+ Con su detención, gobierno rompe ruta sucesoria
Hasta hoy, no ha habido una sola voz que salga al paso para defender a Bulmaro Rito Salinas, quien el jueves pasado fue detenido por la Procuraduría de Justicia de Oaxaca, acusado del delito de peculado. Llama la atención la ausencia de voces a su favor, porque al margen de su pésima fama pública como político y como funcionario, Rito fue dirigente de un partido, y fue también uno de los hombres claves del régimen gobernante anterior al actual en Oaxaca. ¿Por qué nadie ha salido a defenderlo?
En efecto, la noche del jueves se dio a conocer la inesperada aprehensión de Rito Salinas. No era algo que pareciera estar en el panorama político local, porque en los últimos años el gobierno de Gabino Cué dio pocas muestras de disposición y capacidad para perseguir a los funcionarios de la administración anterior; también era inesperada porque apenas una semana antes la Contraloría había anunciado la inhabilitación de Rito y otros ex funcionarios, lo cual constituye esencialmente una sanción administrativa y pecuniaria, pero no relacionada con la comisión de delitos. Y fue imprevista porque parecía que había cierto equilibrio entre los grupos políticos, tanto en el ámbito priista como frente a sus adversarios. No obstante, la detención de Rito debe entenderse no sólo en el contexto penal, sino sobre todo en el contexto político, que es donde encuentra su intención principal.
Y es que, por un lado, Rito es algo así como la encarnación de la corrupción y el tráfico de influencias, de información y de beneficios, desde el gobierno. Él estuvo involucrado en la gran mayoría de los escándalos políticos de los últimos tiempos, a través de los cuales funcionarios o políticos cercanos al régimen intentaban beneficiarse de decisiones oficiales. Así, por ejemplo, Rito fue clave en el malogrado negocio de los parquímetros que se intentaron colocar en el Centro Histórico de Oaxaca.
Fue también pieza esencial de la construcción de Ciudad Administrativa y Ciudad Judicial. Fue también ejemplo de las presiones que se ejercían desde el propio gobierno para condicionar, premiar, castigar a municipios con la asignación de obra. Y Rito fue algo así como el buque insignia de quienes, desde el poder, buscaron siempre beneficiarse de cada una de las decisiones oficiales que implicaban la inversión pública de recursos, convirtiéndose en “socios” de los ejecutores.
Sin embargo, Rito no está en prisión por alguno de esos negocios hechos al amparo del poder, los cuales le dieron una fortuna económica incuantificable. Más bien, la Procuraduría le instruyó una averiguación previa al detectar que durante su gestión pudo haber desviado poco más de cuatro millones de pesos para su beneficio personal. La acusación no está plenamente probada —sólo lo estará cuando un juez lo declare culpable de la comisión del delito, y le imponga una condena—, y más bien lo que está ocurriendo es un conjunto de acciones oficiales para encerrarlo y, ahora, para mantenerlo en prisión.
A pesar de que la intención oficial es sencilla de distinguir, lo que en este caso está facilitando las cosas es la falta de oposición frente a un asunto como éste: Rito Salinas fue todo en el PRI y en el gobierno; pero a su paso se dedicó a destruir todo lo que encontró en su camino, igual que como lo hicieron los principales integrantes del régimen anterior. Por eso, cuando tomó la decisión de ir tras Rito al gobierno no le costó ningún trabajo capturarlo y encerrarlo, marcando con ello una modificación de fondo de las variables con las que operará para la sucesión gubernamental de 2016.
LA CORRUPCIÓN Y LOS “ALIADOS”
Rito fue uno de los principales aliados de Ulises Ruiz, porque era su socio en muchos de los negocios en los que el primero aparecía como el traficante de influencias, pero que lo hacía con el consentimiento y la sociedad del segundo. Por eso, a pesar de la calidad permanente de político impresentable que tuvo Rito, Ruiz no sólo no lo defenestró ni lo marginó nunca, sino que reiteradamente dio muestra de querer tenerlo cerca, de tolerarlo y de mantenerlo como uno de sus operadores principales.
Sus mismos “lazos” económicos son los que permitieron que Rito y Ruiz siguieran operando juntos aún después de terminada la gestión, de la que ambos fueron ampliamente beneficiados. Esa operación tuvo siempre como intención reconstruir las estructuras políticas con las que llegaron al poder, a través del acercamiento con representantes actuales del poder público, priistas y de otros partidos. Así, desde que dejaron el poder se habló con insistencia de la buena relación que existía entre Rito y Benjamín Robles Montoya; y también de cómo éste en algún momento intentó ser interlocutor con otros grupos priistas que también intentan reconquistar el poder en Oaxaca.
Rito nunca lo logró ninguno de sus cometidos principales, pero Ruiz tampoco calculó que tenerlo demasiado cerca hoy le sería tan costoso. Pues es claro que con esta detención, el gobierno de Gabino Cué le dio un golpe de muerte no a las posibilidades del PRI de regresar al gobierno en 2016, sino específicamente al grupo ulisista, que es el único que siempre continuó dando cobijo político a Rito, y que también busca regresar al poder en Oaxaca —y para eso trabajaban— con al menos dos posibles candidatos.
El problema es que aún siendo Rito un operador del PRI, ningún sector de su partido salió a decir algo en su defensa, o por lo menos a lamentar el matiz político que tiene esta detención. Nadie se atrevió, primero, porque el mismo Rito extinguió cualquier posibilidad de que alguien creyera algo positivo de él; segundo, porque las posiciones políticas desde las que alguien pudo haber salido al paso para defenderlo se encuentran en manos de sus adversarios dentro del PRI.
Y tercero, porque sólo a sus propios socios les seguía siendo necesario continuar teniendo cerca a un personaje como Rito, que no se apestó el jueves pasado cuando lo metieron en la cárcel, sino que voluntariamente vivía desde hace años en una caudalosa podredumbre, en la que él mismo decidió chapalear a costa de mantener a flote los negocios que le dieron un dinero que hoy, en prisión, no le sirve para nada.
NERVIOSOS
Si Rito ya cayó y su responsabilidad es institucional, ¿cuántos personajes más de Coplade —y del gobierno en general— durante la administración anterior habrán de correr la misma suerte? Varios de los que pensaron que ya la habían librado, deben —o deberían— estar pensando seriamente en irse de Oaxaca.