+ Demasiada política y no hay solución de problemas
En Oaxaca parece que todos los ciudadanos nos encontramos en un callejón sin salida, y lejos de que haya capacidad de propuesta y de solución de problemas entre nuestra clase gobernante —y opositora—, lo que recibimos es insensibilidad, incapacidad e indolencia frente a los problemas que son de todos. Si nos preguntamos por qué vivimos en un ambiente atiborrado de temas pendientes, y ninguna solución, lo que hace falta es ver quién, en qué ámbito de gobierno, se hace responsable de ellos.
En efecto, Oaxaca padece serios problemas en distintos ámbitos sobre los cuales nadie se responsabiliza. Basta con ver, por ejemplo, las calles de la capital oaxaqueña en las que prevalece un plantón representativo por parte de la Sección 22 del SNTE, que trae aparejado a un amasijo de comerciantes ambulantes, que carecen de un objetivo visible y más bien están aprovechando los vacíos de autoridad y la debilidad institucional que tiene atorado indefinidamente el conflicto magisterial por la incapacidad de los poderes del Estado para resolver de fondo la problemática. En ese, como en muchos otros temas, hay un conjunto de responsabilidades que nadie asume. Veamos.
El problema magisterial es, en primer término, responsabilidad del gobierno estatal atender. Éste lo ha hecho sólo parcialmente, en la medida en que la capacidad política de la administración estatal ha permitido desahogar puntos del pliego petitorio magisterial sin romper los delgados hilos de diálogo y entendimiento. Esto ha permitido avances poco reconocidos —como el hecho de que hasta hoy no haya habido paro general de labores docentes— a cambio de otros que son muy ruidosos para toda la sociedad como el plantón magisterial, que trae aparejados una serie de problemas que nadie atiende.
Esto, porque la persistencia del plantón es reflejo de que algo sigue sin poder resolverse. Ese “algo” es la ley educativa, a la cual los Poderes Ejecutivo y Legislativo no le han podido dar una solución por falta de capacidad de resolución. El Ejecutivo, por un lado, se lavó las manos en el conflicto entregando al Congreso local una polémica propuesta de ley educativa, que hace dos meses entró a un proceso de análisis de constitucionalidad, pero que hoy nadie sabe si en realidad quebranta las normas constitucionales federales, o si en realidad es un documento discutible y cuestionable pero sin rebasar al marco constitucional federal.
Si esa ya parece una solución más para capotear la crisis, lo que está haciendo el Congreso del Estado es todavía más cuestionable. Hoy, ahí, duermen plácidamente las siete propuestas de ley educativa. Pues como el Congreso local no tiene la legitimidad y la fuerza institucional para imponerse frente a los amagues de la Sección 22, entonces prefiere que a los profesores los derrote el paso del tiempo sin tomar una posición activa en la atención del conflicto. Su solución es no respaldar al gobierno, ni a la 22, aunque esa ominosa salida salomónica no sea sino la encarnación de la política del avestruz, en la que el responsable prefiere esconder la cabeza para no ver las responsabilidades que debe atender.
¿Qué queda? Un caos en el Centro Histórico, y una devastada imagen del Estado, de la que nadie se hace responsable. No lo hace el gobierno estatal, porque dice que como ellos ya cumplieron su parte del acuerdo con la Sección 22, entonces es problema del Congreso. Éste tampoco hace nada porque moverse en cualquier dirección, implica asumir una responsabilidad que no quieren ni de rebote. Y el gobierno federal se justifica en el hecho de este es un conflicto local que debe ser atendido y resuelto por los poderes estatales.
¿Quiénes quedan en medio? Quedan en medio los sectores productivos, a los que nadie atiende; quedan en medio los educandos que no pueden recibir instrucción completa y adecuada porque una parte de los maestros oaxaqueños se encuentran en el plantón; quedan en medio los prestadores de servicio, que han visto devastada su actividad comercial y su aportación a la economía local; y quedamos en medio todos los ciudadanos, que seguimos esperando una solución a este problema, que simplemente no llega, ni llegará, porque no parece haber alguien dispuesto a asumir su parte de responsabilidad para encarar la situación y tratar de hallarle una solución.
FRÍVOLOS
En Oaxaca tenemos 42 legisladores locales; 17 federales y tres senadores, pero la gran mayoría de ellos prefiere vivir en el mundo de la fantasía. Acaso, los que se encuentran más cerca del escrutinio público son los representantes populares locales, que a diario reciben el cuestionamiento por la baja productividad de la Legislatura del Estado; sin embargo, casi nadie considera que los legisladores federales por Oaxaca han sido, históricamente, de los más improductivos, intrascendentes e irresponsables con los problemas de la entidad.
Acaso, un ejemplo palmario, aunque no el único, es el del diputado Samuel Gurrión Matías, a quien un diario de circulación nacional exhibió no sólo por su improductividad sino por la intención faraónica de realizar un informe de actividades más ostentoso que el de un Gobernador, a pesar de tener una productividad legislativa tan pobre, y una participación nula en la solución de los problemas públicos de los oaxaqueños.
Hoy, por ejemplo, conocemos el marcador legislativo del diputado Gurrión Matías pero, ¿conocemos qué actividad verdaderamente productiva o provechosa para la entidad han realizado los otros diputados federales por la entidad? Evidentemente, no conocemos ninguna, más que las “gestiones” que según realizan respecto al presupuesto federal para Oaxaca que, además, no se refleja materialmente ante la incapacidad de muchos funcionarios para acreditar los proyectos que son indispensables para el acceso a esos recursos que son etiquetados para la entidad.
¿CHEQUE EN BLANCO?
Los diputados federales por Oaxaca parecen recibir, cada tres años, un cheque en blanco para ser pequeños virreyes en la cámara baja federal. Acaso el diputado Gurrión es el ejemplo más visible por ser el más estrafalario. Pero junto a él deberíamos preguntarnos qué han hecho, de verdad, por Oaxaca otros legisladores como Hugo Jarquín, Martín Vásquez, Eufrosina Cruz o Carol Antonio Altamirano, de quienes más sabemos por sus excentricidades, viajes y lujos, pero no por su trabajo a favor de la entidad.