El PRI está ausente del debate público en Oaxaca

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+ ¿De reforma educativa quieren sacar aspirantes?

 

Dos cuestiones siguen pendientes respecto al proceso de armonización de reforma educativa en Oaxaca, que son vitales de resolver para que quede definido el rumbo de dicho proceso. Primera, si existe de verdad una postura institucional del PRI respecto a ese tema, o si todo va a quedar al arbitrio de los legisladores locales por ese partido. Y segunda, si ese será un punto de influencia para el proceso electoral federal del próximo año, en el que varios de los diputados locales querrán ser abanderados para una diputación federal.

En efecto, sigue corriendo el tiempo rumbo al inicio del próximo ciclo escolar, y lo único cierto es que los oaxaqueños seguimos sin conocer una postura institucional del PRI respecto al proceso político que sigue la reforma educativa en la entidad. Aunque hasta ahora lo único que ha recibido la ciudadanía son esquivos y silencios, y sin embargo hay razones muy concretas por las cuales sí debiera existir una postura oficial, clara y sin ambages, que marcara la ruta de lo que se hará respecto a este asunto.

La realidad, sin embargo, apunta a una indefinición que sólo alimenta los potenciales vicios. ¿Por qué? Porque hasta ahora nadie del partido tricolor en Oaxaca parece asumir públicamente y con claridad que la reforma educativa es uno de los estandartes políticos de su mismo partido a nivel nacional, y que del éxito o fracaso de esa y otras reformas depende también el rumbo que siga su partido en la lucha natural por la preservación e incremento del poder político que hoy ya tiene. Eso no lo asume el dirigente estatal del PRI, Héctor Anuar Mafud Mafud, quien hasta hoy nunca ha establecido una posición concreta respecto al tema, y ha alimentado un vacío que sólo perjudica el rumbo de la reforma.

Y es que al guardar silencio sobre este tema y sobre la importancia que tienen los legisladores locales priistas en este proceso de armonización que hoy enreda a Oaxaca, Mafud reconoce tácitamente su falta de liderazgo y ascendencia sobre los representantes de ese partido en el Poder Legislativo del Estado, y deposita toda la responsabilidad en el coordinador de la bancada tricolor, Alejandro Avilés Álvarez, que hasta ahora ha dejado ver que tiene más compromisos con el régimen y los poderes fácticos que congruencia con el mandato de su partido, y que por eso ha venido apoyando o ha evitado oponerse a los titubeos de la mayoría panista-perredista con los que intentan darle a Oaxaca una ley educativa a la medida de la Sección 22 del SNTE, y contraria a lo que establece la Constitución de la República y su legislación federal secundaria.

En ese sentido, si es alarmante que el Partido Revolucionario Institucional en Oaxaca no tenga una postura clara y definida sobre el tema, lo es mucho más que hasta ahora tampoco tengan un rasero definido sobre la reforma que pretenden en Oaxaca, o en el ámbito nacional para Oaxacapara defender el proyecto presidencial sobre la educación, que también es —valga decirlo— un proyecto priista.

El tema tiene mucho de fondo porque la bancada priista tiene sobre sí la disyuntiva de sostener la congruencia en su militancia, identidad e ideología de su partido, o simplemente entregarse a los intereses locales que buscan llevar la reforma a escenarios que no satisfacen el interés que pretendió la reforma constitucional federal.

 

¿Y LOS CANDIDATOS?

Ahora bien, la armonización de la reforma educativa en Oaxaca puede ser un punto de inflexión sobre una operación política que consolide a quien la haga, pero también puede ser la tumba de quienes se entreguen únicamente a las salidas fáciles, que en esencia se apartan de lo que está haciendo su partido en el ámbito nacional. ¿De qué hablamos?

De que la armonización de la reforma educativa implica el posible pase a las candidaturas a las diputaciones federales, pero también el fin de la carrera de varios políticos oaxaqueños. Hasta hoy poco se ha visto la importancia de esa operación. Pero de haber uno o varios diputados con capacidad de establecer un escenario de diálogo propicio para incidir en el resultado de la armonización, sin entregarse en los brazos del gobierno estatal y la Sección 22 del SNTE, habría demostrado la capacidad política que es necesaria para continuar en la vida pública de Oaxaca y del país, y por ende su inclusión en una diputación federal por nuestro estado.

En ese sentido, hay varios que sueñan con ser candidatos a una curul federal, que hoy tienen un espacio en el Congreso local. Uno de ellos, Alejandro Avilés, por ejemplo, enfrenta la disyuntiva de querer ascender en su carrera política, pero enfrentándose a la incongruencia de no poder conducir y mantener vigente el interés priista en la responsabilidad que ostenta, y hacerse de acuerdos con los grupos opositores para ir en contra de esos principios. Avilés, como muchos, quiere ser candidato plurinominal a diputado federal. Pero la ruta de la reforma educativa, y su propia actuación, no le ayudan. Y en el escenario actual, tampoco se encuentra la posibilidad de ser candidato de mayoría, dadas sus derrotas en los procesos electorales recientes en los que han participado.

¿Quiénes quedan? En el escenario se reducen a muy pocos que son seguros. La gran mayoría de los delegados federales no ha podido despuntar lo necesario como para pensar en dejar esa responsabilidad y regresar a una campaña. Quizá sean uno o dos diputados locales los que tengan el capital para regresar a los distritos a buscar nuevamente el voto. Y concretamente sólo quedaría uno: el actual director de Liconsa, Héctor Pablo Ramírez Puga Leyva, quien sería el único en Oaxaca que tendría la postulación lisa y llana para convertirse en candidato a diputado federal por el distrito X de Miahuatlán de Porfirio Díaz —por el que ya fue legislador federal en dos ocasiones— o incluso para buscar otros escenarios en la elección federal intermedia del próximo año.

 

UN MULADAR

Quién sabe, en el fondo, quién tenga las potestades concretas sobre el zócalo citadino, pero lo cierto es que cualquier autoridad que se jacte de serlo queda en total entredicho —y descrédito— ante el muladar en el que vendedores ambulantes convirtieron la plaza principal de nuestra ciudad desde el viernes pasado. ¿Quién les dio permiso? ¿Quién los tolera? ¿A cambio de qué les permiten meterse al zócalo? ¿Qué connivencia abre la puerta a esas arbitrariedades, que lastiman el patrimonio y la riqueza de la ciudad, que es de todos?

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