Guerrero: no debe ser un “Oaxaca reloaded”

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+ Magisterio: ligas peligrosas, al descubierto

 

Aunque es inaceptable lo que ocurrió el miércoles en Guerrero, es apenas algo parecido a lo que hace casi siete años ocurrió en Oaxaca durante meses. Aunque parezca asimismo inaceptable pensar en que todo lo que ha hecho el magisterio guerrerense termine en la impunidad, no hay razones para suponer que algo distinto pueda ocurrir. Oaxaca es la medida de todo. Aunque este sea un parámetro inadmisible desde todos sus flancos.

En efecto, el pasado miércoles los profesores afiliados a la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero (CETEG) tomaron venganza porque el Congreso de aquella entidad no aprobó las reformas legales que les permitirían continuar gozando de la no evaluación, así como de los criterios discrecionales para desempeñar su labor educativa que prohibió la reforma constitucional federal aprobada en febrero pasado. Esa venganza consistió en acudir a las sedes de los cuatro principales partidos políticos (PRI, PAN, PRD y Movimiento Ciudadano) para destruirlas y quemarlas, además de provocar saqueos en oficinas administrativas del gobierno guerrerense.

Mientras eso ocurría, todo el país veía azorado cómo se revivían, aunque sea en una expresión mínima, los tiempos del conflicto magisterial de Oaxaca. Y es que quienes se sorprendían por la toma y el saqueo al Congreso guerrerense, quizá no recuerdan que en la entidad oaxaqueña el magisterio mantuvo tomada la sede del Poder Legislativo durante varios meses, y que cuando la entregaron estaba completamente saqueada.

Quienes se escandalizaron el miércoles por los daños que provocó el magisterio a las sedes partidistas, quizá no sepan que en Oaxaca el magisterio también agredió, en diversas ocasiones, las sedes partidistas. Y que, particularmente, aquí también provocaron incendio y destrozos en la sede del Comité Directivo Estatal del PRI. Algo exactamente igual a lo que ocurrió hace dos días en la sede priista guerrerense.

De hecho, en Oaxaca nada de lo ocurrido en Guerrero puede llegar a sorprendernos, salvo el hecho de que, ahora como entonces, el gobierno y los profesores terminen negociando para dejar todo en la impunidad. Si algo fue forma común de arreglo entre el magisterio y el gobierno cuando el conflicto del 2006, eso fue la negociación de la ley, para traer la paz a cambio del olvido de los quebrantos cometidos. En aquel año, eso pudo ser comprendido —que no justificado— por el hecho de que el gobierno estatal no tenía la fuerza para establecer el orden, y de que al gobierno federal no le interesaba en lo más mínimo procurar la paz y la justicia para Oaxaca.

¿Eso es lo mismo que pretenden hacer en Guerrero? Por el bien de la nación, es claro que ni siquiera deberían tomarlo como una posibilidad. Entonces, como ahora, en las movilizaciones y acciones de lucha del magisterio, están infiltrados diversos grupos que no son necesariamente magisteriales, que aprovechan el momento para ensayar tácticas violentas de lucha, y que asimismo ocupan la confusión para perpetrar acciones de mayor calado en cuanto a la desestabilización local.

Cuando ocurrió el conflicto magisterial de Oaxaca, había presencia bien definida de integrantes de organizaciones armadas (guerrilla). El problema es que el conflicto mismo no tuvo la suficiente fuerza para lograr una mayor duración, y permitir que esos grupos operaran más tiempo en la construcción de bases sociales.

La diferencia entre Oaxaca en el 2006, y Guerrero en la actualidad, es que allí el magisterio de la CETEG tiene una alianza pública, y bien construida, no sólo con células de movimientos armados, sino también con los llamados grupos de autodefensa, que a todas luces dejan ver que tienen un origen, financiamiento y fines más cercanos al crimen organizado que a los movimientos guerrilleros que han existido en la zona.

 

RIESGO DE ESTADO

Lo apuntábamos hace apenas unos días. En nuestra entrega del pasado 10 de abril, señalábamos que es indispensable entender la relación que tienen el magisterio, la guerrilla y los grupos de autodefensa en el estado de Guerrero. La guerrilla, como hemos apuntado antes, tiene profundas motivaciones políticas y sociales, y está planteada para conseguir un cambio de régimen, de orden jurídico y de relación entre las fuerzas políticas predominantes de una sociedad. La autodefensa, sin embargo, tiene motivaciones mucho menos elevadas, menos sociales y, al contrario, prácticamente desprovistas de causas justificadas e incluso de legitimidad entre la sociedad.

En algunas comunidades las autodefensas surgieron como consecuencia de la inseguridad. Sin embargo, está plenamente documentado que específicamente en Guerrero, muchos de los grupos de autodefensa nacieron a partir del interés de organizaciones relacionadas con la delincuencia organizada por desestabilizar, por arrebatar al Estado el control de regiones enteras, o simplemente por demostrar su capacidad de fuego, el temor que pueden infligir, o su influencia entre quienes habitan esas comunidades.

Por eso la relación entre el magisterio y las autodefensas, tiene poco o nada de similar que su relación con la guerrilla. La primera está plenamente justificada por las circunstancias y, aunque eso no la aleja de su marco de ilegalidad, es una de las características fácticas que más historia tienen dentro tanto del movimiento magisterial como de los movimientos armados. Sin embargo, la segunda es francamente riesgosa, porque entonces acerca al magisterio a otra vertiente de la ilegalidad que más bien tiene que ver con la protección de cuestiones del orden criminal, y con una nueva mimetización entre los intereses y las luchas sociales, y los intentos de los grupos armados por tomar lugar en los temas relevantes de una nación.

 

ESTRATEGIA CRIMINAL

Ese es el riesgo real: que los actos de desestabilización que antes preveíamos y hoy vemos consumados en Guerrero, sean parte de una estrategia criminal y no política. Y es que no se trata de que lo político no sea grave o que no merezca ser atendible, sino que cuando aparentes temas de hartazgo social vienen acompañados de intereses criminales, entonces el coctel se vuelve doblemente peligroso. Ya no sólo se trata de la gente que sale a las calles a protestar, sino que mientras éstas lo hacen, y el Estado las contiene, hay grupos que, como hormigas, trabajan en la toma de control. Oaxaca debe actuar milimétricamente para evitar la contaminación del tema magisterial con las efervescencias guerrerenses. La entidad vecina, está que arde.

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