+ Designaciones, enredadas, oscuras e ilegítimas
El Partido Revolucionario Institucional en Oaxaca está a punto de consumar la mayor traición a su militancia. Cuando se suponía que, desde la oposición, el partido tricolor tenía el deber de renovarse y de ganar la confianza de su militancia y de la ciudadanía, resulta que está haciendo todo por enredar sus procedimientos, llenarlos de oscuridad y, en resumen, simular democracia para terminar entregándose a los intereses inconfesables de siempre. El proceso interno para elegir candidatos a diputados y alcaldes es una simulación, que demuestra el galopante grado de descomposición que prevalece ese partido.
En efecto, según la convocatoria que emitió el Comité Ejecutivo Nacional desde el pasado mes de marzo, en el PRI oaxaqueño habría un proceso democrático en el que podrían participar todos aquellos militantes que tuvieran la aspiración de ser tomados en cuenta como precandidatos. La convocatoria establecía que, previo cumplimiento de los requisitos, habría convenciones municipales y distritales, en las que la propia militancia podría participar para definir al que sería su candidato. Ese, que a todas luces parecía un proceso democrático, fue deliberadamente torcido por los operadores partidistas aquí en la entidad. ¿Cómo?
El tricolor simuló, en resumen, esos procesos internos. Como no podían brincarse el requisito establecido en la convocatoria de que todos los militantes priistas que cumplieran con los requisitos de la convocatoria podrían participar, entonces decidieron abrir el proceso en ese punto, pero tomando ventaja desde el momento de la aceptación de las solicitudes de precandidaturas.
Sin ningún pudor, y aprovechándose del desconocimiento del grueso de su militancia de los medios de defensa que establecen las intrincadas leyes electorales, el Comité Directivo Estatal del PRI —con la aquiescencia, la complicidad o la omisión del dirigente Juan José Moreno Sada— deliberadamente dejó correr los plazos que establecía la convocatoria, hasta que éstos vencieran. Ya vencidos, nunca notificaron a quienes se habían inscrito al proceso si sus solicitudes de precandidatura habían o no sido aceptadas. Y ahí comenzó el asalto del PRI a su militancia. ¿Por qué?
Porque la única perjudicada de que el CDE dejara correr los tiempos, era la militancia. Ésta, según las leyes electorales, perdió la oportunidad de defenderse porque, salvo excepciones, no se pudo doler, en tiempo y forma, ante los tribunales por los derechos quebrantados. El PRI, sabiendo lo anterior, comenzó turbios procesos de negociación en los que muchos fueron engañados con la promesa de que serían tomados en cuenta; otros fueron esquilmados, al ofrecerles tráfico de influencias para obtener candidaturas; y los más fueron sorprendidos al confiar en un proceso que, según les prometieron, sería democrático, pero que terminó siendo la farsa de siempre.
Y es que mientras la militancia, animada, pensaba que podría participar en un proceso democrático, el CDE del PRI maquilló el proceso arreglando las convenciones con quienes ya había acordado —mediante acuerdos discrecionales— que se convertirían en candidatos. Y luego, cuando los ciudadanos de a pie que pensaron que podrían participar, se dieron cuenta que todo era una simulación para consumar las imposiciones, también repararon en el hecho de que el PRI, su partido, los había traicionado, dejando pasar deliberadamente el tiempo para que pudieran defenderse ante las instancias partidarias y los tribunales jurisdiccionales.
Así se explica que en muchos municipios se hayan definido candidaturas en procesos amañados de cabo a rabo. Esas maniobras, desaseadas y turbulentas, explican también por qué al PRI los procesos en los municipios importantes se les fueron —literalmente— de las manos. Y eso explica, en el fondo, por qué pretenden hoy sacar a sus candidatos más importantes mediante negociaciones políticas y candidaturas “de unidad”, cuando lo que realmente decidió la convocatoria es que las candidaturas fueran para quienes demostraran militancia, arraigo y capacidad de convocatoria.
ENREDOS INNECESARIOS
El PRI oaxaqueño se mofó primero de su militancia cuando fue incapaz de conducir pulcramente el proceso para definir a sus candidatos a diputados locales. A propios y extraños les jugó el dedo en la boca con la zanahoria del proceso interno, para finalmente terminar imponiendo candidatos en todos los distritos.
Su “unidad” aparente, la basaron en que ellos mismos chicanearon el proceso para atajar las impugnaciones, y tener el otorgamiento de las candidaturas en las manos del Comité Directivo Estatal, pero no porque de verdad los hombres y mujeres a quienes definieron como candidatos sean los idóneos, o porque tengan la certeza de que todos los demás (los burlados) se sumarán a esas candidaturas artificiales.
Eso mismo está pasando con los municipios. Si revisamos únicamente lo que ocurre en la zona conurbada, veremos cómo fue el propio CDE del PRI quien enredó todo el proceso para tratar de imponer a los afines a sus intereses políticos. En Santa Lucía del Camino, por ejemplo, el Comité Estatal del tricolor está metido en grave dilema (que bien se pudo haber ahorrado) por su indeclinable necedad de querer imponer al individuo que sí llegó a acuerdos económicos con la dirigencia estatal, dejando de lado las expresiones genuinas de su militancia.
El PRI, en esa localidad, pretende imponer, a como dé lugar, y aunque sólo refleje garantías de derrota, a Fortunato Mancera, cuando es claro que el candidato natural, y el que podría ganar sin problemas un proceso interno abierto y democrático, sería Galdino Huerta Escudero. En ese caso, es la necedad de Alejandro Avilés, y no la complejidad de la contienda, lo que tiene enredado el proceso de designación del candidato a Alcalde en ese municipio.
¿“LIMPIAR LA CASA”?
Exactamente lo mismo ocurre en todos los municipios importantes. Bastaría con hacer la revisión, para saber por qué a esos candidatos los quieren sacar por la vía de los acuerdos políticos y no a través de la participación de la militancia. Lo que quieren hacer es limpiar la casa y simular operación política. En el fondo, lo que quiere la dirigencia es ver con quién se arregla mejor, de quién puede sacar más provecho, y en qué forma puede servirse del proceso, aunque la militancia y el futuro de ese partido sigan anclados a la burla y las tomaduras de pelo de Avilés, y de quienes —por acción u omisión— lo respaldan en sus pillerías.