+ Las tribus pelean por botín que aún no tienen
Es dantesco el espectáculo que da el Partido de la Revolución Democrática en Oaxaca. Pues a pesar de ser el partido que tiene sendas mayorías abrumadoras en la Legislatura local, y en el Congreso de la Unión, trae consigo tanta debilidad que por eso un puñado de personajes no deja de pelear, ni a sol ni a sombra, por conseguir el control de su dirigencia estatal, y las candidaturas que, de antemano, ya sienten como seguras ganadoras. Lo más paradójico es que pelean por un poder que en sí mismo no tienen, y por el que no han sido ellos los que han luchado.
En efecto, si algo ha distinguido los tiempos de cambio en Oaxaca, eso ha sido la debilidad de las dirigencias partidistas. Y en esto ha tenido particular relevancia el Partido de la Revolución Democrática. Pues a pesar de que es el partido en el poder¸ el perredismo oaxaqueño no ha encontrado la paz y el orden que se supone que debía haber en su dirigencia, y mucho menos la fuerza que debían tener quienes integran su dirigencia. Esto no ha sido así, porque el perredismo local ha sido el mejor símbolo de la colonización y de utilización abierta para beneficios del poder, sin que éste necesariamente les comparta sus beneficios.
Veamos si no. El actual grupo gobernante originalmente pertenecía al extinto Partido Convergencia, hoy convertido en Movimiento Ciudadano. Éste, en un principio, no estaba planteado como una fuerza de izquierda. Más bien, tuvo su primer acercamiento formal con el perredismo en 2004, cuando pelearon juntos por la gubernatura motivados por el solo deseo de vencer al PRI. Luego, en 2006, una alianza nacional los volvió a poner en el mismo camino. Fue ahí donde el contacto entre los convergentes y los perredistas oaxaqueños se hizo más estrecho.
Finalmente, gracias a la historia que ya habían construido los integrantes del Partido Naranja en los comicios de Gobernador de 2004, éstos se impusieron en la alianza, para la postulación de quien encabezaría la fórmula al Senado por Oaxaca. Así fue como el hoy Mandatario llegó a tener su escaño en la cámara alta. Y ese fue el origen de la candidatura a Gobernador que luego le fue entregada en 2010.
¿Qué refleja todo eso? Que, en 2006 y 2010, la fortaleza del PRD en Oaxaca se llama Gabino Cué Monteagudo que, paradójicamente, ni siquiera es militante o simpatizante abierto de ese partido. La mejor muestra de que ahí es donde radica la fortaleza local (porque la nacional se encuentra indiscutiblemente en manos de Andrés Manuel López Obrador), radica en el hecho de que en los dos últimos comicios en que participó el hoy Mandatario como cabeza de la alianza, ésta arrasó al priismo.
Por eso, en 2006 llegaron a la Cámara de Diputados un grupo de hombres y mujeres perredistas a los que, literalmente, sus candidaturas y el triunfo electoral, les cayó del cielo. Y por eso mismo, por la suerte y por la fuerza que les inyectó el ahora Gobernador, también en 2010 llegaron a la Legislatura local un conjunto de candidatos, también postulados mayoritariamente por el PRD, que no habían hecho mayor trabajo político, que no tenían ascendencia en sus comunidades y distritos y que, en resumen, no supieron ni cómo ganaron sus curules.
CONTROL COMPRADO
Sin embargo, existen diferencias sustanciales entre las características de los comicios de 2006 y 2010, y los de 2012. En los dos primeros, el PRD se valió de una figura icónica de la oposición oaxaqueña (el aspirante Gabino Cué, a quien le habían robado el triunfo en 2004, y que en 2006 le recetó al priismo una derrota histórica e implacable). Pero en el proceso electoral del año pasado, además del llamado “efecto López Obrador” —que arrastró al triunfo a propios y extraños en todas las regiones del país en las que tenía presencia mayoritaria—, hubo una impecable operación electoral llevada a cabo, sin duda, desde el asiento del grupo gobernante.
Esa operación benefició al PRD… aunque claramente el beneficio fue mayor para el grupo gobernante, que ya no fue utilizado por el partido negroamarillo para llegar al poder, sino que más bien utilizó el registro y el acceso al poder que permite el perredismo como partido político, para colocar a sus propios integrantes en las dos cámaras legislativas, y para comenzar a perfilar con fuerza a quienes serán los transmisores del poder actual.
Eso, que está siendo utilizado, es lo que no entiende el perredismo. Más bien, ellos —viviendo de forma voluntaria, y hasta adictiva, en un error abismal— asumen que en realidad el poder sí es de ellos, que sí tienen capacidad para ganarlo y sostenerlo solos, y que por eso vale la pena luchar hasta el final por conseguirlo. Ellos mismos se han de sorprender cuando se dan cuenta que hacer tambalear a la dirigencia en turno es relativamente fácil, aunque no toman en cuenta que la debilidad de su dirigencia no es sino un reflejo de la debilidad real de ese partido.
Y es que la vida y la fuerza real que tiene el perredismo, no son sino producto de las transfusiones de recursos, de poder político y de influencia electoral, que le hacen desde el gobierno por órdenes del grupo gobernante. El PRD, en realidad, es todo lo débil que necesita el gobierno, porque sólo así puede utilizarlo y servirse de él, engañándolo con la zanahoria de los triunfos y el bastión perredista, pero en realidad utilizando sus espacios y su plataforma para construir y reforzar el andamiaje y la estructura que ya ha perfeccionado el grupo gobernante.
Por eso son ridículas las disputas entre los grupos al interior del PRD. Todos sienten que tienen la capacidad de dar las candidaturas y decidir el rumbo del partido. Esa es la razón de la feroz disputa que tienen por la dirigencia y por el control del perredismo oaxaqueño. Unos y otros se engañan, porque en realidad quien es el verdadero dueño del partido está en Palacio de Gobierno. Y será ahí, y sólo desde ahí, donde se determine quién es o será dirigente; quién será candidato a casi cualquier cargo de elección popular, y cuáles serán las definiciones del perredismo de cara a la elección que se avecina. ¿Alguien lo duda?
TELÓN DE FONDO
En esas ambiciones se explica la disputa que hoy se traen por el control del PRD diversos grupos, pero principalmente el del senador Benjamín Robles Montoya. Se sienten desplazados. Particularmente, van contra su ex aliado Salomón Jara, quien tiene aún una parte importante del perredismo y a Morena. Claro, todo con recursos públicos. Una chulada de prácticas… y de perredistas.
Mas claro ni el agua…