Sostener a Esteva Salinas es un costoso capricho

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Titular SSP no es experto, ni político. ¿Entonces?

En ese nivel de transparencia que quién sabe si algún día lleguemos a ver los mexicanos que hoy vivimos, el Gobierno del Estado debía explicar con claridad cuál es la razón por la que sostiene en el cargo a un funcionario como Alberto Esteva Salinas. Hasta hoy, el titular de la Secretaría de Seguridad Pública no ha demostrado cualidades profesionales, académicas o políticas como para ser un personaje idóneo para el cargo que ocupa. Los oaxaqueños nos preguntamos por qué sigue en el cargo. Pero el problema es que nadie responde.
En efecto, Alberto Esteva Salinas llegó a la Secretaría de Seguridad Pública con un cuestionamiento de origen. Su antecesor, un policía puro como Marco Tulio López Escamilla, dejó el cargo plagado de minas que explotaron desde que Esteva puso un pie en la SSP, y ésta le emitió una carta de antecedentes penales exhibiendo que tenía al menos dos órdenes de aprehensión pendientes de ser cumplimentadas en su contra. Desde ese momento, quizá por una razón de purismos o incluso de evitar que un individuo no calificado llegara a ese cargo, a Esteva le brotaron los impedimentos que hoy en día no ha podido revertir con éxitos como titular de esa dependencia.
¿Cuál era el principal problema que tenía Marco Tulio López Escamilla? Que él no es un político, sino un policía, y que por ende frente a ciertas situaciones no tenía la capacidad para actuar con el tacto necesario como para controlar una situación que no necesariamente debía derivar en la fuerza verbal, o en la fuerza pública. López Escamilla actuaba al margen de cualquier tipo de razonamiento relacionado con una razón política que pudiera impedir la acción de la dependencia que encabezaba.
Quizá eso fue lo que buscó eliminar el Jefe del Ejecutivo del Estado cuando decidió optar por un político y no por un cuadro especializado en seguridad pública. Pues entre López Escamilla y Alberto Esteva se barajaron otros nombres de personajes que estaban menos contrapuestos entre sí. López Escamilla era el policía puro que llegaba al cargo más importante de ese estrato en una entidad federativa. Y Esteva es un personaje que si bien forjó buenas relaciones con el gobierno de la Ciudad de México —que luego se convirtió en referente para el nuevo modelo federal en la segunda era presidencial priista—, en realidad no contaba con ninguna experiencia técnica y operativa para el cargo que hoy desempeña.
Por eso el primer escollo que debió Esteva como titular de la SSPE fue justamente el de legitimar su nombramiento. No lo hizo: en lugar de ello decidió reñir desde el primer momento con la Legislatura del Estado, que finalmente decidió ratificarlo en el cargo no porque él hubiera tenido la capacidad de conseguir un consenso —incluso entre los propios partidos aliados del Gobernador— sino porque finalmente siguieron la lógica de que si el Ejecutivo como parte de sus responsabilidades lo proponía, entonces también sería corresponsable de lo bueno o malo que éste hiciera.

PELEAR CON TODOS
Luego, Esteva generó sus propios cuestionamientos cuando recién llegado a la SSPE anunció que disolvería los grupos de elementos antimotines, bajo la lógica de que el gobierno actual es democrático y no está hecho ni debe servir para reprimir al pueblo. Pero apenas semanas después de eso, se tuvo que tragar sus palabras cuando se vio obligado a utilizar a la fuerza pública para contener una manifestación violenta de normalistas que ocurría a las afueras de las instalaciones del IEEPO.
Luego, Esteva decidió emprender falsas campañas de proximidad social, ridiculizando a los elementos policiacos, distrayéndolos de sus actividades, y obligándolos a cumplir con funciones que no son propias de un elemento de seguridad pública. ¿Cuáles? Ir a regalar café y pan a los familiares de las personas internadas en hospitales públicos, fungir como payasos, paseadores o nanas de niños en las calles; obligarlos a ser parte de actividades como el cuidado de ardillas en la plaza principal de Oaxaca, o presentarlos como “amiguitos” de la gente cuando lo único cierto es que el policía debe infundir una sola imagen, que es la de autoridad.
Si ello no fuera suficiente, Esteva Salinas pronto demostró su incapacidad para tolerar la frustración y su poco entendimiento de la actividad política que se supone que lo mandaron a hacer a Seguridad Pública. Y es que a Esteva, quizá, no lo mandaron a que hiciera una precampaña política o a que diera rienda suelta a sus sueños de ganar por fin una elección en la entidad, sino a que fuera la mano tersa que aliviara algunas tensiones que había generado su antecesor en el cargo.
No lo hizo. Y no sólo eso, sino que hoy en día Esteva está más enfrentado con la ciudadanía que ningún otro Secretario de Seguridad Pública en el pasado reciente de la entidad, y aún así él continúa alimentando esa idea de que es un inepto como operador del sistema de seguridad pública estatal, y a su vez un pésimo político que lejos de consensar posiciones distintas que pueden derivar en el uso de la fuerza, siempre termina desmentido por la realidad, pero además riñendo con todos los que se cruzan en su camino.
Por eso hoy sería importante saber cuál es la razón que lo mantiene en su cargo como titular de la SSPE. Esto porque no es un político que sea la mano suave frente a la respuesta contundente que sólo puede dar la fuerza pública. No es un operador técnico ni táctico que pueda demostrar reducción en la tasa de los delitos de mayor incidencia (Al contrario). Y tampoco es un elemento que contribuya a generar concordia entre el grupo gobernante y los sectores radicales que siempre han existido en Oaxaca.
Así, al haber fracasado como conciliador, como operador, como político y hasta como simple sostenedor de las estrategias que ya existían, lo que Esteva debería hacer es irse. Sin embargo, no sabemos —y quizá no lo sepamos nunca— si es por testarudez, por un compromiso político que nosotros desconocemos, o simplemente por indolencia, se permita que continúe en el cargo que ostenta.

REINCIDIR
Es lo que hace la Sección 22, que no entiende razones. ¿Qué les molestó tanto que quitaran de la iniciativa de ley educativa que envió el Gobernador al Congreso? En esencia, les causó escozor que eliminaran el Transitorio 16, que establecía la contratación automática de los normalistas, cuestión que sí es claramente inconstitucional. Así, su ánimo por insistir los pone como necios y como congruentes, que es lo que según intentan parecer.

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