¿El partido en el poder ahora sí atenderá agenda de los ciudadanos?

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Plurinominales: ni privilegio, ni consuelo.

+ Partidos, en disyuntiva de seguir con prácticas de protección mutua

 

Este fin de semana, y los días siguientesserá noticia la publicación de las listas de candidatos a diputados federales plurinominales de los distintos partidos. Sólo que hoy, a diferencia de siempre, la nota radicará no sólo en ver los nombres, sino sobre todo en corroborar qué tanto han ido entendiendo los partidos el mensaje claro de hartazgo e indignación por parte de la ciudadanía, y qué tanto van a responder a ello. Las listas plurinominales hace tiempo dejaron de ser símbolo de integración política para convertirse espacios de privilegios cupulares. Hace falta ver qué tanto se empieza a procesar ese cambio. 

En efecto, cuando se crearon los espacios plurinominales, se hizo con la idea de generar espacios de pluralidad e integración de minorías en los órganos de representación popular. La intención era que esos espacios fueran ocupados no sólo por las cúpulas partidistas, sino también por las expresiones políticas minoritarias, que de otra manera no podrían acceder a los espacios de representación a defender esas posiciones que, aunque minoritarias, eran igual de importantes para cumplir con el requisito de la pluralidad de toda democracia. 

Sólo que desde hace tiempo esa idea cambió, y se centró en la lógica de los privilegios. Cada partido, entonces, comenzó a ocupar sus espacios de representación proporcional en los órganos legislativos para privilegiar a sus cúpulas, y no para generar espacios que llenaran los huecos de la pluralidad que necesitaba la democracia. Así, desde hace tiempo, las llamadas candidaturas plurinominales sirvieron eminentemente para cobijar a la élite gobernante y para dar rienda suelta a los vicios propios de nuestro sistema político, como el cuatismo, el compadrazgo, el nepotismo, etcétera— y no para que éstas sirvieran como mecanismo de exposición para la pluralidad política.

Así, por ejemplo, no era raro que las “cuotas” dentro de partidos como el PRI fueran para sus sectores y gremios importantes, independientemente de que los líderes de esos sectores fueran impresentables, y que como gremios tuvieran poca conexión con la ciudadanía. Ahí tenemos ejemplos de cómo, ocupando sus cuotas, reiteradamente han sido diputados federales y senadores de representación proporcional, “líderes históricos” de la CROC, la CROM, la CNC, la CTM y varios sindicatos nacionales, a pesar de que su fama pública es pésima, y que han sido totalmente estériles como legisladores. 

Acaso uno de los ejemplos más acabados, es el del actual senador Carlos Romero Deschamps, líder del sindicato de Pemex. A éste individuo le han comprobado la fortuna y los privilegios que ha amasado como líder gremial, además de los innumerables actos de corrupción en que incurrió (el llamado Pemexgate, es uno de varios ejemplos de problemas en los que él ha estado involucrado). 

Pero aún así, Romero Deschamps ha sido dos veces Senador de la República en los últimos quince años, y continúa siendo un “baluarte” del priismo por el número de votos que representa para el PRI el gremio que él encabeza, pero no porque sea un parlamentario, un mexicano de probidad, o cuando menos una persona aceptada por la sociedad mexicana —y por el priismo—, como un ejemplo delpolítico que es privilegiado con esos espacios de representación proporcional gracias a sus capacidades y aportaciones al país. 

En otros partidos, las cosas son todavía peor: en el PRD, por ejemplo, el reparto de las posiciones plurinominales se da en función de las tribus. Y esas tribus se han repartido, históricamente, las posiciones plurinominales de una manera eminentemente patrimonialista y patriarcal, a partir de lo cual en cada elección se otorgan esas posiciones de manera rotativa y cíclica, al líder, sus hijos, su esposa, sus novias o sus incondicionales. 

De nuevo, llegan a los espacios de representación popular como una expresión de las cúpulas, pero no porque sean mexicanos que le aporten algo al país o porque vayan a alimentar de manera sustantiva el trabajo que se realiza en las cámaras legislativas. 

 

¿Y LA AGENDA DE LOS CIUDADANOS? 

Frente a todo esto, vale también preguntarse: ¿Ahora sí los partidos están entendiendo el hartazgo de la ciudadanía frente a esas prácticas? Hoy el contexto es particularmente importante: el propio sistema ha ido evidenciando cómo las prácticas de corrupción no han distinguido partido, ámbito de gobierno o género, y cómo ésta pasa también por las redes de protección institucional que se desviaron de sus finalidades iniciales, para convertirse en las redes de protección de quienes tienen cuentas pendientes por sus excesos. 

La ciudadanía ha reprobado fuertemente esas prácticas, y diversos hechos prueban que hoy en día las cosas deben cambiar. Sí, deben cambiar. Sólo que la respuesta de los partidos no sabemos si en realidad está atendiendo a esos imperativos. ¿Por qué? Porque las listas plurinominales —esas que antes servían para proteger, o para premiar, o para consolar— ahora debieran ser una expresión de lo mejor que tienen los partidos para enviar como sus representantes a los órganos legislativos. Y eso no pasa por colocar a amigos, amantes, esposas, hijos o incondicionales de los jefes políticos de las facciones. 

En esta lógica, otra de las cuestiones que deberían quedar perfectamente fijada, es qué tanto los partidos políticos atenderán la agenda de la ciudadanía por encima de la de sus intereses. Esta no es una cuestión menor. Las fuerzas políticas deben entender que no pueden continuar reproduciendo las prácticas de antaño —de hace muy poco tiempo— de despreciar las exigencias ciudadanas, para sólo privilegiar sus discusiones, agendas, prioridades o temas que le interesan al Presidente o a sus cúpulas

 

EL DESALIENTO, COMO GANGRENA

Esa ha sido una de las razones del desaliento de la ciudadanía a continuar creyendo en el sistema de partidos, y aunque de inicio ello parece beneficiarle a las fuerzas políticas que frente a una oposición y exigencia débiles pueden hacer lo que quieran, en realidad esto termina siendo una gangrena provocada por ellos mismos. ¿Qué tanto atenderán la agenda de la ciudadanía? Esa es una respuesta de largo plazo. Pero uno de los primeros indicadores, será ver qué tanto los partidos ahora sí privilegiarán a sus cuadros políticos por encima de sus intereses, y qué tanto les preocupa el volver a integrarse moralmente frente a la ciudadanía.

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