Contingencias muestran nuestras debilidades

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+ Oaxaca: menos política y más atención social

 

La sorpresiva tormenta que azotó la noche del martes a la capital oaxaqueña, puso en claro lo débil que es el orden, y las desatenciones a los problemas públicos que emergen cuando se salpican con la lluvia. Los gobiernos —en sus tres órdenes— están metidos en los temas políticos y electorales; el grueso de la ciudadanía sigue preocupada por resolver asuntos urgentes como ganar el sustento diario o evitar las contrariedades. Y en medio, los problemas que son potencialmente perjudiciales para todos, siguen ahí, sin ser atendidos. Ojalá que esta dura lección sirva para que los ciudadanos aprendamos a exigir respuestas a nuestras autoridades, en los temas que son de verdad importantes.

En efecto, la noche del pasado martes cayó una tormenta que dejó calles y casas inundadas; dejó también parques anegados y cuantiosos daños en espacios públicos, vehículos de motor, y propiedades privadas. Como siempre, miles de personas quedaron en potencial riesgo de ser víctimas de inundaciones, deslaves, crecidas de ríos y arroyos, y todas las desgracias humanas que traen aparejadas los mal llamados “desastres naturales”. Lo más grave de todo, es que en la tormenta del martes por la noche murió una persona que fue arrastrada por una crecida de río, cuyos riesgos seguramente pudieron haber sido evitados con obras de prevención. Y de nuevo quedó en evidencia lo frágil que es el orden público; y la capacidad de respuesta, antes y después de la contingencia, de nuestras autoridades.

Tienen toda la razón aquellos que dicen que los desastres naturales no existen; que lo que existen son desastres humanos provocados no sólo por la fuerza de la naturaleza, sino también por la negligencia de quienes, irresponsablemente, hacen o dejan de hacer cosas, que por ese solo hecho, ponen en riesgo la seguridad y la integridad de cientos o miles de personas.

En innumerables casos, queda claro que las crecidas de ríos, que las inundaciones y que los deslaves, ocurren no porque la naturaleza quiera “tomar venganza” de la humanidad, sino más bien porque son las personas quienes deliberadamente construyen sus viviendas y se asientan en zonas de riesgo; y porque de forma continuada, no existen autoridades conscientes que les prevengan —e incluso les prohíban y las remuevan— en el hecho de que asentarse en esas zonas implican riesgos potenciales para su seguridad en caso de una contingencia.

En Oaxaca, en la mayoría de los casos, puede más la debilidad institucional de las autoridades, su deseo de no pagar cuestionamientos, o su codicia por obtener ganancias políticas o económicas al permitir los asentamientos irregulares, que su deber de proteger la vida y la integridad de los particulares. En esa misma lógica se entiende el hecho de que, recurrentemente, los gobiernos opten por hacer obras de relumbrón (“para que la gente vea que estamos trabajando”) y dejen rezagadas las obras (drenajes, desagües, colectores pluviales, desazolves, etcétera) que aunque no se ven, sí pueden hacer mucho por la seguridad de las personas en momentos determinantes.

Todo esto es lo que quedó claro en Oaxaca la noche del martes… y cada que una tormenta, un movimiento telúrico, una inundación, una crecida de río o un deslizamiento de tierra, toma por sorpresa a autoridades y particulares, que se sorprenden ante el hecho, y hasta encuentran ocasión para acceder a fondos federales para desastres naturales, pero que nada hacen para erradicar de fondo esos flagelos que provocan pérdidas de vidas humanas, y económicas, cada que viene una lluvia torrencial a nuestra ciudad.

 

DEBILIDAD INSTITUCIONAL

Una lluvia fuerte, sí, pero de apenas un par de horas, fue suficiente para poner de cabeza a la capital oaxaqueña. En toda la zona norte, hubo cortes de energía eléctrica, calles anegadas, daños a bienes muebles e inmuebles. Y una profunda impotencia de miles de personas que vieron cómo ese orden y esa eficiencia en los servicios públicos que tanto nos presumen los tres ámbitos de gobierno —municipal, estatal y federal— no es tan real como parece.

Y es que con la primera lluvia torrencial del año comenzarán a aflorar los mismos problemas de siempre (que en reiteradas ocasiones nos han dicho que ya están resueltos). Veamos si no, a partir de anteayer martes, sólo es cuestión de días para que comencemos a ver las calles inundadas pero de baches, calles que se anegan no porque las lluvias sean inclementes, sino porque el drenaje pluvial está atascado de basura por la irresponsabilidad de los mismos ciudadanos, pero también por la negligencia de la autoridad que no toma previsiones. Veremos ríos desbordados no porque sus afluentes crezcan de manera incontrolable, sino porque no se han hecho las obras necesarias para que éstos tengan cauces bien definidos, y que no constituyan riesgos para la ciudadanía.

Veremos también a damnificados, que se ubican en esa calidad no porque esto sea irremediable, sino porque no hay autoridad que les advierta de los riesgos que corren en diversas situaciones, y también porque muchas veces la necedad de las mismas personas las lleva a poner innecesariamente en riesgo su vida, su integridad o su patrimonio. Y, en resumen, veremos un montón de cosas que pasan, exactamente de la misma forma, cada año; y cada año provocan dolor, destrozos, y pérdidas humanas y materiales, pero que siguen sin ser resueltas.

Debiéramos los ciudadanos estar esperando menos política y más acciones firmes para atender estos problemas. No podemos seguir confundidos con la espera de la gracia divina para que esos problemas se terminen, pero mientras no hacer nada. Los gobiernos deben tener más sentido de lo que debe ser, y para lo que debe servir el poder público. Y los mismos ciudadanos debemos aprender a exigir lo que es necesario. Esta lluvia del martes ya dejó un saldo negativo y agobiante. Y esperemos que la repetición de esa tormenta, pronosticada para anoche, no sea sino la reiteración de toda la abrumadora negligencia oficial y ciudadana que, lamentablemente, ya estamos acostumbrados a ver.

 

FUNCIONARIOS PARTIDISTAS

¿Por qué aunque en Oaxaca hay evidencias claras de que varios de los nuevos delegados federales vienen a trabajar con fines claramente electorales, nadie dice nada? ¿Será que aquí, ante el gobierno estatal, “chinto tapará a chinto”? Eso parece. Y aunque no parece posible, ojalá que estemos equivocados.

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