EPN: ningún anuncio espectacular para Oaxaca

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Proyectos previstos, para atender rezago nacional

No hay razones para exaltar la primera visita del presidente Enrique Peña Nieto a Oaxaca, después de los 25 meses que lleva su gestión al frente del gobierno federal. No, porque esta primer visita viene a ser la confirmación del desprecio que el Presidente le tiene al sureste mexicano, pero además de la actitud convenenciera y simuladora implícita en sus anuncios. El Presidente no había querido atender al sureste hasta que Iguala le explotó en las manos. Y las grandes inversiones que anuncia no son muestra de interés, sino de desesperación por el impulso tardío al polo de desarrollo nacional que constituye esta región del país.
En efecto, en su visita del pasado viernes al puerto de Salina Cruz, el Presidente inauguró los trabajos de introducción de suministro de gas natural a la refinería Antonio Dovalí Jaime, y el inicio de la construcción de buques para Pemex en astilleros de la Secretaría de Marina Armada de México. Y anunció inversiones por alrededor de 10 mil millones de dólares en la ampliación de gasoductos y la ampliación de la refinería, en el marco del establecimiento de la zona económica especial que anunció en noviembre pasado como parte de su tibio plan para la recuperación del Estado de Derecho y la gobernabilidad en el país.
Para muchos, que están acostumbrados a la magnanimidad de los anuncios presidenciales, estas noticias fueron sinónimo de buenas nuevas para Oaxaca, y también fueron una especie de reivindicación del Presidente por el olvido que le ha profesado a nuestra entidad, y a todo el sureste mexicano. No obstante, dichos anuncios deben ser tomados con más reservas que alegría, porque no responden a un acto de justicia para los salinacrucenses, los oaxaqueños o los habitantes del sureste del país, sino a una necesidad nacional —que reviste además el mayor apremio de los últimos años— por rescatar esa zona que a pesar de su riqueza natural y su ubicación estratégica, ha estado sepultada por el olvido.
Y es que a nadie se le debe olvidar que el puerto de Salina Cruz cuenta con condiciones idóneas para ser uno de los polos de la conexión transístmica entre el Oceano Pacífico y el Golfo de México, que ha sido codiciada y proyectada desde hace 150 años, sin que haya habido posibilidades reales de materializarse. Hoy en día, ese proyecto tiene más posibilidades que nunca de ser viable, y de convertirse en un detonador no para la economía de Oaxaca sino para la de todo el país, ante el incremento de las mercancías que necesitan pasos rápidos entre los mares que rodean a nuestro continente, la saturación que presenta el Canal de Panamá por ese incremento en el tráfico de buques mercantes, y la ubicación estratégica que tienen Salina Cruz (en el Pacífico) y los puertos de Veracruz y Coatzacoalcos (en el Golfo) para fungir como zona de paso alterna para esas mercancías.
A eso, y no a una deferencia o favor a los oaxaqueños, se debe el anuncio presidencial sobre las inversiones en Salina Cruz. Fueron, además, anuncios parciales y mínimos respecto a toda la inversión que requiere ese puerto para su revitalización y, si lo vemos en una perspectiva global, las inversiones anunciadas ni siquiera llegarán a tener un impacto significativo en la vida o situación de los salinacrucenses o los oaxaqueños, porque éstas se focalizarán en intereses relacionados con el procesamiento de hidrocarburos en la refinería de ese puerto, y por ende no generarán un impacto inmediato —ni a mediano plazo— en la vida cotidiana de las personas.

ANUNCIOS Y CONVENIENCIAS
El presidente Peña Nieto vino a Oaxaca a hacer anuncios que —como apuntamos en líneas anteriores— pretenden parecer una reivindicación con nuestra entidad o con el sureste del país. No lo son. Hay por lo menos dos razones concretas para sostener dicha afirmación:
Primera, porque el Presidente está reaccionando tarde frente a necesidades apremiantes, que han estado ahí por años, a la vista de todos en el país, y que nadie tuvo la disposición para atender sino hasta cuando estalló una crisis de legitimidad de las instituciones del Estado mexicano, del tamaño de la que representan los desaparecidos de la normal de Ayotzinapa.
Y segunda, porque esas inversiones no tienen como motivación directa el rescate social de esas comunidades, sino un interés muy concreto por rescatar esas zonas que son estratégicas para el desarrollo nacional; que han estado olvidadas; y que ante el panorama internacional adverso para el petróleo y la urgencia de demostrar que la reforma energética sirvió para algo, están tratando de invertir en ellas a ver si así logran algún dividendo positivo que les sirva para resumirle a la población.
Esta, pues, no es muestra ni de sensibilidad y mucho menos de preocupación por el sureste mexicano, sino que es una atención interesada y convenenciera que pretende ser enmascarada en una repentina atención que en realidad pocos han tomado como cierta. Pues desde que comenzó su sexenio, el Presidente vino evitando —a través de distintos pretextos— la posibilidad de visitar y atender a las entidades que integran el sureste del país en la zona del Pacífico.
Michoacán fue atendido sólo después del escándalo internacional por la existencia de amplísimas zonas del país controladas por el crimen organizado, por la colusión de las autoridades estatales con los Caballeros Templarios, y por el surgimiento de grupos de autodefensa. A Guerrero, Peña Nieto comenzó a ir sólo después de los fenómenos meteorológicos de septiembre de 2013 que sepultaron Acapulco y dejaron miles de personas afectadas.
Pero como en Oaxaca y Chiapas no se presentaron condiciones de ingobernabilidad parecidas a las de Guerrero y Michoacán, entonces no merecieron nunca la atención del gobierno federal para atender sus respectivas carencias y problemáticas, a pesar de que éstas son tan graves e importantes como las de las otras dos entidades que sí fueron atendidas y que, dados los hechos (la violencia que prevalece en ellos, y el hecho abominable de la desaparición de los normalistas), de todos modos no lo hizo el gobierno federal con la fuerza y capacidad con la que debiera haber atendido la zona.

TEMAS TORALES
Finalmente, esta fue una visita presidencial de simulación y pose. No vino a Oaxaca a darle a la ciudadanía respuesta a alguno de los temas que les preocupa. Peña Nieto no habló del rescate económico que le urge a Oaxaca, y mucho menos del magisterio. ¿Entonces? Sin convicción alguna, sólo vino a cubrir un requisito.

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