¿Por qué insistir en desnaturalizar la Guelaguetza?

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Si afán no es comercial, entonces que vuelva a su raíz

Los oaxaqueños no debíamos dejarnos embriagar por la fiesta de la Guelaguetza, y más bien deberíamos tener el deber de no dejar de verla desde un sentido crítico. Sólo así podríamos entender a cabalidad que el proceso de modificaciones deliberadas por el que la Guelaguetza ha atravesado en los últimos años sólo le provoca daños y desnaturalización, y que si el gobierno no tiene en realidad un afán económico entonces debía ser el primero en insistir en que los Lunes del Cerro regresen a su origen.
En efecto, quizá en la última década hemos visto cómo la Guelaguetza se ha venido modificando sustancialmente. Desde la decisión de duplicar el número de representaciones, hasta la decisión —refrendada por la actual administración— de modificar el Auditorio Guelaguetza, hacen evidente que la fiesta de los Lunes del Cerro han venido perdiendo la trascendencia y el colorido que las caracterizó en el pasado como expresión cultural auténtica de las comunidades oaxaqueñas, para convertirla en un conjunto de espectáculos inertes que están hechos para deslumbrar al turista, pero sin respetar la raíz de las tradiciones que ahí se representan.
Hoy en día esa intención comercial está a la vista: desde que se decidió duplicar el número de representaciones de la Guelaguetza, el programa tradicional de los Lunes del Cerro comenzó a sufrir modificaciones que hasta ahora no han tenido forma, orden, ni límites. Lo primero que ocurrió es que como había que cubrir con bailes y muestras de tradiciones las dos representaciones de cada lunes, el Gobierno del Estado y el Comité de Autenticidad comenzaron a relajar los requerimientos para las comunidades que aspiraban a participar en los Lunes del Cerro, y también comenzaron a incluir otro tipo de representaciones ajenas a los bailes, como calendas, mayordomías, bodas y fiestas populares de las comunidades, que hoy son parte de la representación.
Ello ha permitido tener cubiertas las cuatro presentaciones de los Lunes del Cerro, pero sin atender concretamente al criterio inicial de que lo primordial debían ser bailes. Y los organizadores de la fiesta de los Lunes del Cerro han venido aprovechando año con año la doble bendición que, primero, para ellos constituye el hecho de que como la gran mayoría del turismo nacional y extranjero no tiene mayores antecedentes de lo que ve, de todos modos termina aplaudiendo y reconociendo la representación, que si bien es altiva y colorida, no es lo que debía ocurrir; y segundo, que al final de todos modos la gran mayoría de los oaxaqueños termina seducido por la magia de la fiesta y el amor a la tierra, y deja en segundo plano los aspectos negativos, y las desviaciones, que ve pero no reconoce ni señala como debería, de los Lunes del Cerro.
Esta situación, al paso del tiempo, está institucionalizando lo que no debería ser de los Lunes del Cerro. Esto porque la reiteración de esas prácticas equivocadas, y de la forma en cómo han venido desnaturalizando la festividad, ha ocurrido sin una oposición firme de la ciudadanía, que lejos de seguir aplaudiendo y aceptando lo que a todas luces se ve que no es correcto, debería exigir el respeto a esta tradición, que si bien no es milenaria (porque tal y como la conocemos data de la década de los treintas del siglo pasado), sí tiene más de ochenta años siendo columna vertebral de la forma en cómo Oaxaca presenta a México y al mundo algunas de las principales tradiciones de sus pueblos originarios.

¿ACTIVIDAD CULTURAL O COMERCIAL?
Eso es algo que todos, gobierno y ciudadanos, debíamos preguntarnos respecto de la Guelaguetza. Es cierto que la fiesta de los Lunes del Cerro constituye uno de los detonantes económicos más importantes del año para la entidad, y que es también fuente directa e indirecta de empleo para miles de personas. Sin embargo, habría que hacer claramente una distinción entre el dinero que el gobierno invierte y administra para llevar a cabo una festividad cultural que detona la economía y sirve como motor para prácticamente todos los sectores locales que dependen del turismo, y lo que pudiera ser un negocio para el propio gobierno.
Lo anterior se desprende de la apariencia que se da hoy en día, de que la fiesta de los Lunes del Cerro son un negocio del gobierno para su beneficio, y no una inversión pública con organización oficial encaminada a reactivar la economía local, luego del largo periodo que pasa desde el periodo vacacional de Semana Santa hasta el mes de julio.
Si el gobierno de verdad comprendiera que la fiesta de la Guelaguetza es un detonante económico y no un negocio, entonces tendría que dedicarse con mucho más esmero a cuidar los fundamentos de la festividad, y procurar que al margen de los rubros comerciales, ésta preservara los aspectos esenciales de su originalidad. Hacer eso sería la garantía de una festividad perdurable, y de la preferencia a largo plazo del turismo nacional y extranjero.
Lamentablemente hoy lo que parece es que lo que buscan es sacar provecho a corto plazo, aún frente al riesgo de que todo lo que están haciendo termine minando y desvirtuando lo que originalmente se pretendía. ¿De verdad conviene llevar a cabo dos representaciones en cada una de las ediciones de los Lunes del Cerro? ¿De verdad esto reporta una afluencia mayor de turistas, o una derrama económica mayor para la economía local? Incluso, ¿vale la pena poner en riesgo la forma en cómo se estableció la festividad, en aras de alimentar la venta de asientos del Auditorio Guelaguetza, lo cual no alcanza ni para costear una parte de los gastos totales que se realizan durante cada mes de julio?
Es lamentable que no exista interés institucional, de todo el gobierno, por cuidar lo que para Oaxaca ha sido su principal fuente de ingresos, dentro del rubro turístico. Nuestro Estado es reconocido por su diversidad de expresiones culturales y las costumbres ancestrales de sus pueblos. Pero ello no es garantía de preservación, así como tampoco la responsabilidad de la organización de los Lunes del Cerro, es patente de corso para que el gobierno haga lo que quiera con esas festividades que, al final, no son de ellos sino de todos los oaxaqueños.

LOS PUROS Y LOS CONVERSOS
Pues sí, es de locos pero parece que en la coyuntura de los rejuegos actuales, el ulisismo le sigue ganando batallas a sus contrapartes al interior del PRI. Ahí va Fredy Gil, según contra el ulisismo, por la CNC. ¿Y entonces él qué era…o es?

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