Conago: si dan la espalda a Oaxaca, pierden todos

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+ Gobierno débil, sí… y eso puede pasar a cualquiera

La Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago) estaría jugando con fuego, si lo que pretende es impedir que el gobernador Gabino Cué asuma la presidencia de ese organismo. Las razones que hasta ahora se han filtrado a la prensa de la capital del país, sostienen que un grupo de mandatarios estatales se opone a que su homólogo de Oaxaca asuma la presidencia de la Conago porque éste ha mostrado debilidad en el manejo de la armonización e implementación de la reforma educativa. No entienden que este es un problema estructural. Y que al tratar de anularlo, también están abriendo la puerta para que después la Federación los anule a ellos.
En efecto, en los últimos meses diversos intereses se unieron para impactar en contra del gobierno de Oaxaca, y mostrarlo ante la mirada nacional como el único responsable de que no se haya podido implementar la reforma educativa en nuestra entidad. Esas visiones pasaron deliberadamente por alto que si bien existe una alianza entre la Sección 22 y el gobierno estatal, el magisterio democrático no se hizo fuerte en este gobierno, ni fue ahora cuando tomaron el control del instituto educativo estatal.
Esos intereses que se unieron para hacer ver al gobierno estatal como el único responsable de la crisis educativa, también ignoraron voluntariamente en los últimos tiempos fue el gobierno federal quien terminó de empoderar a la 22, cuando en las negociaciones políticas del conflicto de 2006 decidieron cumplir todas las exigencias económicas y políticas del magisterio para que éste se apartara de la revuelta popular. Y que, incluso, hoy en día lo que paga Oaxaca son las consecuencias de años de abandono y desinterés federal por el manejo que dieron sucesivas administraciones estatales a los aspectos administrativos y financieros de la educación, que eran de origen federal, y que por ende debieron también estar permanentemente bajo la vigilancia de las autoridades federales.
Hoy en día todas esas circunstancias son desatendidas, y más bien se optó por el camino fácil de responsabilizar al gobierno de Gabino Cué, que hoy se encuentra en un callejón sin salida. La federación está decidida a que Oaxaca pague el costo por la fuerza que hoy tiene la Sección 22, y por eso el rechazo es tan evidente que Oaxaca es el único estado en donde el presidente Enrique Peña Nieto no ha puesto un pie desde que se convirtió en Titular del Poder Ejecutivo Federal.
En el fondo, pues, la federación está transfiriendo a Oaxaca un costo que, en realidad, deberían estar pagando institucionalmente juntos porque aún cuando no fueron ni el gobernador Cué ni el presidente Peña quienes le dieron poder a la 22, sí son hoy ellos los que hoy tienen el deber no personal, sino institucional, de responder por lo que en otros momentos hicieron los gobiernos que hoy ellos encabezan. Esto no es así, y lejos de eso, la federación le está cargando todo el costo a Oaxaca. Y lo que sería lógico suponer es que, frente a esto, hubiera un cierre de filas de los mandatarios estatales para hacer fuerte a quien está siendo brutalmente debilitado, porque lo que hoy pueda pasarle a éste mañana puede repetirse en cualquiera de ellos. Temas hay de sobra. Y por eso los gobernadores deberían tener más cuidado en sus cálculos políticos.

CONAGO, MÁS DÉBIL
DE LO QUE APARENTA
Oaxaca enfrenta hoy una crisis profunda en materia educativa. Sonora, con Guillermo Padrés, enfrenta un problema también fuerte, ante el torpe intento del Mandatario de respaldar a la minera que contaminó toda una región y recibir un verdadero embate federal.
Algo similar pasó en Michoacán, cuando rompiendo con las formas y la constitucionalidad, el gobernador Fausto Vallejo fue a presentarle su renuncia al presidente Peña y no al Congreso local, como si éste fuera el Rey de México y no hubiera un procedimiento constitucional expreso que regulara su separación del cargo. Esos son, apenas, botones de muestra —hay muchos más— que revelan lo débiles que son en realidad los gobernadores, y su falta de noción de que, en la división, se ahondan más sus flaquezas.
Y es que la Conago surgió, a principios de la década anterior, como un intento de los mandatarios estatales por aglutinarse en un ente político que hiciera frente al poder presidencial, que entonces recién había pasado de manos priistas a las de un Presidente emanado de Acción Nacional.
Y de acuerdo con los propios planteamientos de la Conferencia, ésta funciona como un espacio institucional permanente de vinculación, consulta, deliberación, diálogo y concertación, que tiene dentro de sus objetivos el realizar los proyectos y estudios políticos, económicos, sociales y jurídicos para proponer y acordar soluciones conjuntas sobre asuntos relativos a política presupuestaria, criterios para la transferencia de potestades y recursos, desarrollo social, seguridad, etcétera.
En el fondo, lo que se supone que intentaron en su momento los gobernadores, fue crear una especie de contrapeso al poder presidencial. Aunque hoy queda claro que ese intento está extraviado no sólo porque a más de una década de existencia de la Conferencia Nacional de Gobernadores, éste organismo sigue siendo un ente estrictamente político sobre el cual nadie ha tenido el interés de darle rango constitucional o legal, y fuerza vinculante frente a la federación, y hoy tampoco están muy preocupados por darle sustento a sus integrantes —como representantes de las entidades federativas— para rescatar a los estados frente a los embates de una Federación fortalecida, y la disminución de sus facultades y capacidades políticas frente a circunstancias específicas.

EL AUTOBOICOT
Por eso, el hecho de que haya mandatarios que presuntamente estén boicoteando la posibilidad de que el gobernador Cué llegue a la presidencia de la Conferencia Nacional de Gobernadores, lo que están haciendo en el fondo es darse un balazo en el pie. Hoy es Oaxaca, pero mañana puede ser cualquier otro estado. Y si no se arropan y se fortalecen entre ellos, entonces lo que están haciendo los gobernadores es terminar de abrirle la puerta a la Federación para que, con el proceso de recentralización de funciones que ya están culminando, terminen de convertir a los gobernadores en simples regentes, de adorno, de los territorios en donde se supone que debe haber gobiernos de estados libres y soberanos.

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