Protesta magisterial: relación “perder-perder”

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+ ¿El regreso a clases de veras será democrático?

Más allá de las visiones maniqueas que apuntan a los extremos en la relación entre el gobierno y la CNTE, lo que queda claro es que esta larguísima jornada de lucha de los profesores democráticos fue un abrumador “perder-perder”. Luego de casi 50 días de protestas, los maestros no consiguieron más que victorias momentáneas. Y lo mismo ocurre con la “victoria” del gobierno con relación al regreso a clases. Para ellos —y sobre todo para la sociedad—, los costos fueron tan altos y las ganancias tan pingües, que en estos momentos es imposible saber si alguien gana o pierde más con la decisión de los profesores de regresar a clases.
En efecto, no somos exagerados cuando decimos que un tema como éste está marcado por cortas visiones maniqueas que no ayudan a entender este asunto. En uno de los extremos, se encuentra aquella visión que apunta a que el magisterio de la CNTE es el gran defensor del pueblo desprovisto, y que el gobierno es el opresor que busca, a través de una gran confabulación, anular los derechos de la mayoría y entregarlos a los intereses capitalistas extranjeros que buscan la recolonización de nuestro país.
En el otro extremo se encuentra aquella visión que sólo cuestiona la lucha magisterial y la tacha de vandalismo, sin reconocer que en ella también existen causas legítimas que pueden y deben ser defendidas ante los intentos reformistas. El problema, de entrada, es que son pocas las visiones que intentan ser equilibradas y que se resisten a tachar de una forma o de otra al movimiento magisterial —y al complejo momento por el que atraviesa hoy nuestro país—, sin caer en maniqueísmos burdos que sólo anulan la posibilidad de un análisis responsable y centrado.
Ese maniqueísmo es el que, durante las largas siete semanas de movilizaciones y de paro de labores educativas en Oaxaca, impidió a muchos ver que lo que está en el fondo no es la lucha por el reconocimiento del PTEO o por la tolerancia a que la Sección 22 del SNTE siga teniendo bajo su tutela la rectoría fáctica de la educación en Oaxaca. Más bien, lo que estaba en el fondo eran los términos en que fue aprobada la reforma educativa nacional, en la que si bien no se incluyó la visión de los profesores de la CNTE, el proceso tampoco tomó en consideración todos los efectos que podría tener entre los sectores que decidieron ir a protestar por no estar de acuerdo con la reforma, y por no haber sido tomados en cuenta.
Ahí es donde comienza esta relación de “perder-perder” que marcó este movimiento. Y es que, si lo vemos en frío, queda claro que pierde la CNTE, pierde la Sección 22, pierde el Estado, perdieron los niños y jóvenes que se quedaron sin servicios educativos, y perdimos todos en la sociedad por los estragos provocados por las movilizaciones. Nadie ganó. Y ahora lo que queda, es asegurarnos de que no sea la sociedad quien termine perdiendo más de lo que ya perdieron los actores y grupos que directamente entraron en conflicto por la reforma educativa.

PERDER-PERDER, ¿CÓMO?
Perdió la Sección 22, y la CNTE, porque lo más que consiguieron fue que el gobierno federal tolere un tiempo más sus prácticas de control sobre los núcleos educativos que ya dominan. ¿En qué consiste? En que en los “feudos” de la Coordinadora, como el del Estado de Oaxaca, la Sección 22 seguirá teniendo el margen de influencia que ha tenido hasta hoy, y que en el corto plazo el gobierno federal apostará a tolerar las prácticas hasta ahora conocidas… pero quién sabe por cuánto tiempo.
En ese sentido, una victoria real de la Sección 22 habría radicado en el hecho de que hubieran podido echar abajo la reforma educativa del gobierno federal, para instalar su propuesta como la válida en todo el país, o incluso simplemente conseguir la abrogación de las normas recién aprobadas para que todo siguiera como hasta ahora.
No lo consiguieron. Y por ese solo hecho, el acuerdo entre ellos y el gobierno federal será válido únicamente en la medida que éste último no decida cambiar de parecer o desconocer los acuerdos alcanzados. Un acuerdo, bien lo sabemos, no tiene la fuerza de la ley. Y otra posibilidad, bastante asequible, radica en el que el gobierno federal le esté apostando a la gradualidad en la implementación de la reforma educativa, y que por eso ahora haya hecho creer que dejará en suspenso la aplicación de las nuevas normas, para irlas implementando de una forma pausada, que sea casi imperceptible para los profesores en un lapso de tiempo que quizá sea de una década, o más.
Pero en esto el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto también pierde, y mucho. Al margen del contenido y la aplicación de la reforma, el Presidente fue por la educativa en primer término porque quería demostrar que era capaz de terminar con la mafia educativa. Y, es cierto, lo hizo al descabezar al gordillismo y encarcelar a Elba Esther Gordillo. Pero con este acuerdo de distensión con la CNTE, en el que cede gran parte del cumplimiento de su reforma y negocia la ley en aras del regreso a clases, el gobierno federal ya puso en duda su figura de autoridad, y a partir de ahora todo aquel que quiera doblar al gobierno sólo debe seguir el sendero que ya marcó la Coordinadora con sus movilizaciones.
Pero, en todo esto, los que más pierden de nuevo son los niños y jóvenes que se quedaron sin clases, y nosotros que como sociedad de nuevo pagamos el costo de las movilizaciones, del paro de labores, y de todo lo que ocasionó el magisterio. En el ámbito educativo, estos casi cuarenta días efectivos de clases perdidos en el paro magisterial, se vendrán a anexar a los varios ciclos escolares completos que se han perdido en la historia de movilizaciones de la Sección 22 en Oaxaca. Serán parte, del fondo perdido de la educación, por el que nadie responderá pero por el que sí pagan los costos los niños y jóvenes que tienen una educación de calidad desastrosa.

TODOS PERDEMOS
La sociedad, toda, también pierde porque uno de los grandes temas que se quedará ahí será el de la negociación, que persiste, del Estado de Derecho y de la legalidad. A partir de eso se cometen todo tipo de tropelías que se quedan impunes. Siempre. En esto, el gobierno ya los perdonó por los desmanes, por los policías heridos, por los destrozos, por el daño económico. Por todo. Por eso, seguro, volverán a hacerlo. Frente a este escenario podemos aún preguntarnos: ¿Quién gana? Y la respuesta es simple: nadie.

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