Ulisismo: la debacle política en tiempo real

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+ Capital: su último intento de imposición

 

El grupo del ex gobernador Ulises Ruiz que aún se encuentra en Oaxaca pasa por uno de sus peores momentos de crisis. Ya no sólo se trata de los daños ocasionados por las sucesivas derrotas electorales o por el descrédito del ex Mandatario como figura política dentro y fuera del PRI en el ámbito nacional. En realidad, su crisis actual se basa en el bajísimo nivel de quienes representan a ese grupo, y de su menguada capacidad personal y electoral como figuras de poder. El caso de la capital oaxaqueña es un ejemplo claro de cómo únicamente a través de una imposición podrían mantenerse a salvo.

En efecto, la historia de esta debacle está enmarcada por un hecho irrefutable: que mientras estuvieron en el poder, el grupo del entonces gobernador Ruiz desdeñó a prácticamente todas las figuras de peso y ascendencia política, y tuvo una marcada proclividad por mantener cerca sólo a quienes eran amigos incondicionales, a tenían particulares capacidades en la ingeniería electoral, o a quienes podían garantizarles ganancias económicas a través del manejo presupuestal o de las maquinaciones administrativas para convertir en privado el dinero público.

Cuando gobierno se acabó y vino la derrota electoral, el agonizante grupo en el poder comenzó a pulverizarse. De inmediato, las figuras a las que nunca les permitieron cercanía decidieron alejarse voluntariamente. Aquellos que siempre habían tenido la calidad de empleados, también se fueron a buscar otros horizontes. Algunos más, que sentían convicción por su partido o por las banderas que defendían, decidieron quedarse en el PRI pero siempre con el desacuerdo de quienes se quedaron a cargo de la dirigencia formal del mismo. Al paso de poco tiempo, se dieron cuenta que quienes se habían quedado con la encomienda de cuidar al grupo y el poder que les quedaba, eran los menos preparados y competitivos, para la nada sencilla labor que tenían enfrente.

¿Quiénes eran? Era Eviel Pérez Magaña, que asumía haberse quedado como depositario de la dirigencia priista únicamente para buscar, desde esa plataforma, la senaduría que finalmente sí consiguió. En la representación legislativa del PRI se quedó el diputado Francisco García, quien se ganó su “liderazgo” también por gracia del grupo al que pertenecía pero no porque tuviera algún tipo de control o ascendencia sobre los demás diputados de su fracción.

A cargo de la ingeniería electoral se quedó Alejandro Avilés, que si bien puede ser bueno para ciertas labores de mapachería, no tiene nada ni de líder ni de dirigente. En los sectores del PRI también quedó un puñado de personajes cuyo único mérito era la amistad o el compromiso contraído con el gobernante caído. En esas condiciones, era previsible que la competitividad electoral del PRI fuera tan mala como el desastre electoral que finalmente provocaron en los comicios federales de 2012, en los que sólo pudieron conseguir la proeza de no salir blanqueados en todos los distritos electorales.

Sin embargo, a pesar de la situación las cosas no cambiaron significativamente. A través del chantaje y la exigencia de las prebendas y los espacios de poder, el ex gobernador Ruiz ha mantenido a todos los personajes en los que delegó su poder en Oaxaca, aunque lo cierto es que todos ellos siguen ahí a través de la vida artificial que les transfunde su Jefe Político. Y no conformes con ello, hoy pretenden seguir viviendo a través de los acuerdos y las imposiciones, pero no de la competitividad real o de la construcción de opciones electorales consistentes y basadas en el trabajo, y no en los compromisos o los caprichos del grupo al que se pertenece.

 

LA DEBACLE EN OAXACA DE JUÁREZ

Javier Villacaña es un priista que en sus haberes cuenta únicamente con el sencillo mérito del trabajo permanente en las zonas por las que ha querido competir electoralmente. Político de carrera, éste ha hecho del PRI y del trabajo en zonas populares, la base de sus aspiraciones, porque en realidad no cuenta con grandes méritos administrativos, empresariales o profesionales a partir de los cuales sustente la aspiración por la alcaldía de la capital que ha tenido desde hace tres lustros. Sin embargo, como la política se funda en la voluntad popular, su trabajo es meritorio para legitimar sus aspiraciones políticas.

¿A qué se enfrenta Villacaña? Se enfrenta al hecho de que no es el candidato del ex gobernador Ulises Ruiz, y a que por eso intenta ser atajado por quien éste pretende colocar como aspirante a la alcaldía citadina. Y es que, también con clarísimos indicios, el grupo del ex mandatario impulsa al empresario José Escobar Gómez, que ciertamente puede contar en sus haberes con ciertos méritos empresariales, pero nada más.

De hecho, sus aspiraciones por la Presidencia Municipal no se fundan en el hecho de que Escobar sea parte de una familia de empresarios exitosos, ni en sus méritos políticos propios (que, de hecho, en política no tiene ninguno), sino únicamente en la circunstancia de que es el favorito del ex Mandatario, y en que éste intentará asegurar la posición a través de sus conocidas negociaciones y presiones en la capital del país con las cúpulas priistas, pero no a través de la opinión general, a las encuestas, o a la consideración y el respeto a la militancia de su partido.

El problema es que Escobar representa claramente a ese grupo de méritos dudosos y de vida artificial que pretenden subsistir en la política priista de nuestra entidad. El grupo ulisista ya fue vencido por Villacaña hace unos meses, cuando intentaron atajarle la llegada a la Mesa Directiva del Congreso local. El ulisismo legislativo fue quien maniobró en su contra. Y ahora que pretende llegar a la candidatura a Edil por la capital oaxaqueña, tratarán de hacer lo mismo para imponer a Escobar. Aunque si lo logran, será únicamente para que la ciudadanía le recete, de nuevo, una derrota segura para el ulisismo priista que sigue sin entender que la política en los tiempos de oposición debe ir más allá de los compromisos y los caprichos a los que están acostumbrados.

 

EL ÁRBITRO, AUSENTE

Todo esto se enmarca por la ausencia total del árbitro electoral. Es lamentable para nuestra democracia que el IEEPCO, que encabeza Alberto Alonso Criollo, sea más que nunca una autoridad aparente, que no tiene capacidad ni siquiera para simular su preponderancia como mando institucional en la materia. Villacaña, Escobar y los demás van con todo, a una guerra que no tiene reglas y tampoco tiene autoridad. Terrible.

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