relevancia política y electoral para la entidad.

Es evidente que no se puede tener todo a pedir de boca. Por eso, en el primero de los casos, la reconciliación ha sido una auténtica fantasía. Y en el segundo caso, será imposible que a los priistas que aún controlan la dirigencia estatal también les faciliten el acceso a las delegaciones federales. Si esto lo vemos con una visión de estricta operación electoral, el resultado de todo esto será un factor más para la derrota. ¿Por qué?

Porque es evidente que al no haber una reconciliación y una integración real, la posible sinergia entre el Comité Directivo Estatal del PRI y las delegaciones federales será una fantasía. ¿Cómo querrá la directiva del tricolor que en temas de operación electoral trabajen coordinados candidatos, jefes de campaña y funcionarios públicos, cuando éstos no sólo pertenecen a grupos contrarios en la entidad, sino que unos y otros se han deshecho en improperios, patadas bajo la mesa, descalificaciones y demás? ¿Cómo querrán que trabajen juntos, cuando a las tareas de reintegración del PRI no han sido llamados otros que no sean los “cuates” del ulisismo puro, desdeñando a todas las demás expresiones que también son importantes para la entidad?

Y finalmente, en un escenario así, de confrontación y de casi nulas posibilidades de coordinación entre militantes de un mismo partido (que está en el poder federal, y que busca recuperarlo a nivel local), ¿cómo harán todos para “vender” la idea de que Oaxaca es una arena electoral rentable para el gobierno federal, y que por esa razón es viable arriesgar capitales políticos y credibilidad en una operación electoral de gran calado, que necesitará el doble o triple de lo normalmente necesario, para poder hacer una maquinaria electoral que está a punto de desfondarse no por su desgaste, sino por la imposibilidad de ser operada correctamente?

 

DERROTA ANUNCIADA

Lo cierto, en todo esto, es que son los antecedentes los que apuntan a la derrota. Las vicisitudes que enfrenta el PRI oaxaqueño son tantas y tan claras, que necesitarían atención de primer nivel para poder recuperar electoralmente la plaza. Y quién sabe si eso le interese a un gobierno nacional que sólo ha visto en Oaxaca el foco de confrontación y algidez, total, con el que seguramente nadie querría lidiar.

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